Ayer hablábamos de la dimisión del concejal Miguel Couto y se decía (bueno, lo decía yo) que se había marchado sin hacer ruido y enfocaba eso como una virtud. Un habitual lector del blog hizo un comentario que me pareció muy interesante y acertado. Me hizo reflexionar sobre cómo a veces nos dejamos influir sobre nuestros prejuicios y sobre si ese silencio es positivo para la ciudad y la sociedad.
Empecemos por definir a qué me refiero con “prejuicio”. Es exactamente eso, literalmente, un juicio de valor previo a la cuestión de que se trate de forma que nos hace enfocar el asunto de una u otra manera. Los más habituales son los negativos (racismo, clasismo, sexismo, etnocentrismo…) pero se puede aplicar a muchísimas más cosas. Sin ir más lejos el nivel salarial de una persona le hace prejuzgar cosas porque le da un valor diferente a una cantidad económica. Por ejemplo, si hablamos de cobrar un euro por medicamento a quienes pidan recetas a la seguridad social seguramente al que cobre 450 euros de pensión le parecerá un disparate y a quien tenga una nómina de 2.000 lo podrá ver con cierta distancia porque no afecta tanto a su estabilidad económica. Incluso la edad influye, porque en ese mismo ejemplo una persona de cierta edad sabe que tiene más papeletas de necesitar medicamentos que una joven.
En mi caso ser politólogo me influye notablemente y tiendo a ver todo desde el punto de vista de la política. Haber militado durante muchos años en un partido también me ha marcado y lógicamente ayuda a que vea todo desde el prisma de “la organización”, algo terrible si lo pensamos con un poco de detenimiento. Hace casi una década que me di de baja y aún me influye.
Tras este pequeño rollo, y si usted ha llegado hasta aquí, se estará preguntando: ¿a qué viene todo esto? Pues es sencillo, es el prólogo que explica que me pasara por alto una pregunta importante que planteaba el lector: ¿Hasta qué punto es bueno que un concejal que se marcha lo haga “en silencio”? Todo dependerá de la causa de su retirada, pero si damos por buena la teoría de que se va porque no ha podido llevar a cabo el trabajo que se había fijado porque le han torpedeado desde dentro (y me refiero tanto a la parte política como a la administrativa) impidiéndole solventar el caos de las áreas de urbanismo, entonces ese silencio no es positivo.
Lugo es una ciudad donde mirar para otro lado es la táctica más habitual para solucionar las cosas, esperando a que se pudran y a ver si así desaparecen por sí solas, a que la persona que por una antipatía personal nos pone la zancadilla en el expediente se jubile, o que simplemente la rueda gire y en lugar de favorecer a “los otros” favorezca a “los míos”. No se afrontan los problemas, se soslayan y se intentan puentear, normalmente con escaso éxito.
Esto, que podría parecer anecdótico, probablemente sea lo que explique en gran parte la parálisis de la ciudad, y no tanto por el miedo al cambio en sí mismo sino por el pánico a hacer públicos problemas que todos conocemos. Miguel Couto es el enésimo concejal que dimite en Lugo, y ninguno de ellos, quizá por ese discutible concepto de “fidelidad al partido”, ha dicho en alto que se va porque ahí no hay quien trabaje si pretendes romper con ciertos usos y costumbres. Y cuidado, lo mismo ocurre con la oposición, donde nadie se va dando un portazo y diciendo que tal grupo es una jaula de grillos (que algunos lo son). Sin embargo este tema me preocupa más en los casos de los concejales del gobierno porque sus responsabilidades nos afectan más a todos.
¿Qué otra opción tenía Miguel Couto? ¿Dar una rueda de prensa diciendo “me voy porque me siento puteado y no tengo necesidad de aguantar esta mierda”? (Quizá con otras palabras, sí) Pues tal vez sería más útil para todos. Tal vez serviría para que alguien se vea obligado a dar un puñetazo en la mesa y así empezar a arreglar el disparatado funcionamiento de muchos servicios municipales. Alguien tendría que obligar a los que quedan a cargo del cotarro a asumir los problemas existentes que son muchos y muy graves.
Quizá mi estimado lector tuviera razón y Couto habría hecho un gran servicio a Lugo montando un Cristo a la hora de irse, pero tal vez sea el que menos lo puede o debe hacer al seguir en la ejecutiva de su partido. Sonaría a estar en misa y repicando.
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