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martes, 1 de octubre de 2024

¿Qué dice de los lucenses el olvido a la protectora?

Para ellos no es una cuestión de "actualidad" sino de supervivencia.
Foto: La Voz de Galicia

Cada cierto tiempo el drama de la Protectora de Animales de Lugo se pone de actualidad ya sea porque sus voluntarios colman su aparentemente infinito vaso de paciencia y protestan, o porque pasa algo que trae a la palestra el asunto. En mi caso me acuerdo del tema cada vez que veo una de las muchas fotografías que tenemos en casa de Ducki, nuestro anterior y muy querido labrador, que se salvó de ir a una perrera porque lo cogimos antes de que su destino quedara sellado para siempre en tan triste lugar, sólo animado por la constancia, la entereza y el amor que los responsables y voluntarios que echan una mano en las instalaciones lleva algo de luz a aquella oscuridad. Ducki nos lo compensó con creces con su cariño y su mirada serena, pero en los perros de la Protectora sólo he visto tristeza en las pocas ocasiones en que he sido capaz de ir. La última fue para anotarme como voluntario pero no tuve el valor suficiente como para comprometerme, porque soy incapaz de ir allí sin echarme a llorar, literalmente.

Pero para la administración responsable de la recogida y cuidado de animales, que es el Ayuntamiento, este tema es uno más de los muchos frentes que tiene abiertos. Les da igual que sea la Protectora o las Caldas, son asuntos que pesan lo mismo (si no más lo segundo porque "mola más"). Ya llevaba tiempo Orozco prometiendo mejoras en las instalaciones, una promesa que como la de la playa fluvial o tantas otras recogió Lara Méndez y ahora hereda Paula Alvarellos, por el momento con idéntico resultado: nada.

Las instalaciones necesitan una revisión, por no decir otra cosa.
Foto: La Voz de Galicia

Se gastan, eso sí, una generosa suma de dinero (150.000 euros, me parece recordar, y ahora me da pereza buscar el dato) en un cementerio de mascotas, pero lo de cuidarlos como se debe en vida parece que no acaba de arrancar. Es como esos hijos, o hijas, que en vida desprecian a su madre, la ignoran, se van de viaje dejándola tirada en un hospital o la ven simplemente como un cajero automático del que sacar rédito, y cuando fallece se rasgan las vestiduras en público y montan el numerito, aunque pensando más en la lectura del testamento que en la persona a la que pierden. Tal vez la cosa sea atender a las personas, o a los animales, en vida y no esperar a que fallezcan para vender a terceros la supuesta sentida preocupación.

La Protectora necesita una actualización de sus instalaciones y van pasando los días, las semanas, los meses y los años sin que se mueva ni una piedra, y por aquellas tristes dependencias van pasando y muriendo las mascotas que fueron ilusionantes cachorros y después inaceptables cargas para desalmados. Ahora viene el invierno y ya sabemos que, un año más, el frío, la humedad, las heladas y la penuria volverán a ser los desafíos a los que se enfrentarán los pobres perros allí hacinados.

Creo que siempre que escribo sobre este tema pongo lo mismo, pero es que es lo que se me viene a la cabeza: como especie damos asco. Puedo aceptar que en la naturaleza se mate para comer, pero domesticar a una especie para después dejarla tirada es algo que creo que sólo hacemos los seres humanos y que refleja lo malos bichos que podemos llegar a ser. Amar a los perros no es sinónimo de ser buena gente (el ejemplo de Hitler es tan significativo que no hace falta argumentar mucho más) pero maltratarlos sí es sinónimo de no tener alma.

Y en Lugo los maltratamos colectivamente. La ecuación no es difícil de resolver.

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