Las pintadas, eliminadas con un proceso que erosiona la piedra, son el problema real. Foto: La Voz de Galicia |
El ataque vandálico sufrido por la Catedral de Lugo es uno
más en la larguísima lista de sucesos preocupantes que, en pocos años, dañan
patrimonio que lleva siglos siendo parte de nuestra ciudad. Podemos recordar
las agresiones al pobre San Vicente, que literalmente perdió la cabeza, las
continuas meadas contra la puerta de la Catedral – con herrajes del siglo XII
que se están deteriorando -, las pintadas continuadas en todo el casco
histórico e incluso en la propia Muralla de Lugo…
Todo esto es lamentable, no tanto por lo que se gasta en
reparar los daños (que también) como por el hecho de que un objeto “arreglado”
no es lo mismo que uno que no haya tenido que ser restaurado. Revela un pobre
cariño por nuestra ciudad y por la Historia que esos muros recogen.
La Asociación en Defensa del Patrimonio Gallego ha llamado
la atención al Ayuntamiento de Lugo por la forma de limpiar las pintadas de la
Catedral, usando productos químicos y agua a presión, algo vedado por
Patrimonio porque probablemente haga más daño a la piedra que la propia
pintada. Restaurar un daño siempre es más complejo que provocarlo, y cuando
hablamos de elementos de tanta entidad no vale cualquier sistema.
¿Cuál es entonces la solución? La lógica indica que es más
importante evitar el daño que buscar formas de repararlo. Sin embargo, el
Gobierno Local se resiste a la instalación de cámaras de vigilancia como
reiteradamente se les ha solicitado. Incluso tras el atropello mortal en la Plaza
del Campo quedó sin resolver por no tener forma de localizar al vehículo, lo
que nos da idea del poco control de accesos que hay a la zona supuestamente
peatonal.
Pero tampoco seamos injustos. Nadie puede culpar de aquella
desgracia al hecho de no haber cámaras, y es igual de grave un atropello en el
alto de Garabolos que en el casco histórico, lo que haría que siguiendo esa
lógica tuviéramos que llenar de cámaras todos los rincones de la ciudad, algo
que no me resulta especialmente apetecible.
Entonces ¿por qué en el casco histórico es más prioritario
poner cámaras? Pues porque una pintada en una pared normal se puede borrar, se
puede pintar por encima o se puede incluso picar la fachada y volver a
remozarla… pero en una piedra que lleva siglos ahí es más peliagudo como se ha
demostrado estos días.
No se engañen, ya hay cámaras, muchas muchísimas cámaras.
Detrás de San Fernando, por ejemplo, hay una apuntando hacia Amor Meilán aunque
nunca he sabido el motivo de esa “prioridad” en una calle en que prácticamente
sólo hay garajes. Hay en la Ronda unas cuantas, pero destinadas a controlar el
tráfico y a multar a los conductores. Hay en los edificios públicos (no tienen
más que darse una vuelta por Hacienda, la Subdelegación del Gobierno o por el
antiguo Banco de España, ahora Catastro, para verlo)… Tenemos cámaras apuntado
a todo menos a nuestro Patrimonio, a nuestra Historia.
¿Les preocupa su intimidad? Pues que no les quite el sueño.
No hablamos de cámaras en que haya un señor mirando unas pantallas, sino de
circuitos cerrados de grabación que vayan “pisando” las imágenes cada mes,
borrando con las nuevas las antiguas. Y sólo se accedería a ellas si pasa algo,
de forma que podamos aclarar quién es el mendrugo que se dedica a pintarrajear
nuestra ciudad.
Bueno, una patrullas andando tampoco serían mala cosa…
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