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viernes, 15 de julio de 2022

Las amenazas jamás han sido argumentos



La denuncia que ayer anunció Rubén Arroxo contra un descerebrado que le amenazó de muerte en Facebook es uno de tantos síntomas de que se nos está yendo la pinza como sociedad. Podremos estar en desacuerdo, podremos incluso hacer campaña contra alguien, llamar a “echarlo” de un puesto público mediante la única arma aceptable en una sociedad civilizada, el voto… pero de ahí a que nos vengamos arriba (abajo más bien) y nos creamos que podemos amenazar a alguien de muerte media un insalvable abismo.

He leído reacciones en que culpan al propio Rubén por las acciones que ha llevado a cabo en el Ayuntamiento (algunas de las cuales comparto y otras no, eso es irrelevante en este momento), u otras en que  lo asocian con partidos políticos herederos de ETA, un grupo que no sólo amenazó sino que asesinó a mucha gente, algo que por mucho que pueda parecer un argumento no es más que una pataleta. Todas estas opiniones son como las de “es que llevaba minifalda y por eso se merecía la violación”, intolerables desde mi punto de vista.

También hay otras que, desde la discrepancia e incluso la oposición política dicen lo único que cabe decir: que toda amenaza sobra y que hay que acabar con esas actitudes. Pero hay una  reacción que, en mi opinión, destaca por su elegancia, y no podía ser de otra persona que de Joaquín García Díez, diputado nacional, exalcalde de Lugo y a quien tengo el honor de llamar amigo. Joaquín bloqueó a la persona que había amenazado a Rubén, a quien explicó que tenía en su lista de amigos porque como representante público suele aceptar todas las solicitudes por ser una forma más de contactar con los vecinos, y no mencionó nada más que ese bloqueo y la condena a las amenazas.

No olvidemos que él protagonizó a su pesar campañas muy duras por cuestiones puramente políticas. Carteles con su cabeza tachada, marcada o incluso en una diana, convocatorias de escraches en su casa, insultos y todo tipo de groserías… pero cuando se lo hacen a otros, a personas que son de una ideología diferente, en lugar de sentir esa vergonzosa emoción tan habitual y para la que los alemanes incluso tienen un término (Schadenfreude, disfrutar con la desgracias de los demás), en lugar de caer en el revanchismo y el “ahora vais a entender lo que es sufrir esto”, hace lo contrario: se solidariza con quien lo pasa.

Ojalá todos tuviéramos su sentido común y su buen criterio. Nos iría infinitamente mejor.

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