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lunes, 15 de mayo de 2023

Diez años sin Doña Emilia

Doña Emilia en una fiesta con Cándido, su marido; tras la barra del Verruga y tomando el sol en Farnadeiros...

La vida está repleta de hitos, con los que uno va marcando su memoria a través de los años: nacimientos, aniversarios, bodas, trabajos, cambios de vivienda, compras de coches… pero sin duda los más irreversibles y demoledores de todos son los fallecimientos, sobre todo cuando son imprevistos.

Hoy hace diez años que falleció mi abuela, Doña Emilia. Diez años, una década. Es una barbaridad de tiempo. Sigo con esa extraña sensación de que a veces me parece que hace un par de meses que se nos fue y otras parece que ha pasado una eternidad. Si les digo que no hay día que no me acuerde de mi abuela puede que sea exagerado, pero menos de lo que se imaginan. Dejémoslo en que uno de cada dos, como mínimo, me acuerdo de ella, aunque me parece que es bastante más que eso.

Diez años después sigo recordando sus anécdotas, sus costumbres, sus partidas de cartas en el Círculo y hasta sus refranes, que le encantaban. Portaba una sabiduría centenaria, heredada de una larga y próspera vida, y una nobleza natural como nunca más he visto.

La partida en el Círculo, día sí y día también.

Hoy veo los recuerdos físicos que me quedan de ella y aunque siempre pensé que no me harían falta para rememorarla, sí es cierto que ayudan. La colcha que le hizo mi hermana, la alfombra que me regaló y que tenía a la entrada de su casa, la vajilla que usamos para las ocasiones especiales, la mesa de comedor de Miño que recientemente me han dado… tocar esas cosas es una ayuda que quizá no hiciera falta pero que viene bien para traerla a la mente.

Pero lo que más recuerdo siempre es el tiempo juntos. Los veranos ella y yo solos en Miño, en que me llevaba la moto para hacerle los recados, los cafés en la Plaza de España, las tardes relajadas leyendo y charlando en que me contaba cosas que sólo nos decía a mi madre y a mí…

Una foto que nos hicieron sin saberlo y que atesoro con muchísimo cariño

Los años te enseñan que la vida es un trayecto que te da muchas cosas… y que después empieza a quitártelas. Eso no nos debe deprimir, aunque la tentación sea grande, sino ayudarnos a disfrutar de las personas a las que tenemos cerca, a no dejar todo para mañana y a recordar que estamos de prestado y que cada día puede ser un poco especial si nos ponemos a ello.

No se trata de despilfarrar ni de ser poco previsores, pero tampoco de atesorar bienes materiales en lugar de experiencias. Si algo nos vamos a llevar de aquí no serán los euros o las cosas sino los recuerdos, las vivencias, y en eso mi abuela era una experta. Su respuesta para la frase “abuela, ¿te apetece…?” era sí, apenas sin dejarte terminar. Se apuntaba a un bombardeo, como debe ser.

Esta foto es de febrero de 2013. Con 95 años (cumplió 96 unos días más tarde) no dejó de ir a conciertos, viajes ni de disfrutar de la vida. Un ejemplo para todos.

Hoy será un día agridulce, pero estoy totalmente seguro de que ella no habría querido que la recordásemos con tristeza sino con cariño, añoranza y orgullo, y ahí les puedo decir que tres de tres.

Diez años… es mucho tiempo, y ahí estás, abuela, siempre presente en nuestras vidas.

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