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lunes, 16 de octubre de 2023

Adiós a otro estupendo San Froilán

Las atracciones no estaban muy llenas, pero los bares... a reventar.

Se acabaron otras fiestas patronales marcadas por el buen tiempo, algo que hizo aumentar la afluencia de público pero que también la restó (hubo mucha gente que se marchó a la playa los puentes) así que había ambiente pero se andaba por la calle, algo razonable y positivo.

Personalmente no he paseado demasiado por el ferial, ya que sólo me pude acercar un par de días ya que la llegada de un cachorro a nuestras vidas nos condiciona muchísimo el día a día, pero las veces que he ido noté, subjetivamente, que no tenía que esperar colas para jugar en las carreras de camellos o que podías acercarte a algún concierto sin preocuparte de que un llenazo te impidiera pasear por las zonas.

Lo que sí he visto es más alegría en el gasto, algo que me ha chocado bastante. No en todas partes, claro, pero sí veías a gente comprar en ciertos lugares: la feria de cerámica, la de la miel, el puesto de cestas y muebles de madera frente a la fuente de los leones, los de la feria medieval, algunos de los que había en el fondo de la Plaza de España... en esos sí veía gente mirando y comprando. Se quejaban en la prensa de las bajas ventas otros feriantes, pero tengo la impresión de que son los que venden artículos que, francamente, siempre me ha sorprendido que alguien comprase (peluches a pilas horrendos con ojos satánicos, artículos del todo a cien pero cobrados a trescientos...).

Falta saber ahora si el Ayuntamiento pondrá coto en el futuro a la proliferación de falsificaciones en los puestos que ha autorizado, y tal vez deberían centrarse más en cubrir los huecos con calidad en lugar de con cantidad.

Como buenos occidentales que somos nos encanta comprar. Igual que el turismo no sólo es pasear por monumentos sino también ir de tiendas, con las fiestas pasa lo mismo. Nos gusta ver las barracas, comer el pulpo... y comprar chilindradas. Cuidar los mercados callejeros es algo fundamental para que el público pueda llevarse a casa algo interesante, aunque a veces los precios que se pagan por los artículos son un poquito mayores de lo normal porque hay que amortizar el coste del puesto y del desplazamiento, y eso a veces impide completar la compra. Particularmente me llamó muchísimo la atención un puesto de piezas de bronce que había frente a la cafetería del parque, con unos impresionantes sujetalibros o un espadachín de metal que si no fuera porque se me subía un poco a la parra en el coste me habría llevado a mi casa.

En el tema musical no entro porque como ya he reiterado muchas veces no es un tema que controle y, salvo la exagerada potencia de los altavoces, que yo moderaría aludiendo a la misma excusa con la que eliminaron los fuegos artificiales y las bombas de palenque, no me meto a opinar. Sólo les puedo decir que no hubo ningún concierto que me animase a salir, con lo que puede (sólo es una posibilidad) que realmente hayan sido poco variados o, al menos, que no hayan acertado con un segmento de la población.

En todo caso creo que han sido unas muy buenas fiestas. El sol siempre ayuda.

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