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jueves, 27 de enero de 2011

Democracia lingüística

Mañana voy a hablar con la Escuela Gallega de Administración Pública (EGAP) para ver si consigo que a quienes leen este blog les den un título por seguir el curso que estoy haciendo de administración. Lo digo porque muchos de los contenidos al final salen aquí, sobre todo cuando son llamativos. Es el caso de hoy.

Ayer empezamos un módulo que explica cómo redactar correctamente documentos administrativos. Aunque la cosa iba de estética, cómo poner los párrafos, dónde poner las firmas y esas cosas, salió el tema del gallego, como no podía ser de otra manera, y de los muchos cambios que aparentemente se producen en la normativa de esta lengua.

Según el docente, un tipo realmente simpático que consiguió que el tostón del curso acabara a carcajadas, sólo hubo un cambio normativo en el año 2003, y ni siquiera fue tal cambio, sino que se alteraron las “recomendaciones”. Es decir, que en la mayoría de los aparentes cambios no hay tal modificación, sino que se da preferencia a una de las fórmulas. Los cambios son los siguientes:

  • Uso de la segunda forma del artículo: se pasa de decir “colle-lo vaso” a “coller o vaso”; “trae-lo libro” a “traer o libro… Siguen siendo correctas las dos formas, pero si bien se primaba anteriormente la del guión, ahora ya no.
  • Terminaciones en “-ería” pasan a “-aría”: Consellería, panadería, carnicería… pasan a Consellaría, panadaría, carnizaría… Lo mismo de antes, sigue siendo válido lo terminado en –ería, pero recomiendan la otra forma.
  • La tercera modificación es que en lugar de “ó” se pasa a “ao”: “vou ó médico” ahora es “vou ao médico”.

Hasta aquí todo muy bien, al menos en el plano teórico. Pero ahora viene la cuestión peliaguda: ¿Alguien conoce algún gallego que diga “panadaría” o “carnizaría”? No se trata de formas que se utilicen, principalmente porque suenan fatal para nuestro oído, igual que “Galiza” o “grazas”, fórmulas que tienen más de inventado que de otra cosa. Los cambios de la norma vienen de una “entente cordiale” entre las diversas corrientes lingüísticas (incluida la lusista) para unificar criterios.

Ahí es donde está el problema del gallego normativo: no se recoge el hablar de la calle y se traslada a normativa, sino que unos sesudos estudiosos del tema deciden que “a partir de ahora se dice de tal forma” y todos tenemos que acatarlo. La Real Academia Española hace al revés: no se dedica a innovar a lo tonto, sino que acepta incluir términos en el diccionario desde que su uso está extendido. Parece lo lógico que la RAE se convierta en el notario de la lengua, no en su amo. Sin embargo en Galicia no es así. Se busca la fórmula “correcta”, que casualmente suele ser la más diferente al castellano posible y habitualmente algo más cercano al portugués, aunque el término sólo se utilice en un pueblo perdido del Piornedo, o ni ahí. La democracia lingüística no existe en el gallego.

rae       real academia galega

Sólo hay que ver los lemas de ambas academias. La española dice que “limpia, fija y da esplendor”, la gallega dice, en latín, “Escoge. Expurga. Innova”. Más claro, agua. Una perfecciona, pule y promociona. La otra elige, censura e inventa.

La percepción que están consiguiendo imponer es la de que el gallego es una lengua de laboratorio, forzada. Por supuesto hablo del gallego normativo, no del que se habla en la calle o en casa, que es una cosa mucho más natural que la que nos tratan de imponer, y jamás me han preguntado dónde está la “panadaría” o la “carnizaría”. Les auguro un éxito rotundo en su imposición, porque es lo políticamente correcto, pero también que van a conseguir que se genere un rechazo contra nuestra lengua que nunca hubo anteriormente. El gallego siempre ha sido algo de esta tierra, querido y protegido por su uso. Con estas cosas, y la imposición lingüística, sólo van a conseguir que se le coja manía.

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