Los accidentes de tráfico son algo terrible, tanto por ser totalmente imprevisibles, lo que los convierte en una especie de diabólica lotería, como por sus nefastas consecuencias, que se traducen en acabar con vidas o destrozarlas para siempre con secuelas espantosas.
Cuando era niño me marcó mucho la muerte de una amiga de mi madre, que perdió la vida al írsele en una curva su coche e impactar con otro. Me demostró que incluso una buena persona (excepcional, de hecho, aún tengo grabado que no reñía ni al perro si hacía algo que no debía) podía causar una desgracia, y posiblemente por eso siempre he sido prudente a la hora de valorar estas cosas.
Todos tendemos a culpar al que provoca el accidente, y es totalmente lógico porque es lo que dice el sentido común y la realidad en la mayoría de los casos. Si la causa es cansancio, es culpable por no haber descansado antes de coger el coche. Si la causa es despiste, es culpable porque debería ir más atento. Si la causa es el alcohol, ya no digamos, porque ahí el "yo controlo" sigue siendo la gran asignatura pendiente del bebedor... Sin embargo, hay ocasiones en que los accidentes ocurren por cuestiones fortuitas y, aunque estoy seguro de que son una minoría de ellos, hay que aplicar el principio de la presunción de inocencia, aunque nos cueste porque no siempre es sencillo.
Todos cometemos imprudencias, y si ocurre algo a raíz de ellas no son accidentes fortuitos sino cosas evitables. El matiz es la suerte que tengamos para que tengan o no consecuencias. Yo mismo tuve un susto una vez de joven, por conducir cansado y no pasó nada porque tuve una suerte extraordinaria, pero de no haber sido así la culpa habría sido exclusivamente mía. Fui un imbécil y tuve mucha suerte. Lo único bueno de aquello es que aprendí la lección, porque vi claro que mi imprudencia podría haberme costado la vida o, lo que es peor, la de quien venía conmigo o a un tercero desconocido. Cuando vamos cumpliendo años deberíamos ir aprendiendo, aunque las estadísticas no dicen eso.
Lo que ocurrió la noche del lunes en Lugo difícilmente encaja en la clasificación de accidentes fortuitos. El causante, a quien conozco de vista desde hace muchos años, venía de la feria de exposiciones y por lo que dicen en la prensa había bebido. Estoy seguro de que no lo hizo a propósito (parece obvio) pero sí olvidó esa máxima que nos recuerda que la mayoría de los accidentes ocurren en trayectos cortos y aquello de "si bebes no conduzcas", que parece de perogrullo hasta que nos ponemos machitos y pensamos que "voy bien". Pues no, no vas bien.
Tengo que reconocer que con el tema del alcohol soy poco comprensivo por dos motivos. El primero es que me parece intolerable que alguien sea tan imprudente como para conducir tras haberse tomado algo que sabe que altera sus capacidades. Nadie puede alegar ignorancia a estas alturas, igual que nadie puede decir que no sabe que el tabaco es dañino a día de hoy. El segundo, más personal, es que como bebo poco me afecta una barbaridad. Con una caña no estoy en condiciones para coger el coche, por mucho que por mi tamaño no me dé el tope de alcohol en sangre, y por eso me cuesta tanto entender que si yo me doy cuenta a pesar de ser algo infrecuente alguien ignore esos más que obvios síntomas.
Los accidentes son accidentes, lo otro son imprudencias, que no es lo mismo. Tampoco es lo mismo que un crimen premeditado. Leer que la jueza ha dejado libre a quien provocó una muerte es chocante, claro que sí, pero no confundan esa libertad transitoria con que le sale "gratis" lo que ha hecho. Este señor pagará las consecuencias de sus actos, y es más que probable que le caigan varios años de condena, además del terrible remordimiento que supongo que deberá estar sufriendo. Eso no recuperará a quien falleció, ni supondrá reparar el daño porque nada puede hacerlo. Ojalá al menos nos sirva de recordatorio a los demás de que no, "no controlas", nadie "controla".
Ninguno estamos libres de sufrir un accidente, no escupamos hacia arriba... pero tampoco compremos papeletas a lo tonto. Y recuerden, los trayectos cortos son donde más accidentes ocurren porque pensamos que "bah, de aquí a ahí malo será".