Ayer, en un comentario de Facebook en que se hablaba de lo
mal que hace las cosas el Gobierno Local de Lugo escribí lo siguiente: Cuanto peor es la gestión del gobierno local
(que lo es) más en entredicho queda una oposición que no ha sabido o no ha
podido transmitir un mensaje ilusionante de alternativa. En Lugo llevamos
gobernados por socialistas en todas sus opciones (en minoría, en mayoría, en
coalición...) desde el siglo pasado y el PP no ha logrado la mayoría necesaria
para gobernar.
Que "el sistema
no es justo" o que "se juntan los perdedores" son verdades, pero
también excusas que nos han traído a donde estamos... Y todo apunta a que
estaremos así al menos cuatro añitos más, visto lo visto.
La reacción de un concejal del PP ante esos párrafos fue
enviarme un mensaje que, aunque les cueste creerlo, fue literalmente el
siguiente: “Sé que estás encantado con la
idea de que el PP no gobierne Lugo, pero no sé si es imprescindible que lo
muestres tan a las claras”. Ya ven lo que es la vida. No hay partido que no
piense que estoy contra ellos. Eso sí, los demás no se creen con derecho a
llamarme al orden por decir lo que pienso (o lo que ellos creen que pienso, que
no es lo mismo). Supongo que son las secuelas del rollo caciquil.
Pero el tema me parece interesante. ¿Por qué el PP lleva desde
el siglo pasado sin gobernar en Lugo, una ciudad en que arrasa en todas las elecciones
salvo las municipales? El problema no parecen ser las siglas ni la ideología,
así que sólo nos quedan los responsables locales. Se ve que en algo no
aciertan.
Aunque quede feo me voy a poner yo mismo de ejemplo. El
haber militado en el PP durante mucho tiempo, a pesar de que hace ya una década
de mi baja, podría explicar que se me asocie habitualmente con esas siglas, si
bien me han “acusado” de ser un forofo defensor de la Alcaldesa (sí, en serio, el hecho de que me caiga tan bien parece que confunde a algunos que sólo ven la política como una cuestión de enemistades),
de UPyD, Ciudadanos, PSOE, VOX, Podemos e incluso del BNG a pesar de haber sido
crítico con todos y cada uno de ellos en diversas ocasiones. Les diré que
ideológicamente el encaje en el PP o Ciudadanos (al menos el de antes, hoy sólo siento simpatía y respeto por el trabajo de Olga Louzao) es bastante
correcto, ya que no soy precisamente de izquierdas ni mucho menos nacionalista.
Sin embargo, las formas y maneras del PP en Lugo me alejaron cada vez más de
esas siglas, y el señor Bárcenas y demás podredumbres dieron la puntilla a un
hartazgo que no me dejó alternativa. Tras todos estos años la sensación es bastante
similar.
A día de hoy, ¿me ilusiona que el PP gobierne en Lugo? Pues la respuesta es que no, a pesar de que personalmente me caen bien casi todos (no todos). ¿Estoy “encantado” con la idea de que el PP no gobierne en Lugo? Pues tampoco, porque implicaría que se reedite un bipartito con el que no comulgo prácticamente en nada a pesar de que personalmente me caen bien casi todos (no todos).
Por lo tanto soy uno de esos votantes que podría coger la papeleta del PP pero con una pinza en la nariz, y estoy harto de tener que elegir el mal menor. Si eso pasa con una persona de su arco ideológico, imaginen lo que pensará el votante medio, que es el que decide las elecciones.
El PP no debería conformarse con ser la opción menos mala, como
lo lleva siendo, en mi opinión, desde el 2011. Ni Jaime Castiñeira, ni Ramón
Carballo lograron despertar ilusión en el votante, y ahí es donde creo que no
acaban de entender de qué va esto.
La estrategia de los populares es la del cansancio y el “los
otros son aún peores”. Dan por sentado que si el Gobierno es suficientemente
penoso algún día ganarán por hartazgo de los electores y no hay política más
triste que esa.
No siempre fue así. En el año 2003 la campaña de Manuela
López Besteiro fue preciosa, con proyectos, debates, participación, ideas,
preguntas y respuestas, pero no hubo nada que hacer contra un Orozco que estaba
en su mejor momento y aún vendía humo a granel, avalado por las circunstancias
de un PP en bajada por el tema de Irak. El 2007 fue en el que se apostó por el
retorno de Joaquín García Díez, pero tampoco logró (logramos, que yo también estaba
allí, como en la campaña de Manuela) gran cosa salvo que Orozco perdiese la absoluta y
gobernase en minoría durante cuatro años. La humareda seguía sin disiparse en
aquella campaña que era, según el PSOE, la de la llegada del AVE a Lugo… ya
ven… Tanto Manuela como Joaquín habían demostrado sus grandes dotes como
gestores, pero el votante buscaba otra cosa, la cercanía y la campechanía que
ellos no desprendían y el exalcalde sí, a pesar de que mientras ganaba
elecciones hipotecaba la ciudad día tras día con errores que aún seguimos
pagando.
En 2011 y 2015 el análisis es bastante diferente, ya que en
esos años el PP logró gobernar en plazas tan poco proclives a sus siglas como Santiago,
Coruña o Córdoba. El ambiente era favorable, pero en Lugo, donde arrasaba en
todas las demás elecciones, las municipales se siguieron resistiendo y quedó a
las puertas, en gran parte por no haber querido dar el brazo a torcer con lo de
los servicios para el HULA, algo que como era obvio se iba a terminar haciendo
igual, pero sin necesidad de regalar la alcaldía. 2019 fue la ocasión de Ramón
Carballo, que tampoco logró el objetivo, ya que es difícil ilusionar al votante
cuando se transmite que tú mismo parece que te presentas a punta de pistola.
Y ahora tenemos en el horizonte el 2023. ¿Qué pasará ahora?
Por el momento el escenario es el de un partido que busca con
una linterna al candidato menos malo, un inicio ya de por sí bastante penoso. Todo
señala que será Antonio Ameijide, al que me parece que le va a pasar lo mismo
que a Jaime y el votante dirá “¿otra vez éste?” cuando jamás se ha presentado.
La campaña se ve venir, ya que si algo tiene el PP es ser previsible.
Van a cifrar sus esperanzas al “efecto Feijoo” y al pase de revista de tropas
de Alfonso Rueda en Lugo, poniendo en grande el logo del partido y creyendo que
se va a ganar con visitas de renombre, sin tener en cuenta que eso ya se
intentó y no funcionó porque todo el mundo es muy majo en campaña, pero yo
quiero hablar de mi bache y mi farola. Si además sumamos a esto la tradicional
pericia popular para pegarse tiros en el pie con temas como el de la improbable
candidatura de Quique Rozas, la cosa acaba de descuajeringarse.
El votante lucense está deseando poder ir decidido a un
colegio electoral y coger la papeleta de una persona que traiga ilusión y
esperanza de cara al futuro. A falta de agua beberán arena, y eso explica estos
24 años de dominio del PSOE en una ciudad claramente popular. Ellos sí han
entendido de qué va el tema.
Las elecciones no tratan de votar “contra” un Gobierno que
está haciendo las cosas garrafalmente mal sino de ir en positivo. Pero para eso
hay que saber qué se quiere hacer y ser valiente en los planteamientos, algo
que no se suele dar en campaña porque no se quieren pisar los pies de nadie.
¿Qué haría el PP con los autobuses urbanos si gana? ¿Y con
el carril bici? ¿Qué soluciones hay para aprobar el 5% del PXOM que está
pendiente y con los retrasos en urbanismo? ¿Va a tirar la estación de autobuses
para llevarse el transporte interurbano al quinto pino? ¿Hará la playa fluvial?
¿Tendremos una promoción decente de la ciudad para los turistas? ¿Veremos
transparencia en los contratos? ¿Contaremos con policías de patrulla y
seguridad en las calles? ¿Acabarán con la arbitrariedad en la administración?
¿Reformarán el tráfico para que tenga sentido? Estoy seguro de que algunas de
esas preguntas, si no todas, se responderían viendo sus posturas en los plenos
municipales, pero parece que no se comprende que la ciudadanía no los ve. Ahora
de hecho ya ni la prensa los sigue como antes con la posible excepción de
Carmen Uz.
El PP no transmite más que la arrogancia de quien ve el
árbol podrido pero su única función es la de esperar a que la fruta caiga sola.
Pues a veces no cae porque la ciudadanía prefiere el malo conocido. Es más que
probable que esa percepción sea falsa, pero creo que es la que se deja ver.
A la gente hay que convencerla, animarla, ilusionarla… y no es muy probable que lo consigan si a la menor observación su respuesta es que todos “estamos encantados con la idea de que el PP no gobierne Lugo”. A este paso van a tener razón, porque la soberbia no despierta la menor simpatía, más bien al contrario.
Hace años que tienen un candidato que , gustará más o gustará menos a la cúpula de su partido, tiene lo que conocemos como “efecto Orozco” , que no es otro efecto que gozar del cariño de la gente de la calle, cariño que se gana en el día a día tratando con cortesía y respeto a los que te rodean y a los que se cruzan contigo por la calle .
ResponderEliminarEste cariño y respeto causa ampollas y envidias en sus “compañeros” que no soportan que su supuesta “superioridad académica y social” no se vea recompensada en la opinión pública (precisamente por eso por que son ellos los que se encargan de trasmitir que ellos son superiores )
Si, el que parece ser que quiere la gente de la calle es a Enrique Rozas, y me parece a mí que va ser candidato , solo falta saber bajo qué siglas .
Lo malo de escribir anónimos es que se puede pensar que quien ha escrito eso es el propio Rozas para promocionarse.
EliminarEse es el problema. Que da la sensación de que lo que pretende es ser candidato. Y que el partido es algo secundario .
EliminarYo creo que no es así. Pero comentarios como el anterior le ayudan poco.
Luis!
ResponderEliminarTe animo a que te presentes tu!
Creo que tienes margen para preparar un partido independiente.
No se si ganarías la alcaldía. Pero que sales concejal estoy seguro.
Saludos.
Jesús Álvarez.
Buenos días:
EliminarAunque agradezco enormemente la intención, creo que no doy el perfil para algo así. No me entienda mal, me encantaría, pero ni tengo los medios económicos ni personales para una campaña electoral.
Además, soy consciente de que he creado muchos enemigos durante mucho tiempo y sería complicado que entre todos no me machacasen jejeje.
Mil gracias en todo caso por su comentario.