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lunes, 7 de septiembre de 2020

¿Vergüenza por Coronavirus?


Esta nueva peste que asola el mundo revela lo peor de nosotros. A pesar de los anuncios llenos de flores y arcoíris y los mensajes positivistas, les diré que no me acabo de creer que la humanidad sea la especie inteligente que nos queremos creer. Sí, es verdad, en lo peor de esta situación ha habido legiones de héroes que nos cuidan en los hospitales, atienden en los supermercados o recogen la basura… todas esas personas gracias a las que la civilización sigue manteniendo un barniz de cordura, pero seguimos dejando bastante que desear.

Vemos que ahora que en Lugo hay casos de coronavirus se abre un debate que, más allá de las malas intenciones de algunas personas, resulta interesante. Si usted contrae el COVID, ¿ha de decirlo o debe callarse? ¿Está amparado por el innegable derecho a la intimidad o debe sacrificarlo por su obligación de advertir a la gente que haya podido contactar con usted? Si se trata de un negocio ¿arriesgará su futuro diciendo que ha habido casos, pudiendo ser marcado como un lazareto, o será responsable y avisará a su clientela para que se mire? Es más fácil plantear estas preguntas que responderlas.

Bueno, en realidad la respuesta es muy sencilla, debemos decirlo. Es algo elemental que si no sabemos que hemos estado en una situación de riesgo en determinado lugar o con una persona concreta, sería lógico que nos informasen para poder hacer las pruebas pertinentes y descartar que hayamos contraído la enfermedad… pero la asquerosa sociedad que estamos construyendo entre todos hace que esa responsabilidad sea penada con la marginación y el rechazo, como si contagiarse fuera algo vergonzoso o por lo que culpabilizar a alguien.

El problema no está en quien avisa, sino en la reacción de la gente. Si usted sabe que en supermercado al que suele ir hubo contagiados es perfectamente natural que sienta cierta aprensión a la hora de volver, pero recuerde que esto es como los vuelos: no hay momento más seguro para viajar en avión que tras un accidente, que es cuando la seguridad está al máximo y se revisan hasta los empastes de los pilotos.

No culpen al contagiado. Sí, hay quien lo ha pillado por inconsciente, no podemos negarlo, pero no hagan pagar a justos por pecadores. No juzguen, no condenen, no desconfíen… sean empáticos. Nadie coge esto por gusto (salvo los taraditos que van a las “fiestas del contagio”, pero eso es otro asunto) y nadie merece que se le criminalice por esto. Ni siquiera han de sentir vergüenza, porque si lo hacen no lo dirán, y si no lo dicen no sabremos si hemos estado en riesgo.

Piénsenlo y a ver si entre todos vamos mejorando un poco las cosas. Hace mucha falta. Muchísima.

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