Jesús Vázquez observa a las concejalas expulsadas de la presentación de las fiestas que, por lo que se ve, no son del barrio sino suyas. Foto: El Progreso. |
Estamos viviendo un ambiente enrarecido, crispado, propio de una época preelectoral que, curiosamente, no es cierta. No hay cita con las urnas a la vista ni locales, ni autonómicas, ni nacionales ya que el presidente del gobierno sabe que de convocarlas su destino más probable es el fracaso, aunque vayan ustedes a saber.
En Lugo estamos igual. La expulsión de dos concejalas del PP de la presentación de la feria de la Milagrosa es algo inaudito. La justificación es que “la Xunta no da dinero” para la fiesta, y se ve que todo ese discurso sobre que las instituciones no son de los partidos políticos sólo se saca a relucir cuando conviene, y cuando no, como en este caso, se hace una persecución por siglas propia de la Alemania de los años 30. Las concejalas no iban en representación de un partido sino, mal que les pese a los organizadores del chiringuito, del pueblo de Lugo ya que todos los concejales son parte del Pleno que a todos nos simboliza. Es llamativo que en una fiesta pagada con dinero público se pueda expulsar a alguien por criterios políticos. Bueno, más que llamativo en mi modesta opinión es ilegal.
Más allá del hecho concreto, que es gravísimo, me parece que es complicado no percibir que toda la sociedad se está echando al monte, por convicción propia o porque les empujan.
Todas estas situaciones no nos salen gratis. El aumento de la tensión más allá de toda argumentación lógica y basada únicamente en saber quién paga los talones de las asociaciones apesebradas bajo el paraguas del dinero público (bajo ambos lados, todo hay que decirlo) se traduce en que el ciudadano medio está desapareciendo, viéndose empujado a elegir entre Tirios y Troyanos y sometido a un escrutinio perpetuo en que cualquier crítica a “los unos” le etiqueta automáticamente con “los otros”. Y todo a grito pelado.
Los alaridos generan tensión, y la tensión genera miedo y odio… y soluciones extremas. En lugar del debate sereno y razonado sobre los muchos problemas que tenemos, se acude a eslóganes cutres, a frases grandilocuentes y a acusaciones extremistas que lo único que hacen es empujar a la gente a irse al lado contrario, pero también al extremo.
¿Por qué pasa esto? ¿Por qué hemos abandonado los razonamientos para irnos al “y tú más” o a “los tuyos son peores”? Personalmente estoy convencido de que se debe a la cutrez intelectual y a la falta de argumentos que hay para defender las posturas de cada cual, empezando por los de arriba.
Creo que la culpa de todo esto es de la estructura de los partidos políticos que nos dominan, donde el ascenso no se debe al mérito y la capacidad, sino a la habilidad para trepar y la fidelidad, no a unas ideas (que sería noble y razonable) sino a las personas que mandan en cada momento y a las que se sustituye por gente cada vez menos preparada y más extremista, y que podría militar en un partido o en el contrario porque no tienen ni zorra idea de dónde están.
Estamos en manos de gente que no es que sufra un complejo de inferioridad, es que padecen una auténtica inferioridad que les impide tomar decisiones coherentes y razonables, y suplen esa falta de opinión por argumentos que no hay por dónde cogerlos porque no sólo son falsos, sino directamente contradictorios basados en oportunismo y cortoplacismo, lo que explica que puedan defender una cosa y la contraria de un día para otro.
No crean que esto afecta únicamente a las grandes decisiones macroeconómicas, sino que se ve en el día a día de personas que militan en partidos cuya ideología es, supuestamente, la antípoda a todo lo que hacen.
Así vemos, en clave local, a partidos de izquierdas dándose de bofetadas para ir a la inauguración de una tienda de un monstruo económico que destruye el tejido empresarial local, a un gobierno formado por dos grupos que aseguran defender lo público mientras se pliegan al criterio de un particular o gestionan todas y cada una de sus áreas a través de empresas privadas. Observamos cómo se "peatonaliza” una zona en que cada vez ves coches por más calles o se arrancan árboles para un proyecto que se etiqueta de “verde”. Sufrimos unas pozas artificiales sin agua termal a las que se llama “Caldas” y se llenan con agua del grifo calentada con una caldera creada con fondos medioambientales… y así todo.
Esta falta de coherencia se convierte en una defensa a ultranza más allá de toda lógica, y como no puede convencer con argumentos, se exige fidelidad personal, adhesión sin fisuras y lealtad que se recompensa con chequeras públicas.
Así que no es raro lo que ha pasado en la Milagrosa. Es sólo la punta de un enorme iceberg que está aumentando con el tiempo y que puede darnos un disgusto de los gordos.
Estimado Luís; pídolle desculpas de antemán pola extensión do comentario:
ResponderEliminarDi vostede que a culpa destas cousas é a cutrez intelectual, a falla de argumentos, a estrutura clientelar dos partidos e fala de pasada do problema da fidelidade a persoas e non ideas.
O problema de base está precisamente nese último punto: os políticos xa non defenden ideoloxías senón, no mellor dos casos, eslogans... Porque todos teñen máis ou menos a mesma idea, que non é de servizo nin ideoloxía senón un obxectivo egoísta de supervivencia depredadora.
Hai entre 50 e 100 anos había una serie de ideoloxías cunha base intelectual bastante clara: Anarquistas (Bakunin, Proudhon), socialistas revolucionarios (marxistas, leninistas e posteriormente tamén stalinistas e maoistas), socialdemócratas (Bernstein, Tage Erlander), Liberais bisagra, Democratacristianos (Maritain, Mournier) e outros conservadores, Fascistas (Mussolini, Hitler, Primo de Rivera, Salazar), Neoliberais (Friedman, Hayek)... E diversas versións do nacionalismo próximas a algún dos anteriores.
Todo iso desapareceu feito cachos, hai 30-50 anos, co triunfo do neoliberalismo da man de Thatcher ou Reagan, a caída da URSS e a "Tercera Vía" de Blair e outros que acabou levando ós laboristas, socialistas e resto de partidos autodenominados "de esquerda" a posicións antes consideradas conservadoras; de xeito que inventos de dereita como a socialdemocracia clásica (que mantiña un equilibrio entre a burguesía e a clase traballadora) agora quedarían na extrema esquerda.
Nesta situación actual, na que todo o espectro político está comprimido, é difícil diferenciarse por ideas e moi doado criticar o que fan o resto aínda que sexa o mesmo que fai un, ou dicir unha cousa e a contraria (por exemplo Feijoo sempre se estampa niso: a Idea de Estado, os pactos, a actuación diante das emerxencias, a actuación de Israel, etc.; mentres que Pedro Sánchez é un especialista en saír airoso das contradiccións).
E dado que a ideoloxía xa non ten importancia, os políticos dependen xa non dos votantes senón da vontade de quen os apoia económica e mediáticamente; e así teñen máis poder dez empresas que dez millóns de votantes, porque estes últimos son doadamente manipulables.
Así as cousas e dado que os que queren recibir un beneficio da política non poden ser fieis a unhas ideas, son fieis a unhas persoas... mentres esas persoas teñen algo de poder. E as que defenden ideas son apartadas ou fuxen elas soas.
Esa é a situación a nivel internacional, nacional, autonómico, local e, polo visto, tamén de barrio. E concordo en que co tempo pode levarnos a un disgusto gordo porque a adhesión fanática remata en tiranía.