Esta nueva peste que asola el mundo revela lo peor de
nosotros. A pesar de los anuncios llenos de flores y arcoíris y los mensajes
positivistas, les diré que no me acabo de creer que la humanidad sea la especie
inteligente que nos queremos creer. Sí, es verdad, en lo peor de esta situación
ha habido legiones de héroes que nos cuidan en los hospitales, atienden en los
supermercados o recogen la basura… todas esas personas gracias a las que la
civilización sigue manteniendo un barniz de cordura, pero seguimos dejando
bastante que desear.
Vemos que ahora que en Lugo hay casos de coronavirus se abre
un debate que, más allá de las malas intenciones de algunas personas, resulta interesante.
Si usted contrae el COVID, ¿ha de decirlo o debe callarse? ¿Está amparado por
el innegable derecho a la intimidad o debe sacrificarlo por su obligación de
advertir a la gente que haya podido contactar con usted? Si se trata de un
negocio ¿arriesgará su futuro diciendo que ha habido casos, pudiendo ser
marcado como un lazareto, o será responsable y avisará a su clientela para que
se mire? Es más fácil plantear estas preguntas que responderlas.
Bueno, en realidad la respuesta es muy sencilla, debemos
decirlo. Es algo elemental que si no sabemos que hemos estado en una situación
de riesgo en determinado lugar o con una persona concreta, sería lógico que nos
informasen para poder hacer las pruebas pertinentes y descartar que hayamos
contraído la enfermedad… pero la asquerosa sociedad que estamos construyendo
entre todos hace que esa responsabilidad sea penada con la marginación y el
rechazo, como si contagiarse fuera algo vergonzoso o por lo que culpabilizar a
alguien.
El problema no está en quien avisa, sino en la reacción de
la gente. Si usted sabe que en supermercado al que suele ir hubo contagiados es
perfectamente natural que sienta cierta aprensión a la hora de volver, pero
recuerde que esto es como los vuelos: no hay momento más seguro para viajar en
avión que tras un accidente, que es cuando la seguridad está al máximo y se
revisan hasta los empastes de los pilotos.
No culpen al contagiado. Sí, hay quien lo ha pillado por
inconsciente, no podemos negarlo, pero no hagan pagar a justos por pecadores.
No juzguen, no condenen, no desconfíen… sean empáticos. Nadie coge esto por
gusto (salvo los taraditos que van a las “fiestas del contagio”, pero eso es
otro asunto) y nadie merece que se le criminalice por esto. Ni siquiera han de
sentir vergüenza, porque si lo hacen no lo dirán, y si no lo dicen no sabremos
si hemos estado en riesgo.
Piénsenlo y a ver si entre todos vamos mejorando un poco las
cosas. Hace mucha falta. Muchísima.
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