A este paso el futuro de la Plaza y el Mercado es éste: el cierre. |
De empatía andamos justitos, ya lo llevamos diciendo una temporada larga, y aquel rollo de que “saldremos más fuertes de esto” se demostró como uno de esos eslóganes del estilo de “el trabajo os hará libres”, un sarcasmo que no sólo oculta la realidad sino que la intenta invertir en una vergonzosa tomadura de pelo colectiva.
Siguiendo esa línea, en el Pleno de ayer del Ayuntamiento de Lugo escuchamos cómo la concejala encargada de la Plaza y el Mercado, Cristina López, no sólo se negó a reconocer los daños que las obras están causando a los empresarios de ambos espacios municipales sino que tuvo la osadía de decir justo lo contrario, que las obras lo que habían traído es “un incremento de flujo de gente ingente hasta el punto de que hay un incremento muy importante tanto de público como de ventas”. Y no contenta con ello remató con la frase lapidaria que tanto gusta a los políticos y que tanto saca de quicio a los ciudadanos: “No venden si no quieren”.
Lo grande es que a pesar de que sí es cierto que hay mucho tránsito de paso (que no de ventas) por la Plaza porque la gente cruza por allí para atajar por las obras, en lugar de aumentar las medidas de seguridad las han retirado. Antes había personal para organizar el tránsito de clientes y “gente de paso” y ahora no, porque se ve que salía “muy caro”. Eso sí, en el edificio de la Plaza de España hay una garita para blindar el edificio porque es muy sencillo jugar con la salud ajena pero cuando el pellejo a arriesgar es el propio la cosa cambia. Si son conscientes de que hay un montón de gente pasando por allí (repito, que no comprando allí, que no es lo mismo) es curioso que quiten la seguridad que, según la ordenanza municipal, es competencia del Ayuntamiento.
Pero es que además no es cierto que hayan aumentado las ventas. Puede haber algún puesto que puntualmente lo haya hecho, no se lo niego porque son bastantes y habrá de todo, pero generalizar eso es un disparate, sobre todo cuando hay gente que está al borde de la quiebra y que recibió esa frase como una bofetada con la mano abierta en toda la cara. Con familias cuyo sustento está en riesgo, en la situación actual no se puede decir ese despropósito y pretender que no haya reacción por parte de gente que ve cómo no puede pagar sus facturas porque no hay ventas.
Estoy totalmente seguro de que en el momento en que dijo semejante barbaridad se dio cuenta del disparate. De hecho, cuando los placeros bramaban pidiendo su dimisión, cosa que me parece más que razonable y no por esta frase sino por una larga lista de problemas de Plaza y Mercado que siguen sin solventarse, le trasladé el malestar personalmente, ya que Lugo Monumental es la asociación más representativa de ambos espacios municipales. Su contestación fue pedir disculpas y que no sabía cómo trasladar a los industriales su pesar por todo esto. Si les digo la verdad, me pareció sincera, pero lamentablemente el mal está hecho, y no por la frase sino por el voto que vino a continuación.
Porque el problema no está en que durante el calentón del debate una concejala se dejase llevar y dijese algo que no debería. Eso, siendo grave, me parece un mal menor. El problema real es que se votó contra la proposición, presentada por Olga Louzao de Ciudadanos, en que se pedían cosas de tan puro sentido común como eximir del pago de la cuota mensual a los placeros mientras durasen las obras, garantizar la accesibilidad de los espacios públicos o señalizar correctamente los accesos.
Si la concejala responsable del Mercado y la Plaza y el resto del Gobierno hubieran votado a favor de la propuesta el cabreo de la gente habría sido menor y simplemente hablaríamos de una ofensa gratuita, pero es que encima se opusieron a echarles una mano con unas medidas que son de puro sentido común y que, encima, se comprometieron con los placeros a estudiar. Se ve que les mintieron o que la conclusión de su “estudio” fue denegar las peticiones.
Los problemas de la Plaza y el Mercado comienzan por una ordenanza disparatada que exige imposibles a los industriales, que impone condiciones insostenibles y que, por razones que se me ocultan, se niegan a querer modificar a pesar de que se les ha dicho reiteradamente y hasta se les ha pasado un listado de los artículos problemáticos.
Pero es que a mayores de eso seguimos arrastrando temas desde hace años como la inexistente climatización del edificio (en que te hielas en invierno y te asas en verano), los problemas de accesibilidad, o que ni siquiera sean capaces de resolver la concesión de puestos cuyo plazo terminó el 20 de enero, hace casi un año. Cualquiera de esos puntos es más preocupante que una frase desafortunada en un Pleno por grave que ésta sea.
Empatía, les falta empatía. A final de mes los concejales reciben puntualmente sus salarios, muy superiores a lo que estaban acostumbrados algunos de ellos, y se han venido arriba. Han perdido el sentido de la realidad y en lugar de defender a sus ciudadanos o a las áreas bajo su responsabilidad se han convertido en lo que antes denostaban. Han pasado del “no sé cómo se pueden hacer las cosas tan mal” al “ahora me toca a mí”. Ese es el problema, no una frase que, por grave que sea, no deja de ser una salida de tono por la que se ha pedido una disculpa, aunque fuera en privado.