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martes, 27 de octubre de 2020

Las pintadas a la Catedral, el enésimo acto vandálico

 

Las pintadas, eliminadas con un proceso que erosiona la piedra, son el problema real.
Foto: La Voz de Galicia

El ataque vandálico sufrido por la Catedral de Lugo es uno más en la larguísima lista de sucesos preocupantes que, en pocos años, dañan patrimonio que lleva siglos siendo parte de nuestra ciudad. Podemos recordar las agresiones al pobre San Vicente, que literalmente perdió la cabeza, las continuas meadas contra la puerta de la Catedral – con herrajes del siglo XII que se están deteriorando -, las pintadas continuadas en todo el casco histórico e incluso en la propia Muralla de Lugo…

Todo esto es lamentable, no tanto por lo que se gasta en reparar los daños (que también) como por el hecho de que un objeto “arreglado” no es lo mismo que uno que no haya tenido que ser restaurado. Revela un pobre cariño por nuestra ciudad y por la Historia que esos muros recogen.

La Asociación en Defensa del Patrimonio Gallego ha llamado la atención al Ayuntamiento de Lugo por la forma de limpiar las pintadas de la Catedral, usando productos químicos y agua a presión, algo vedado por Patrimonio porque probablemente haga más daño a la piedra que la propia pintada. Restaurar un daño siempre es más complejo que provocarlo, y cuando hablamos de elementos de tanta entidad no vale cualquier sistema.

¿Cuál es entonces la solución? La lógica indica que es más importante evitar el daño que buscar formas de repararlo. Sin embargo, el Gobierno Local se resiste a la instalación de cámaras de vigilancia como reiteradamente se les ha solicitado. Incluso tras el atropello mortal en la Plaza del Campo quedó sin resolver por no tener forma de localizar al vehículo, lo que nos da idea del poco control de accesos que hay a la zona supuestamente peatonal.

Pero tampoco seamos injustos. Nadie puede culpar de aquella desgracia al hecho de no haber cámaras, y es igual de grave un atropello en el alto de Garabolos que en el casco histórico, lo que haría que siguiendo esa lógica tuviéramos que llenar de cámaras todos los rincones de la ciudad, algo que no me resulta especialmente apetecible.

Entonces ¿por qué en el casco histórico es más prioritario poner cámaras? Pues porque una pintada en una pared normal se puede borrar, se puede pintar por encima o se puede incluso picar la fachada y volver a remozarla… pero en una piedra que lleva siglos ahí es más peliagudo como se ha demostrado estos días.

No se engañen, ya hay cámaras, muchas muchísimas cámaras. Detrás de San Fernando, por ejemplo, hay una apuntando hacia Amor Meilán aunque nunca he sabido el motivo de esa “prioridad” en una calle en que prácticamente sólo hay garajes. Hay en la Ronda unas cuantas, pero destinadas a controlar el tráfico y a multar a los conductores. Hay en los edificios públicos (no tienen más que darse una vuelta por Hacienda, la Subdelegación del Gobierno o por el antiguo Banco de España, ahora Catastro, para verlo)… Tenemos cámaras apuntado a todo menos a nuestro Patrimonio, a nuestra Historia.

¿Les preocupa su intimidad? Pues que no les quite el sueño. No hablamos de cámaras en que haya un señor mirando unas pantallas, sino de circuitos cerrados de grabación que vayan “pisando” las imágenes cada mes, borrando con las nuevas las antiguas. Y sólo se accedería a ellas si pasa algo, de forma que podamos aclarar quién es el mendrugo que se dedica a pintarrajear nuestra ciudad.

Bueno, una patrullas andando tampoco serían mala cosa…

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