Precioso lugar de Pazos de Arenteiro... para ir un fin de semana. |
Tengo la impresión de que el orgullo que de repente nos ha entrado a todos para reivindicar la “Galicia Profunda” no deja de ser una pose en redes sociales y de cara a la galería, porque la inmensa mayoría de quienes firman esas expresiones no viven en ella. Yo tampoco.
Me ha molestado como al que más esa referencia despectiva en nada menos que una sentencia judicial, pero no se me ocurre ponerme a colgar banderitas, al menos no viviendo en una capital de provincia con todos los servicios públicos deseables. Tampoco lo haría si viviera en Viveiro, Foz, Rábade, Piedrafita o cualquier otra población que tiene de Galicia Profunda lo que yo de obispo.
No defiendo a la jueza, cuya sentencia por lo demás parece que nadie rebate más allá de esa expresión fuera de lugar, pero tampoco seré cómplice del postureo que, estoy totalmente seguro, muchos de ustedes han respaldado de buena fe porque el primer impulso es ese: defendernos de otra agresión que asocia nuestra tierra con un mundo marginal y abandonado. El problema no está ahí.
La Galicia Profunda, esa que tanto dicen amar, es la misma de la que la población se marcha por falta de oportunidades y servicios, algo complicado de revertir. La que no tiene cobertura de Internet ni un ambulatorio a una distancia razonable. La que hace que los escasos niños que quedan se tengan que levantar dos horas antes que el resto de sus compañeros para ir a una escuela que les queda en el quinto pino…
Sí, tiene la belleza de lo natural, lo bucólico, de lo más hermoso de Galicia… para irse un fin de semana de turismo rural a manchar de barro las botas de trekking y subir fotos al “Insta” en cuanto se pisa la civilización, explicando al mundo que somos super rurales de la muerte, pero la única defensa que vale de la Galicia Profunda es vivir en ella, y eso ya no apetece tanto.
Artículo publicado en La Voz de Galicia del 30 de Octubre de 2021
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