"Bueno, nadie es perfecto" es la última frase de "Con faldas y a lo loco". Una genial película y un final totalmente perfecto, además de una reflexión que debemos tener en mente. |
Al hilo del artículo de ayer me gustaría hacer una serie de reflexiones sobre el cumplimiento y el incumplimiento de normativas y cómo a veces vemos la paja del ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
Estoy totalmente convencido de que nadie cumple todas las normas al 100%, entre otras cosas porque es imposible ya que algunas de ellas se contradicen y hay que elegir. Es por lo tanto una falacia ir de santo por el mundo con el soniquete de “yo soy bueno y cumplo todo así que puedo juzgar al resto”.
Una vez aclarado eso, hay que tener en cuenta también que hay incumplimientos e incumplimientos. No es lo mismo saltarse el quinto mandamiento que el tercero, aunque parece que Dios no se preocupó en ordenarlos por importancia porque qué quieren que les diga, veo más grave matar a alguien que trabajar un festivo. Serán cosas mías.
Entonces, ¿qué criterio seguimos? ¿Por qué ayer escribí un artículo sobre bicicletas y patinetes y no mencioné a peatones, conductores de turismos o los demás protagonistas de la circulación de la ciudad que también se saltan las normas? Es más fácil preguntar eso que responderlo. Supongo que a veces uno se fija en algo determinado porque le molesta más o porque le llama más la atención, pero es un criterio arbitrario y subjetivo. Es innegable.
No hará falta que les diga que un coche en dirección prohibida me parece peor que una bici haciendo lo mismo, principalmente por las consecuencias de uno u otro. Sin embargo, la frecuencia del incumplimiento tampoco es la misma. No se suele ver a muchos coches a contrasentido, y si fuera tan habitual como lo otro créanme que sí lo pondría sobre la mesa.
Pero hay otras cuestiones que nos saltamos tradicionalmente en Lugo. No sé si recuerdan la que se montó cuando Orozco dio instrucciones para sancionar a quien no llevase el cinturón de seguridad. Se escucharon gritos y lamentos, denuncias de “¡qué exagerado!” y otros disparates que se dicen cuando se pretende hacer cumplir una norma que, por lo demás, es de pura lógica. Hoy creo que nadie lo discute y tenemos interiorizado el automatismo de subirnos al coche y ponernos el cinturón, y en gran parte gracias a que Orozco hizo cumplir una normativa.
Menos arreglo ha tenido una fea costumbre de los peatones, que es la de cruzar en rojo. Ahí me declaro culpable y les diré que la misma excusa que ponemos los que hacemos eso (“es que no venía ningún coche”) es la misma que dirá el del patinete o la bici que hace lo que no debe. Quizás, y entiéndanlo como una autocrítica y una reflexión, debemos intentar ser más empáticos, pero en lugar de contemporizar con quienes incumplen porque nosotros lo hacemos, pensar en cumplir todos las normas. Tal vez esa sea la forma de llegar a una sociedad donde se pueda convivir.
Ponemos unos listones muy altos en exigencias a terceros que muchas veces creemos que no van con nosotros. Es un mal de esta sociedad de la pose, la foto y el perfil de una vida perfecta e irreal que colgar en redes sociales. Quizá la clave esté en ser mesurados y reconocer que nadie es perfecto, y que aunque sea una aspiración, jamás lo lograremos.
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