La verdad es que somos peculiares cuando nos indignamos colectivamente. Resulta que está medio Lugo rasgándose las vestiduras porque han taladrado las piedras del atrio de la Catedral para poner unos cartelones de una prueba deportiva, y es lógica la indignación porque es un espacio monumental que se acaba de arreglar… pero parece que no nos fijamos en el resto de la ciudad, en que parece que haya termitas con un peculiar gusto por la piedra.
Agujeros en el suelo del atrio de la Catedral. Foto: El Progreso |
Por lo que sea, suelo ir fijándome en estas cosas, y no hace falta buscar mucho para ver que es un uso y costumbre de Lugo tirar de taladro y agujerear donde les viene en gana para muy diversos fines, y por supuesto el primero en hacerlo es nuestro sacrosanto Ayuntamiento, garante de la conservación y primer premio en sanciones a particulares por hacer lo mismo que ellos, pero sin arroparse en el manto de la impunidad pública.
La plaza de Santa María, justo bajo las escaleras del obispado, es uno de los mejores ejemplos. Está como un colador y además llama la atención que cuando han ido a poner una cosa nueva ni siquiera han aprovechado los taladros anteriores, no señor, han hecho otros nuevos y así ampliamos nuestra colección.
Detrás del Ayuntamiento, en la plaza Ángel Fernández Gómez tres cuartos de lo mismo. Diversos cambios de mobiliario, carpas y demás chilindradas han acarreado que haya también un buen muestrario de taladros en el suelo común.
“Eso son cosas del pasado, ahora ya no se hacen”, podrá pensar algún bienintencionado lector, con esa cándida inocencia que parecemos demostrar únicamente a la hora de ir a votar y jugando a la lotería de Navidad. Pues no lo tengo yo tan claro, porque en las últimas fiestas navideñas nuestra querida administración local ancló en la Plaza del Ferrol unos adornos al suelo taladrándolo, una vez más, e incluso la recientemente repavimentada Quiroga Ballesteros sufrió la misma suerte con sus propios nuevos taladros. Bien es cierto que en esa calle se nota menos porque cada poco hay que cambiar las muchas baldosas que se rompen, así que pronto les tocará a éstas y aquí no ha pasado nada.
En una ciudad más o menos razonable lo que hacen para estas cosas es un plano de cada una de las plazas donde se montan chiringuitos y tener en ellas piedras que se pueden retirar para anclar las estructuras. Una vez se retiran se vuelve a colocar la piedra y tan amigos, pero en Lugo no. En Lugo sacamos pecho porque sale una noticia en el periódico pero pasamos por encima todos los días de cientos de agujeros igualitos y ni pestañeamos, porque, directamente, si no nos los señalan nadie se fija en esas cosas.
Y así hacemos ciudad.
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