Leer seguidas estas dos noticias publicadas hoy en La Voz de Galicia revela mucho de cómo funciona la cutre y partidista política de hoy día. |
La política es una actividad noble, o al menos debería serlo. Etimológicamente la política es la gestión de los asuntos de la ciudad, la “polis”, y como tal es una acción que no sólo está restringida a los que viven de eso (alcaldes y concejales) sino que todos, en mayor o menor medida, estamos implicados en la gestión de nuestra ciudad, o deberíamos.
Sin embargo, el término está tan prostituido como su práctica y vemos que lo que debería ser una vocación de servicio público basada en intereses comunes, argumentos y proyectos se reduce a un cruce de “y tú más” y de groseras contradicciones que no aportan nada más que esa tensión cada vez más palpable, la que vemos crecer día a día.
En la prensa de hoy se recogen dos noticias que son el ejemplo perfecto de esta situación.
Por un lado la concejala Ana Abelleira (la misma que negó en un Pleno que hubiera problemas en La Milagrosa, barrio donde está ubicado Las Palmeras) sale a poner el grito en el cielo porque la Xunta de Galicia lleva seis semanas para informar el proyecto de la fábrica de la luz, que de tal sólo conserva el nombre (les recuerdo que nuestro bienamado gobierno local dejó caducar la licencia para generar electricidad allí, sin que hubiera consecuencia alguna para nadie, como siempre). Esas seis semanas suponen un terrible retraso según la concejala, que obvia que llevan desde 2022 con este tema dando vueltas por los despachos municipales. Pero esos tres años de retrasos continuados no son graves, lo grave son las seis semanas… y lo dice el mismo ayuntamiento donde las licencias, que por norma tienen un plazo de resolución de tres meses, tardan de media siete y no es raro que se retrasen un par de años.
Pero más allá de la contradicción de acusar a los demás de lentitud cuando se gobierna una institución a la que los caracoles adelantan raudamente, hay otra noticia que nos permite ver cómo la política cutre se ha adueñado de nuestras instituciones: “La nueva Comisaría sigue a la espera de que se apruebe el Plan de Infraestructuras de Seguridad”. Leyendo la noticia vemos que dicho plan está en un cajón y que no existe plazo alguno previsto para su aprobación, y de hecho hay dudas de que se vaya a llevar a cabo, con lo que la nueva comisaría está paralizada “sine díe”. Ahí, silencio municipal.
Observen la contradicción: de poner el grito en el cielo por seis semanas de tramitación en un proyecto que lleva más de tres años dando vueltas, al silencio absoluto frente a la paralización total de un proyecto que ni se sabe si se hará.
Eso no es política, es partidismo, y cutre además.
No se engañen, lo hacen todos en mayor o menor medida, el problema es que hemos pasado de que fuera una cosa testimonial, una desviación que se dejaba pasar con una cara de “ya están estos con sus tonterías” a ser el argumentario normal de las instituciones.
¿Cuándo hemos normalizado que las siglas colonicen los organismos públicos? ¿En qué momento aceptamos colectivamente que se conviertan los diarios oficiales y las páginas web institucionales en una mera extensión de los partidos políticos? ¿Desde qué mal día toleramos que se nos metan argumentarios inaceptables como verdades oficiales?
Y lo peor de todo, no sé si tiene solución, porque parece que la gente está encantada de odiar.
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