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viernes, 31 de mayo de 2013

La lengua de los presidentes

España tiene un complejo de inferioridad no sólo de difícil justificación, sino de imposible comprensión para mí, en un tema clave: el idioma. 

Sin ir más lejos, hay un cachondeo generalizado sobre las limitadas capacidades lingüísticas de nuestros presidentes, tanto regionales como nacionales, a la hora de hablar inglés, francés, alemán... A veces la guasa tiene justificación en las formas de hablar, como cuando Aznar dijo aquello de “estamos trabajando en ello” con acento de no se sabe dónde después de una reunión más bien corta con tejanos (me refiero a ciudadanos de Texas -Tejas-, no al pantalón), pero entiendo la ridiculez del acento, nada más. Al menos hablaba en castellano.

No entiendo dónde está el problema en que el Presidente del Gobierno de España no hable inglés, sobre todo cuando nuestro idioma es el más hablado del mundo después del chino mandarín. Más de 435 millones de personas hablan castellano como lengua materna, y cerca de cien millones más lo tienen como segundo idioma.

Presidir un Gobierno no es dirigir la Escuela de traducción e interpretación, y tengo mis serias dudas de que en cualquier otro país del mundo se ponga verde a sus dirigentes por conocer mal los idiomas ajenos. ¿Por qué el jefe del gobierno español tiene que hablar con el del francés, el alemán, el italiano o el inglés en sus idiomas y no ellos en el nuestro? ¿Qué trauma colectivo tenemos para decidir que la lengua más extendida del mundo no es la idónea para comunicarnos fuera de nuestras fronteras? Lo he dicho bien, el más extendido, que el chino como lengua materna lo hablan sólo en China, y ni siquiera en toda, mientras que el español es idioma principal en gran cantidad de países.

Cuando un español va a Italia no intenta chapurrear italiano, sino inglés. Ni siquiera nos percatamos de que el español es muchísimo más parecido al italiano que la lengua de Shakespeare, así que es mejor hablar buen castellano que mal inglés para entendernos en la tierra de Dante.

Tenemos que recuperar el orgullo de lo nuestro, y olvidarnos de esas campañas que, por razones personales en unos casos, políticas en otros, y económicas en muchísimos más, dinamitan desde dentro la idea de que en España también hay grandes cosas. El castellano es una de ellas.

Y, por favor, no se me ponga nadie nacionalista, que no estoy defendiendo nada de fronteras para adentro, estoy hablando de nuestro problema colectivo con los idiomas extranjeros. De lo otro si quieren hablamos otro día, y analizamos si Galicia puede tomar como propio el idioma en que Rosalía de Castro escribió “En las orillas del Sar” o era una víctima del “auto-odio”.

Si hay que cachondearse de cómo hablan nuestros representantes yo me apunto el primero, pero cuando hablan en castellano. A veces dicen unas cosas… y no me refiero al contenido sino a la forma de expresarse, a la incorrección lingüística, a la falta de respeto a la más elemental construcción gramatical. Esos “los ciudadanos y ciudadanas”, la introducción del lenguaje “políticamente correcto”, junto a los torpedos lanzados a la línea de flotación de la estructura de nuestro idioma por simple incultura y poco hábito de leer… Eso sí es dañino, y no que no sepan leer Hamlet en su idioma original.

Pero no leemos ningún artículo diciendo “fíjense que el Presidente ha dicho ‘me voy reunir’ en lugar de ‘me voy a reunir’”, para empezar porque a veces en la prensa no es que se utilice tampoco un castellano muy pulido.

Si queremos que se nos tome en serio en el mundo tenemos que empezar por hacerlo nosotros mismos. ¿Imaginan una campaña contra Cameron porque sólo habla inglés? ¿O contra Merkel porque sólo habla alemán? Yo no, y no sólo no la imagino sino que no me extraña que no exista.

jueves, 30 de mayo de 2013

Los deberes del niño

Un padre ha reclamado y conseguido que le quiten los deberes a su hijo. La cosa va de que hay una orden del 97 que dice que los niños de primaria no pueden tener deberes en el primer ciclo, y que sólo excepcionalmente podrán tener alguno en el segundo y tercero.

Vaya por delante que no soy pedagogo, pero bueno, tampoco somos ninguno futbolista, banquero o concejal y anda que no se opina de esas cosas en los bares, así que vamos al lío.

Creo que lo primero es situarnos, porque con tanta reforma educativa no hay quien se aclare. A día de hoy, la educación primaria tiene tres ciclos, a los que corresponden las siguientes edades: 1º ciclo de 6 a 8 años, segundo ciclo de 8 a 10 y tercer ciclo de 10 a 12 años. Vamos, lo que era antes de primero a sexto de EGB. Por lo tanto, el decreto prohíbe los deberes hasta los 8 años y los pone como algo excepcional hasta los 12.

En segundo lugar hay que definir qué entendemos por “deberes”. Los defensores de su implantación dicen que cuanto antes se empiece con un hábito de estudio, mejor, pero es que nadie dice lo contrario. Los deberes son tareas que los profes mandan para casa porque no les da tiempo a hacerlos en clase, imagino que principalmente porque se pasan la mañana persiguiendo a los gamberros que en su casa no reciben la más mínima educación. Lo de las “tareas de refuerzo”, a los 10 años, en mi opinión no tiene sentido ninguno.

Otra cosa es que tengas un hábito de estudio, que era lo que nos hacían a nosotros: tener una rutina diaria, de merendar y ponerte a repasar lo que hiciste en el cole, porque al día siguiente los primeros 10 minutos eran dedicados a tomar la lección a dos o tres niños al azar. Es decir, que sí había ese hábito de estudio, pero no la carga de tareas que tienen ahora. Es parecido, pero no es lo mismo. Lo primero te inculca responsabilidad, lo segundo presión.

Obviamente yo me baso en mi caso, aunque reconozco que como mi madre hizo magisterio (aunque ejerció poco tiempo) supo echarnos una mano sin hacer las cosas por nosotros, que esa es otra (hay niños que llevan los deberes mejor maquetados que una tesis doctoral). No soy una persona especialmente estudiosa, pero aun así tenía que dedicar todos los días un tiempo a “afianzar conocimientos” porque me mandaban mis padres y de aquella obedecías, ahora no estoy tan seguro.

Los deberes, como yo los entiendo, no deberían existir hasta secundaria como muy pronto. Que un chaval tenga que hacer un trabajo sobre la Revolución Francesa son deberes. Que tenga que leerse el tema porque en clase no dio tiempo a darlo, es reflejo de una mala planificación del calendario lectivo.

Entre la barbaridad de deberes que les mandan para casa y la apretadísima agenda de actividades extraescolares que los papás se obsesionan con que hagan los niños (también hay niños que quieren hacer muchas, que no todo es culpa de los padres aunque creo que sí en un altísimo porcentaje) los pobres tienen menos tiempo libre que Matías Prats, que entre el telediario y los anuncios no debe tomar ni café.

Y son niños, no lo olvidemos. Sus deberes son jugar, mancharse, hacerse heridas en las rodillas… esas cosas que te hacen ser feliz a los 8 años y que luego se pierden para nunca volver. No les quiten eso, por favor.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Monarquías

Aquello de “Santa Rita, Rita” no debe de decirse en ciertos círculos financieros. Como la monarquía está en horas bajas y parece que el Rey ya no es una opción tan rentable como hace unos años, los empresarios que le regalaron el yate Fortuna a Don Juan Carlos piden que les sea devuelto si éste deja de usarlo. 

Aquí hay varios frentes abiertos al debate. El primero es, obviamente, el que nos hace pensarnos con calma por qué cada empresario soltó 600.000 euros, que ya son euros, para juntar los 20 millones que costó el barquito. Quizás sean monárquicos acérrimos, admiradores de Don Juan Carlos, o, simplemente, aspirantes a título nobiliario de la Casa Real, pero no sé, a mí me suena un poco raro soltar esa pasta (insisto, 100 millones de pesetas por cabeza) que casi llegaría para hacer una nueva cafetería en Lugo. No llegaría, pero casi. 

Pero la cuestión riza el rizo cuando ahora se ponen en plan “pues si no lo usas, nos lo devuelves”. Les falta añadir “que ahora ya no nos sales rentable”. El Rey, como es su derecho, le ha cedido el yate a Patrimonio porque no están las cosas para pagar a lo tonto depósitos de combustible de 26.000 euros por llenado, o al menos no están para que los pague él y lo pongamos verde. Si los empresarios querían tener algún derecho sobre el buque, lo suyo sería que le cedieran a Su Majestad el usufructo del tema y no la propiedad, porque los regalos, regalos son, y si no era un regalo, no haberlo hecho. 

Una vez más mi admiración hacia los británicos tiene un pilar de apoyo adicional con el tema de la financiación de la monarquía. Allí saben que su reina es una de las mujeres más ricas del mundo, y también saben cuánto se paga a la Corona por su función. Aquí no hacen más que circular cifras disparatadas en un sentido u otro, como cuando se habla de la financiación de la Iglesia y esas cosas que tanto escuecen en nuestra tierra. 

Pero que la monarquía les cueste un riñón a los ingleses no parece preocuparles demasiado, siempre y cuando cumplan su función. Ya de tener algo caro, al menos que funcione bien, imagino que piensan. Ponen 48 millones de euros anuales de los que el Parlamento revisa las cuentas, al igual que cualquier ciudadano que puede consultar hasta el consumo en papel higiénico de Su Majestad. Así se gana a un pueblo, siendo transparente y profesional. 

Tres hurras por la Reina
(Para ver el vídeo abrir en pestaña nueva)
El otro día, buscando otra cosa en Internet me encontré con un vídeo del “Diamond Jubilee Concert”, que viene a ser una celebración de los 60 años de reinado de Isabel II de Inglaterra. Me pone los pelos de punta ver a esa multitud cantando el “Dios salve a la reina” ante una Isabel II a la que se ve con cara de susto, quizás porque los británicos tienen poca experiencia en mostrar emociones en público de esa manera. 

En nuestro país, si se hace un concierto similar para que alguien trincara comisiones (es lo que parece acostumbrado) en cuanto saliera la bandera de España se escucharían gritos de “¡fachas!" y cosas similares. Es nuestra naturaleza. En el vídeo que les enlazo pueden ver una macro bandera inglesa proyectada sobre el Palacio de Buckingham y a la multitud dándole a la banderita. Impresionante. Supongo que la música también influye, porque en nuestro país no tenemos ningún himno que cantar juntos y eso, quieran que no, une mucho.

Hay veces que siento envidia de lo que veo fuera.

martes, 28 de mayo de 2013

Aparcar en el Fluvial

Hoy no creo que haga muchos amigos con lo que les voy a decir, pero bueno, ya saben que lo de ser políticamente correcto no es lo mío. 

Lo de dar misa y estar repicando está a la orden del día, y muchas personas que deberían estar calladitas salen a voz en grito a pedir que les solucionen problemas que ellos mismos han creado. Quien dice personas dice también sociedades, clubes, asociaciones y organismos, que de todo hay en la viña del Señor. 

La primera parte del lío fue la peatonalización (en mi opinión obvia) del llamado puente romano. Aquí quienes protestan son quienes mantuvieron no sólo un silencio cómplice con una obra faraónica que no sirve para nada (el mamotreto ese que cruza las aguas río abajo) sino que aplaudieron fervorosos al “superministro”, hoy en el banquillo, que les iba a arreglar la vida. Pues se han lucido. 

Ahora le toca el turno a los aparcamientos del Club Fluvial. Tras décadas de mamoneo en que intentar dejar el coche en la zona o, lo que es peor, cruzar por allí para ir a otro sitio, era una hazaña, el Ayuntamiento dice que va a peatonalizar la calle que lleva a la veterana sociedad y la lía parda. Por supuesto, ante las previsibles protestas, ahora matizan y dicen que no, que no van a prohibir pasar sino a “ordenar” la zona. Pues oiga no es tan difícil decir las cosas bien a la primera. 

A veces parece que empiezan por un planteamiento de máximos para poder rebajarlo y parecer razonables, y si nadie dice nada, pues ya saben “si cuela, cuela”. 

Comprendo que es un coñazo ir al Fluvial sin coche, o usando esos transportes públicos que en Lugo nos escuecen tanto, pero eso de que haya un atasco continuo en una zona porque hay una sociedad privada tampoco lo acabo de ver muy claro. 

El gran problema de todo esto es que no tiene una fácil solución. En la zona no hay terrenos disponibles para poner aparcamientos, ya que frente al Fluvial lo que hay es un talud casi vertical de difícil habilitación para vehículos, y las cabras son incomodísimas como montura. 

Qué quieren que les diga, en otras zonas de la ciudad (léase zona centro) sí hay espacio físico para aparcar y nos tienen machacados con la ORA y la reducción de plazas cada vez más acusada. No me entiendan mal, no se trata de un “si me jodo yo se jode todo el mundo”, sino más bien de no aplicar esa asimetría que ahora parece que está tan de moda. 

Creo firmemente que la calle Fermín Rivera (se llama así, ya saben…) debería reorganizarse con criterios objetivos. Buscar la seguridad, la fluidez del tráfico y el máximo de plazas de aparcamiento que permita el respeto a los dos primeros criterios. Si salen 40 plazas, salen 40, y si salen 20, salen 20. Y tal vez no estaría mal permitir una pasarela de madera que cruce el río entre el Fluvial y la orilla contraria para dar un nuevo acceso desde una amplia zona de aparcamiento. 

Evidentemente el problema es que hay muchos socios en el Fluvial y muy pocas plazas para aparcar. Ese problema ya existe, así que imaginen si se reducen aún más las plazas. Pero, y sé que esto no va a gustar, eso es un problema del Ayuntamiento sólo hasta cierto punto. La administración tiene que velar por la seguridad y que el tráfico sea lo que tiene que ser, no por facilitar el acceso a los jugadores de paddle o como demonios se escriba. Si a la sociedad no le llegan las plazas, que sacrifique parte de su terreno y haga un aparcamiento, si es lo que los socios quieren. 

Si yo fuera el Ayuntamiento les daría una opción: poner una línea de autobús que pase por delante del Fluvial para que puedan dejar el coche en casa, aunque sé que el deporte sólo se hace desde que se cruza la puerta del gimnasio, y no andando hasta la parada de autobús, que eso es como muy proletario. 

De todas formas, y sin quitar la razón al Ayuntamiento en querer meter mano en esa calle, que da pena, les diré que es sorprendente que hoy mismo se vayan a aprobar 600.000 euros de subvención a una entidad privada mientras que a otra, más utilizada por el “deporte de base” se le pongan palos en las ruedas. No me acaba de encajar. También llama la atención tanta preocupación ahí y tan poca con el embotellamiento que hay en la conexión con la carretera vieja de Santiago. Y eso que la casa que provoca el tapón está en venta...

lunes, 27 de mayo de 2013

Élites universitarias

La lio Umberto Eco hace unos días al decir que la universidad ha de ser elitista. Es la típica declaración que si no viene seguida de una larga y sesuda explicación te hace quedar como un snob, que como deberían ustedes saber, y si no ya estoy yo aquí para informarles, es una abreviatura inglesa (s.nob.) que significa “sine nobilitate”, es decir, sin nobleza. 

No sé en qué sentido dijo lo que dijo el señor Eco, y me da pereza leer la conferencia completa. Si han leído ustedes “El nombre de la rosa” se habrán percatado de que este señor dice con miles de palabras lo que se puede resumir en unas pocas frases. Debe de ser una de las pocas obras que mejora notablemente con la película. Además, un libro que está escrito en una parte considerable en latín sin que se molesten en incluir la traducción al idioma que uno pretendía leer es un signo, como poco, de pedantería. 

Pero aun así, le tengo que dar la razón al señor Umberto Eco, siempre y cuando lo haya dicho por lo que yo quiero imaginar que lo ha dicho. La universidad ha de ser elitista sin lugar a dudas. El otro día leyendo comentarios sobre el tema en La Voz de Galicia la gente se echaba las manos a la cabeza cuando leía esto, pero porque tenemos la tonta manía de llevar todo al campo económico. Si a veces damos asco. 

Personalmente estoy convencido de que no todo el mundo debería poder estudiar una carrera, y que es fundamental que en este país las profesiones que no son de cuello blanco también sean reivindicadas como algo digno. No sé ahora cómo están las cosas entre los adolescentes, pero en mi época de estudiante la universidad era la salida “natural” desde COU y a la gente que hacía algo tipo F.P. casi se les miraba mal. Yo ahí, quizás porque pasé antes de eso por el trago de trabajar un poco (recuerden la historia del mono azul, aunque tampoco me voy a hacer aquí el niño explotado, que no es eso), no le daba mayor importancia a elegir una u otra salida. 

Ahora bien, ¿el elitismo ha de ser económico? Rotundamente no. Es una obviedad que la universidad tendría que elegir a sus alumnos siguiendo criterios exclusivamente académicos y, una vez realizada la lista de admitidos siguiendo ese baremo, evaluar la economía de cada cual y, si resulta que el aspirante no tiene medios, proporcionárselos. La universidad ha de ser el centro de estudios de los mejores, no de los más pudientes, así que no me vengan con que el elitismo que yo defiendo es de pijos, porque nada más lejos. 

Por supuesto mi plan crea dos inconvenientes evidentes. El primero es decidir qué hacemos con las universidades privadas. Si dejamos abierta la puerta a que estas empresas, que es lo que son, admitan a la gente a las carreras que imparten con libertad entonces sí crearíamos una coladera para niños tontos hijos de gente rica. Lo contrario, ponerles trabas en ese sentido, rechina duramente con mi convicción liberal… dura confrontación entre principios… 

Facultad de Ciencias Políticas de Santiago,
donde lo pasé como un enano

Se me ocurre, sin darle muchas vueltas, una solución intermedia: instaurar una prueba general para cada grado (me gustaba más cuando se llamaban licenciaturas) para poder obtener el título si estudias en la privada. Es lo que tiene el sector público, que tienes la sartén por el mango al redactar tú las normas, pero tiene su lógica. Obviamente las universidades públicas ya cumplirían el mínimo requerido, ya que son las que marcan la pauta, con lo que en las privadas sería de sentido común que, para poder equiparar el título, sus estudiantes demostraran los conocimientos que se adquieren en la otra. Es una posibilidad. 

El otro problema es que si los críos vienen de colegios privados es muy común pensar que se les van a inflar las notas para colarlos en la universidad que quieran. Bueno, eso es tan sencillo como hacer un examen de ingreso, y ya está. ¿Es duro? Por supuesto, pero también lo son las oposiciones y nadie pone en duda su idoneidad para la selección de personal público. 

Lo que está claro, en mi modesta opinión, es que no tiene sentido que cualquiera, por zote que sea, tenga libre acceso a unos estudios que nos cuestan una pasta como colectivo (no creerán que con la matrícula se paga todo el curso, ¿verdad?). Hay que poner un límite y me parece inaceptable que esa barrera sea económica. 

A la universidad, los mejores. Di tú que yo probablemente no habría podido poner un pie en Santiago si hubieran seguido mi propio criterio, pero las convicciones no siempre tienen que estar de acuerdo con lo que a uno le interesa.

viernes, 24 de mayo de 2013

V.- El descafeinado

Las cuatro historietas que les conté estos días hablan de una mujer independiente, noble, de principios, generosa en el mejor de los sentidos y que supo poner freno a la ambición. Pero además no conozco a nadie con más fuerza de voluntad que Emilia, ni tampoco a una persona que dominase su fuerza de carácter como lo hacía. Cualquiera que la conociera de mayor vería una mujer tranquila, cosa que habitualmente se confunde con una personalidad débil. Nada más lejos. Eso es tan equivocado como no distinguir entre la bondad y la estupidez, que tanta gente parece no diferenciar. Doña Emilia era lo que llamamos una “mujer de paz”, pero con una voluntad de hierro. Le encantaba la tranquilidad y no quería tener conflictos, pero sabía perfectamente lo que quería y no se dejaba manejar por nadie.

Casi todos los lunes íbamos a comer fuera. Hace pocas semanas Emilia estaba un poco fastidiada del estómago así que comió algo ligero. Al terminar pidió un café descafeinado y mi madre le dijo algo como “mamá, como hoy no estás bien de todo del estómago a lo mejor deberías tomar algo más ligero, una manzanilla…”. Mientras escuchaba esto mi abuela asentía, aparentemente convencida. Levantó la vista, miró al camarero y le dijo tranquilamente: “yo, un descafeinado”.

Tampoco es que no se dejara convencer, simplemente valoraba lo que le decían, lo sopesaba, y luego hacía lo que le venía en gana. El lunes de la semana pasada estuvimos comiendo en una terraza de la Plaza de España (ya ven, lo que es la vida…) y pidió el descafeinado con hielo. Como aún no hacía buen tiempo “de verdad” le dijimos que a lo mejor le podía provocar un catarro o algo y se lo tomó sin hielo, bien caliente como a ella le gustaba. Vamos, que ni se dejaba manejar ni era cabezota para hacer lo contrario de lo que le decían. Escuchaba y decidía, pero no discutía, no le gustaba nada.

Corolario:

Ya han visto que la última historia de las cinco que les prometí es sobre un descafeinado. Les había advertido que no eran grandes temas sobre el futuro de la humanidad, pero qué quieren que les diga, para mí estos detalles son tan importantes o más porque la vida no está hecha de grandes guerras sino de días normales con sus pequeñas batallas, y es ahí donde hay que demostrar las cosas. Es muy fácil ser una gran persona en momentos importantes, en que te puedes pensar todo, pero es más difícil serlo en el día a día, por naturaleza, como primera reacción. Sólo he pretendido que, ya que eso no deja de ser un blog personal, conozcan ustedes un poquito más a Doña Emilia si no tuvieron la suerte de tratarla.

Un amigo (gracia Magín) nos hizo esta foto hace tiempo
sin que nos enterásemos, ahora se agradece aún más
He tomado cinco historias de las muchas que viví con ella o que me contó. No pretendo con eso reflejar aquí su vida, sino una pequeñísima porción de una personalidad rica y admirable. Vale que todo el mundo seguramente piense eso de sus mayores, pero yo tengo elementos objetivos para afirmar que mi abuela era única. De hecho no conozco a nadie que, como mínimo, no la respetara profundamente. Me quedan muchísimas más cosas que contar pero tampoco quiero abusar.

Un blog es, en definitiva, un diario puesto en la red y como tal mezcla una pizca de narcisismo (creer que uno tiene algo que decir) con un bastante de terapia, al menos en mi caso. Les parecerá una tontería pero me ha venido bien escribir esto. La semana que viene volveremos a hablar de otros temas.

jueves, 23 de mayo de 2013

IV.- Generosidad y champiñones

Cuando piensa en el término “generosidad” a la mayoría de la gente automáticamente se le va cabeza a la cartera. Debe de ser que somos una especie cada día más rácana y materialista, pero la historia que les voy a contar hoy es sobre la generosidad pura, la que no piensa en euros ni lleva el "debe" y el "haber" de los favores o los detalles. 

Durante muchos años mi abuela iba a Canarias unos días en invierno. Tenemos allí familia a la que le gustaba visitar y por eso jamás cambiaba de destino. Siempre la acompañaba mi madre y, según el año, unas veces unos y otras veces otros familiares de aquí. Cuando terminé la carrera me ofreció ir con ellas y, claro, me faltó tiempo. Allá nos fuimos mi madre, ella y yo. Estuvimos en Tenerife y después en Lanzarote.

Precisamente en esa segunda isla, en Lanzarote, fuimos a comer a un precioso restaurante que, según recuerdo, tenía una parte del comedor suspendida sobre el mar, y en la carta había champiñones al ajillo. Los pedí porque nunca los había probado (ya me dirán, una cosa tan tonta, pero a mis 23 años de entonces no me había coincidido, siempre los tomaba a la plancha). Me gustaron muchísimo y mi abuela, que como sabrán era una excepcional cocinera, me dijo que ya me los haría alguna vez, que ella le salían “bastante bien”. ¿Bastante bien? Se quedó muy corta. Eran algo espectacular. 

¿Qué tiene que ver esto con la generosidad?, me preguntarán. A eso voy ahora. 

En aquellos años mi abuela aún vivía en su casa (después se fue a vivir con mi madre) y comía todos los días en el Verruga, salvo los lunes, que como cerraba íbamos nosotros a comer habitualmente a su casa o salíamos todos juntos por ahí. Desde aquel viaje, todos los lunes que comimos en su casa sin ninguna excepción, todos, tuvimos champiñones al ajillo de entrante. Daba igual la comida que hubiera después. Como sabía que los champiñones me encantaban nos los puso todas las semanas durante años. Jamás me cansé de ellos porque no se imaginan lo ricos que estaban. Les puede parecer una tontería, pero a mí no, me parece un símbolo.

Estar pendiente de los demás no es preguntar siempre “¿te apetecen champiñones?”, es hacerlos. Muchas veces hay gente que parece que te pregunta las cosas para que les digas que “no, que no hace falta”, “no te preocupes”, “déjalo”… una forma sencilla de quedar bien y no molestarse demasiado. Doña Emilia no hablaba, hacía.

Se preocupaba por los demás pero no hacía alarde de ello. Nunca anunció lo que iba a hacer con los champiñones, simplemente lo hizo. No esperaba ni siquiera gratitud, y eso lo demostró con algunas personas que nunca se la demostraron a pesar de que deberían besar por donde pisaba. Lo hacía por los demás, no por querer que le “devolvieran el favor”. Si ustedes conocen una definición mejor de generosidad, me la dicen. A mí no se me ocurre. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

III.- Los límites de la ambición

Fueron pasando los años y la que era una taberna se convirtió primero en una casa de comidas, y luego en un restaurante. Era esa época de finales de los años 60 y primeros de los 70 en que el “milagro español” hacía que los negocios prosperasen siempre que se trabajara, y más si se trataba de un restaurante con Emilia en los fogones. En 1.969 el Verruga recibió la “placa al mérito turístico”, el premio más prestigioso que había en la época a nivel nacional (lo concedía el Ministerio de Turismo) y así se reconoció el trabajo con que Emilia y Cándido sacaron adelante el Verruga durante años. 

Entonces surgió la idea: un gran local de banquetes. Parecía el siguiente paso lógico, ya que el local del Verruga es muy reducido. Para poder superar las limitaciones físicas del restaurante se propusieron abrir una “filial” de mayor tamaño en que se pudieran ofrecer grandes comidas para bodas y cosas de ese tipo. 

Compraron un local en la calle Camiño Real, de aquella 18 de julio, y empezaron a buscar el equipamiento necesario. Miraron mesas, sillas, mantelería, cubertería, cristalería, personal, lámparas… bueno, todo lo que se puedan imaginar. 

Y poco antes de ponerse a ello en serio, de hacer los pedidos del material y contratar al personal… Emilia decidió que no, que prefería dejar las cosas como estaban. Cándido se sorprendió bastante, porque la inversión más grande, el propio local, ya estaba hecha, pero Emilia le convenció. El Verruga les daba ya una buena rentabilidad (era una época próspera) y mucho trabajo, ¿para qué complicarse la vida más aún? 

Mi abuela se levantaba todos los días tempranísimo. Antes de las ocho de la mañana estaba en la plaza de abastos para buscar las cosas más urgentes. En aquella época se hacía la compra en el mercado y no era habitual, como ahora, encargar casi todo directamente a lonjas y marineros. Todo Lugo sabía que si querían comprar lo mejor de la plaza tendrían que madrugar más que ella, cosa difícil, y llegar antes a los puestos. Enviaba al restaurante los productos más urgentes, desayunaba en la cafetería del mercado, y luego seguía haciendo su ruta diaria para completar su amplia cesta de la compra. A continuación se metía en la cocina del Verruga hasta que salía el último comensal. Por la noche, otro tanto de trabajo de cocina. No me quiero ni imaginar cuántas horas echó frente a la cocina de carbón, del Verruga ¿De dónde iba a sacar el tiempo para otro local? ¿De sus casi inexistentes minutos libres? 

Una de las más grandes lecciones de vida que me enseñaron mi abuela y mis padres, que la asumieron como propia, es esa: a partir de un mínimo que te permita vivir con cierto desahogo… el dinero no lo es todo. Trabajar a destajo para conseguir un nivel de vida razonable sí, pero hay que saber parar llegado un punto. Dónde está ese punto es una cuestión que cada uno ha de resolver personalmente.

Probablemente el local de banquetes les habría ido muy bien, pero a costa de sacrificarse aún más. Si eso lo hubiera sostenido una persona vaga tendría una credibilidad relativa, pero dicho por una persona que luchó como una leona y trabajó la barbaridad de horas que echó ella durante años, es una lección de la que tomar nota. No es un canto a la vagancia, sino a la importancia del tiempo, nuestro bien más escaso.

La hostelería es muy dura, razón principal por la que yo mismo escapé de ella como del fuego. Tiene unos horarios espantosos y, encima, se completa con un calendario de trabajo surrealista. Para hacer vida familiar es lo peor, ya que cuando los hijos tienen vacaciones es cuando los padres más trabajo tienen, y viceversa. Si les soy sincero aún no tengo muy claro cómo hicieron mis padres para que todos los recuerdos que tengo yo de mi infancia sean con ellos, porque no es nada fácil. 

Si a eso le añades un segundo negocio, que duplica todas las preocupaciones y problemas, entonces directamente renuncias a la poca vida personal que te queda. Estás vendiendo tu propio tiempo libre y la única cosa que no se puede recuperar ni comprar por mucho que ganes es, precisamente, el tiempo. 

Como segunda parte de esta misma filosofía, cuando se jubiló dejó el restaurante en manos de mis padres, lo que es mucho más difícil de hacer que de decir. No todo el mundo sabe dar ese paso y vemos que la mayoría de los empresarios que levantaron un negocio gastan sus últimos y preciosos años en “vigilar” que todo siga como ellos consideran que tiene que seguir. Es un error que Emilia no cometió. 

Mi abuela tuvo una larga y próspera vida, y no desperdició ni uno solo de los días que vivió. Aunque tuvo una profesión que no facilitaba precisamente el ocio, y que le restó más tiempo con los suyos del que le hubiera gustado, supo poner freno a la ambición y buscar un límite razonable. Algo muy complicado de hacer. Algo que hay que aprender.

martes, 21 de mayo de 2013

II.- Confianza


Ya casados Emilia y Cándido se trasladaron a vivir a La Coruña. Montaron un bar llamado El Cascabel (que, por cierto, aún existe). Unos malos negocios relacionados con la construcción (esto debería sonarles que estamos igual ahora) les hicieron volver a Lugo prácticamente arruinados, y mi abuelo se puso a trabajar en un almacén de “coloniales”, como se llamaban entonces, de don Ramón Jato. 

Mis abuelos querían prosperar y deseaban abrir un negocio, así que surgió la posibilidad de coger el traspaso del Verruga, una taberna de la calle de la Cruz que hasta tenía el suelo de tierra en la parte trasera, para que se hagan ustedes a la idea. El traspaso ascendía a 45.000 pesetas, que mis abuelos, por supuesto, no tenían. 

Don Ramón Jato llamó a mis abuelos a su despacho y le dio a Emilia un paquete envuelto en periódicos diciéndole algo así como “Emilia, cuando pueda me lo devuelve”. Dentro había 50.000 pesetas, que en la época era una pasta: 45.000 para el traspaso y 5.000 para gastos que pudieran tener para hacer alguna pequeña reforma o lo que necesitaran. 

No se firmó un papel, no había notario, ni siquiera testigos. Si mis abuelos hubieran negado más tarde haber recibido ese dinero Don Ramón no lo habría podido recuperar jamás. Por supuesto ni se les pasó por la cabeza. Al cabo de unos años de duro trabajo mi abuela le devolvió el dinero. 

La verdad es que puede parecer que esta historia demuestra más el carácter de Don Ramón que el de mi abuela, pero es porque lo vemos con el punto de vista del año 2013. En 1.951 una mujer no podía hacer absolutamente nada sin la autorización de su marido: no podía poner una denuncia, firmar un crédito, cobrar una herencia de sus propios padres y, mucho menos, recibir un préstamo para montar un negocio. Tengo una copia por ahí de la “autorización marital” que tuvo que firmar Cándido para que Emilia se pudiera encargar del negocio. 

Sin embargo Emilia era una mujer que siempre superó esas barreras, por supuesto gracias también a que mi abuelo era una persona que hoy consideraríamos “normal” en ese sentido. Imagino que de aquella sería poco menos que revolucionario. Nunca se interpuso en nada y siempre vio con una absoluta naturalidad que su mujer llevara las riendas de un negocio en el que él, por otro lado, fue una parte imprescindible. 

Pero, sin infravalorar ni un ápice el mérito de Cándido, a quien Don Ramón le dio el paquete y su seguridad fue a Emilia. En una época como la que les estoy describiendo no deja de tener su importancia que inspirase tal confianza. Respondió a ella con total responsabilidad. 

Hoy día incluso con un documento ante notario uno no está muy convencido de que los demás vayan a cumplir los pactos, ya que en nuestros días la palabra, el honor, la decencia… son términos que parece que muchos consideran sinónimos de “estupidez”. 

Puede encontrarse una contradicción entre lo que les estoy diciendo y lo que les contaba ayer sobre que a Emilia le importaba un cuerno el “qué dirán”. No hay choque alguno entre ambas cosas: mi abuela no se abochornaba de aquello que le parecía digno, lo que no quería es tener que sentirse avergonzada de sí misma, y ahí está la importancia del matiz. 

Su escala de valores era lo importante. No llevaría bien que alguien le pudiera afear lo que ella misma consideraba “malo”, pero le resbalaba lo que opinasen sobre lo demás. Hay que tener una personalidad muy fuerte para poder sobrellevar eso, y más en ciertas épocas. Ella la tenía, y les garantizo que mantenía sus valores a rajatabla.

lunes, 20 de mayo de 2013

I.- El mono azul

El pasado miércoles día 15 de mayo nos dejó una de las personas a las que más he querido. Mi abuela Emilia, persona muy conocida en Lugo por haber sido la fundadora del Restaurante Verruga, falleció plácidamente mientras dormía la siesta. Se marchó como era, con tranquilidad y sin estridencias, con la nobleza natural que la caracterizaba. 

Esta semana les voy a contar cinco historias sobre mi abuela. Seguramente no tienen una relevancia especial en la Historia de Lugo con mayúsculas, aunque para mí son importantes. Tampoco son especialmente cómicas. Simplemente son cinco pequeños relatos que reflejan otros tantos aspectos que yo considero fundamentales de la personalidad de Doña Emilia, como siempre la llamábamos a pesar de tutearla. 

La primera de nuestras historias nos lleva a los tiempos cercanos a la guerra civil. Emilia había venido a vivir a Lugo desde su casa natal, que se llamaba San Isidro (curiosamente, el patrón de esta casa es el 15 de mayo, fecha en que falleció), en el ayuntamiento de Guntín, a escasos metros del límite del ayuntamiento de Lugo. 

Se instaló en la calle de la Tinería, que actualmente tiene una fama espantosa pero que es su época era la zona más noble de Lugo, como costurera en un edificio que estaba en el patio trasero de lo que hoy es la oficina de turismo de la Xunta de Galicia en nuestra ciudad. 

En la época de que les hablo Emilia acababa de conocer a un apuesto joven llamado Cándido Real, que era uno de los pocos mecánicos de los escasísimos coches que existían en la época. Al poco tiempo de conocerse empezaron a pasear juntos, que era la versión de aquel tiempo de “salir”. 

Un día, al poco de conocerse, Cándido fue a buscar a Emilia con el mono de faena. Estaba sucio, con manchas de grasa. Le propuso a la que sería mi abuela salir a dar un paseo y Emilia le dijo, sin dudarlo, que sí. Años después Cándido le contó que si ese día no hubiera querido pasear con él, habría dejado de ir a buscarla. Mi abuelo estaba orgulloso de aquel mono, e incluso de esas manchas de grasa porque eran el reflejo de su trabajo, de la profesión que tanto le apasionaba porque si había algo que le enloquecía eran la música y los coches. Ganarse la vida honradamente tampoco era algo que le tuviera que avergonzar ni mucho menos. 

Fíjense ustedes qué cosa tan tonta. Si mi abuela hubiera sido una de esas personas que sólo piensan en las apariencias, el “qué dirán”… la historia de mi familia habría acabado antes de comenzar. No se equivoquen, era una mujer coqueta a la que le gustaba ir arreglada, pero si algo valoraba Emilia era el trabajo, y entendía que había un momento para una cosa y otro para la otra. No dejó de dar un paseo con el chico que le gustaba y que sería más tarde su marido por unas manchas de grasa o un uniforme de trabajo. 

Muchos años después, cuando yo empecé a echar una mano en el restaurante de la familia, tuve que salir a llevar una comida a una casa. Tendría unos 14 o 15 años más o menos. Iba con el uniforme de camarero: pantalón negro, camisa blanca y chaleco. Me encontré con una persona conocida y me paré a saludar. A la tercera frase me dijo “bueno, me marcho que no quiero que me vean contigo vestido así”. 

Dos formas de ver la vida, la “oigh por Dios” y la que se enorgullece de su trabajo, sea el que sea. No les pregunto cuál consideran más acertada, porque me decepcionaría profundamente que dudaran aunque fuera un segundo. 

Mañana les cuento otra.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Bajo sospecha

En contra de mi política de esperar a la sentencia para darle vueltas a un tema judicial, creo que las acusaciones que contiene el auto de la jueza Pilar de Lara, en que afirma su convicción de que Orozco ha recibido, junto a Liñares, los famosos sobres con 2000 euros mensuales, merece algún comentario. Con la creencia en la honradez de Orozco me pasa lo mismo que con mi convicción sobre la permanencia de la Casa Real: se mantiene pero cada vez con menos energía. 

Sigo manteniendo que Orozco no debe dimitir (no creo que tarden mucho en salir voces en ese sentido) si es inocente, cosa que sólo saben unas cuantas personas incluido él. La presunción de inocencia se ha de mantener sea cual sea el delito, y salvo que existan pruebas públicas y tangibles, cosa cada vez más difícil de creer en esta época en que una foto puede ser trucada con una facilidad asombrosa. 

Pero el auto de la jueza deja un margen bastante escaso a la imaginación. Afirma con una rotundidad absoluta su convicción de que en la trama de las empresas concesionarias de la grúa y la ORA la mano negra de Liñares contaba, no sólo con la aquiescencia sino con la complicidad directa del señor López Orozco. 

Quienes afirmaban que Camps era un cadáver político porque los jueces decían ciertas cosas en sus autos son, curiosamente, los que hoy afirman que respaldan a Orozco y ponen la mano en el fuego por él. ¿Qué pasaría si se demostrara su culpabilidad con todas esas personas? ¿Se irían a la unidad de quemados urgentemente? 

Supongo que el reciente apoyo de Orozco a Besteiro para las “primarias” (mira que me cuesta llamarlas así) del PSOE gallego se puede convertir en un arma de doble filo. Está muy bien que te apoyen, pero si el que lo hace está bajo la alargada, y difícil de lavar, sombra de la sospecha… ya no es exactamente lo mismo. 

El Presidente del PSOE gallego, alcalde de Lugo, está bajo la lupa de la justicia, y parte del problema al que se enfrenta es la lentitud judicial. Llevamos diez años dando vueltas a la “operación Muralla”, y aún estamos así, a la espera. 

A ver lo que tardan con esto. Espero que poco, sea en el sentido que sea, porque la ciudad no puede estar cruzada de brazos mientras abrimos los telediarios una vez más.

martes, 14 de mayo de 2013

Dinero público, dinero privado

Estuve a punto de ir a urgencias por lo preocupado que me dejó estar de acuerdo con el BNG en algo. Luego reflexioné que no, no es que yo esté de acuerdo con los nacionalistas, es que ellos están de acuerdo conmigo, que no es lo mismo. Es que yo soy liberal de antes que ellos, que parece que se suben ahora a este carro al que tanto han denostado en el pasado y volverán a criticar en un futuro próximo. 

Verán, sale a la palestra la noticia de que el Ayuntamiento está dispuesto a adelantar las subvenciones de tres años al C.D. Lugo (por un importe de 600.000 euros) para echar una mano en reunir los famosos tres millones que el club necesita para la conversión en S.A.D. El BNG por su parte dice que no está de acuerdo con que se aporte dinero público para una cosa semejante, y yo tengo que decir que estamos de acuerdo en eso, totalmente además. Yo iría aún más allá: ¿por qué se le dan 200.000 euros al año a un club de fútbol?

A lo mejor estaría bien pedir que ese dinero que quieren destinar al C.D. Lugo lo gasten en otros temas de cierto interés, como por ejemplo la conversión del antiguo Hospital de San José en una residencia para mayores, o en un hogar de acogida para personas sin hogar... no sé, por si parece más interesante gastar ese dinero en los ciudadanos que en darle patadas a un balón.... 

Si el Lugo necesita tres millones de euros y la ciudad realmente se quiere implicar lo suyo es que lo aportemos entre todos, pero de forma individual y ciudadana, no diciendo “para eso pago impuestos”, porque yo, personalmente, no pago impuestos para eso y entiendo que mucha más gente tampoco. 

Ni siquiera hablamos de muchísimo dinero. Si necesitan tres millones de euros y en Lugo, según el censo del 2012, hay 98.457 personas, un matemático, por malo que sea, les podrá decir que salimos cada uno a una media de 30,47 euros. Por supuesto que hay gente que no puede aportarlos, pero también hay muchos que pueden aportar más, es lo que tiene hacer una media. 

Precisamente con más razón por estar como está la cosa, en este momento complicado, lo suyo es que las administraciones gasten el dinero en lo necesario y no en lo superfluo (y el fútbol, aunque no lo crean, no es un bien de primera necesidad como el pan o el agua corriente, lamento ser yo quien les traiga esa noticia). Si tan positivo es para la ciudad, si tan importante es para Lugo, los lucenses hemos de responder. 

Yo considero importante que el C.D. Lugo siga en la categoría en que está, y según nos cuentan es obligatorio lo de pasarse a Sociedad Anónima Deportiva. Pues vale, estoy dispuesto a echar una mano y comprar acciones, y les doy mi palabra de que hoy mismo me acercaré a la oficina que tienen para esto, en la calle del Teatro, ya que durante este mes de mayo se acaba el plazo para adquirir acciones y ya no hace falta ser socio del club. Yo no lo soy porque no me gusta el fútbol, pero como lucense considero importante que el equipo salga adelante.



Pero eso es una cosa, el compromiso que personalmente cada uno tiene que asumir si considera este tema de interés, y otro que sean las administraciones públicas las que tienen que aflojar la mosca. Quizás sea ese el matiz, que el dinero público “no duele”, porque no hay conciencia de que es nuestro dinero. 

Si nos pasamos la vida diciendo que la administración no puede malgastar, que “los políticos” no pueden considerar que ese dinero es suyo y que han de asumir que es de los ciudadanos, que hay que ajustar los presupuestos, que no se puede gastar en lo que no es necesario… nosotros mismos somos los primeros que tenemos que asumir eso, y si no estamos dispuestos a poner unos euros de forma privada, tampoco podemos pedir que la administración los aporte de forma pública. 

Como liberal que soy, estoy totalmente en contra de casi todas las subvenciones que existen, incluidas las que se otorgan alegremente a las empresas para que sobrevivan artificialmente (incluso a sectores productivos enteros que no son viables) mientras que nos cobran unos impuestos desmesurados que, encima, no se destinan a cubrir necesidades reales de los ciudadanos sino a hacer cosas como prejubilar a gente en perfecto estado de salud físico y mental. Si además esas subvenciones van a un tema totalmente superficial como es el crear una empresa de fútbol ya ni les cuento. No estamos hablando de “invertir en deporte” (construir unos campos de fútbol o unos lugares de esparcimiento para que la ciudadanía haga ejercicio) sino, insisto, de financiar la creación de una empresa. 

Probablemente muchos piensen que el artículo de hoy va contra el C.D. Lugo. Nada más lejos. Si les estoy diciendo que yo voy a meter dinero en eso no veo mejor forma de animar al personal, otra cosa es que no me crean... Tampoco creo que el cine o los libros tengan que estar subvencionados y me paso un montón de horas viendo películas y me encanta la lectura. Sólo que no considero que todo aquello que sea “interesante” o “importante” tenga que estar chupando de la teta colectiva. 

Vayan cuanto antes y compren acciones del Lugo. A la ciudad de va a venir de maravilla. Al presupuesto municipal también.

lunes, 13 de mayo de 2013

La camiseta

La Historia es, junto a destrozar el planeta, lo que nos distingue de los animales. Bueno, hay alguna cosilla más, pero no me fastidien el comienzo del artículo que me había quedado muy bonito además de deprimente. Nuestra especie se caracteriza, entre otras cosas, por llevar un registro escrito de los sucesos, gestas, aciertos, errores, noblezas y bajezas más importantes de los últimos cuatro o cinco mil años, que no es poco. Sobre esto hay debate porque se supone que la prehistoria es lo anterior a la aparición de la escritura, pero ésta apareció de forma desigual sobre la faz de la tierra, pero no discutamos por eso. 

Esta característica humana nos permite ver lo que se hizo en el pasado, tanto lo que dio buen resultado como lo que no. De unos años para aquí nos enteramos de que nos han estado tomando el pelo con asuntos de cierto peso (si Cristóbal Colón fue o no el primer europeo en pisar América, si Shakespeare fue realmente el autor de las obras que se le achacan…) pero en general la mayoría de los hechos están razonablemente claros, otra cosa es su interpretación. 

El cine ha popularizado ciertos temas del pasado para bien y para mal. Ha divulgado la imagen de algunos mitos de la historia como Mozart, aunque fuera de una forma totalmente caricaturesca, pero también ha servido para que mucha gente se enterase de que existió un compositor llamado Salieri, aunque al pobre le han colgado un asesinato que jamás cometió. Hay que ir a ver las películas con cierto criterio, y han de servir, igual que la música de Luis Cobos, para iniciarse en la curiosidad de la investigación pero no para tomárselo como algo escrito en piedra. “Es así, que lo vi en una peli” nunca ha sido ni será un argumento de peso para una tesis doctoral. 

Pero si hay un tema en que un altísimo porcentaje, casi unánime, de películas, libros, datos históricos y comentarios de todo tipo han demonizado sin duda alguna es el nazismo. No deja de ser llamativo que otras corrientes tan destructivas como el comunismo pasaran desapercibidas como tales, y que de hecho algún atontado siga defendiendo no sólo su vigencia sino su nobleza a pesar de los millones de muertos causados. Seguramente la diferencia estriba en que los nazis perdieron una guerra contra todo el mundo y, por el camino, cometieron atrocidades de difícil superación (aunque no imposible, como demostró el camarada Josef Stalin). 

Ustedes fíjense hasta qué punto el nazismo es considerado horrible que hasta al terrorismo desatado contra ellos se le conoce con el conciliador y benigno nombre de “la resistencia”. En plan “los malos son los otros aunque nosotros pongamos bombas”. Creo que no hay mayor muestra de esa avenencia a considerar el estado nazi como el peor de los males políticos. 

Esa unanimidad debería hacernos ver todos y cada uno de los aspectos horribles que el partido encabezado por Hitler desató en la Tierra, pero no, no aprendemos. El otro día me encontré, con cierto pasmo, con un tipo que vestía una camiseta en la que se podía leer detrás “Deutschland, 1 volk, 1 reich, 1 führer”. La traducción es “Alemania, un pueblo, un imperio, un líder”. No tendría mayor consecuencia si la frasecita de marras no fuera la piedra angular de un famoso discurso de Hitler. 

Curiosamente, como el modelito tenía pinta de camiseta de fútbol, imagino que pasaría desapercibida entre la multitud. Si tuviera una esvástica, un retrato del tío del bigotito, o pusiera directamente “Yo gasearía a todos los judíos de Europa” a lo mejor se podía armar, pero el alemán no es un idioma muy conocido entre la población. Yo no hablo ni una palabra, pero reconozco esa frase por el interés, casi enfermizo, que despierta en mí el tema de la Alemania nazi como el ejemplo de hasta dónde puede llegar una nación presuntamente “civilizada” cuando se pervierte. 

¿Dónde vi la camiseta? ¿En un botellón del parque? ¿En una “rave” en una fábrica abandonada? Pues no, principalmente porque no me veo yo en algo así. En la feria del Comercio Justo que se organizó el fin de semana en la Plaza de España. Así, a plena luz del día, entre personas que afirman buscar la democracia y la libertad bajo banderas de Cuba y retratos del Che Guevara. 

La pregunta que me hago es: ¿si alguien fuera a esa feria con una camiseta del PP sería tratado con el mismo respeto? La respuesta creo que es obvia. Y esa pregunta genera otra ¿Eso sería porque les parece peor lo que hace Rajoy que lo que hacía Hitler o, no sé qué es más deprimente, porque soy el único que se dio cuenta de lo que significaba la camiseta pronazi? 

Me quedaron ganas de preguntarle al chaval si sabía lo que llevaba puesto. Probablemente no me gustaría la respuesta fuera la que fuera: lo consideraría un inculto o un pirado.

viernes, 10 de mayo de 2013

La bici

Pues ahora sí, por fin me la he comprado. Ya tengo bici. Hacía un par de décadas que tuve la última, que me robaron en su día, y desde aquella no volví a darle al pedal salvo en viajes por el mundo adelante a ciudades donde te alquilan por cuatro perras esta cómoda y barata forma de moverte por los cascos históricos de las ciudades más hermosas del mundo. Hablo de París, Roma, Florencia… En Venecia no, que te mojas. No les pongo mi foto en bici que me da cosa, pero ya me verán por la calle. 

Tengo que reconocer que hubo mucha guasa en su momento cuando, presidiendo una asociación que reclamaba la libre circulación de bicis por el casco histórico (con matices, ya los conocen así que no los voy a repetir), reconocía que yo no tenía bicicleta. Hubo una periodista de Lugo que me dijo que era incongruente, a lo que yo le respondí que no hay que ser judío para estar en contra de los campos de concentración. 

Ese es uno de los males de nuestra era. Llegamos a un nivel tan alto de cinismo que no podemos contemplar la posibilidad de que alguien defienda algo si no le afecta en primera persona. No puedes defender la libre circulación de bicicletas si no eres ciclista, no puedes defender la libertad de empresa si no eres empresario, no puedes defender la libertad religiosa (que incluye la de no creer en nada) si no eres de una religión minoritaria… 

Curiosamente en mi caso la evolución fue al revés en el tema de la bici. Hicimos una “marcha cicloturística” que tuve que encabezar megáfono en mano (sin pasarse, que la marcha era silenciosa y pacífica) en un día de intenso frío de diciembre. Me vi obligado a pedirle prestada la bici a un amigo que no podía acudir a la marcha (por motivos que no vienen al caso) porque podría ser un poco absurdo ir al frente andando delante de las ciento y pico personas que venían a dos ruedas. 

Eso me hizo recordar viejos tiempos en que, yo pecador, bajaba a toda leche por la Plaza de España en una bici que tenía cuando era pequeño (actitud que hoy condeno, pecados de juventud). La típica bici roja que no era ni de paseo ni de montaña, que de aquella no había de eso, y que les llamábamos, erróneamente, de “trial”, que no tengo ni idea de lo que es. 

El argumentar las virtudes de la bicicleta me hizo darme cuenta de lo cómodo que es moverse en bici. Lugo, a pesar de lo que mucha gente piensa, es una ciudad razonablemente llana. Salvo si bajas a la Aceña de Olga, y aun así depende de por dónde (si vas por Ramón Ferreiro y Avenida de Madrid se lleva perfectamente) o al río, desde Garabolos a la Fuente del Rey es una ciudad que no tiene grandes pendientes. Esto no es Vigo, ciudad que recuerdo como rompedora de rodillas. 

Ahora sólo falta un apoyo público a un medio de locomoción económico, ecológico y hasta sano, con instalación de aparcamientos para las bicicletas en lugares estratégicos. No estaría mal que nuestro Ayuntamiento apostara por la bici como una forma de moverse por la ciudad que no debería generar problemas, o al menos serían temas menores en comparación a sus beneficios. 

No sé si será como cuando una pareja espera un hijo, que no ve más que embarazadas por todas partes, pero tengo la sensación de que hay más bicicletas en Lugo ahora que hace un año. No será por la cooperación de nuestros poderes públicos, pero, por lo que sea, bienvenidas sean. Ahora hay una más.

jueves, 9 de mayo de 2013

"Un momentito nada más"

Lo de la doble fila en Lugo, que a veces (es en serio) se convierte en triple es de coña. Ayer una persona denunciaba en un grupo de Facebook que en su zona todos los días hay un coche concreto que se tira toda la mañana aparcado frente a unos contenedores en la plaza de Comandante Manso, junto a San Roque. 

Los lucenses ya sabemos que hay ciertas calles en que es difícil, por no decir imposible, transitar sin ir sorteando coches parados “un momentito nada más”. Son ejemplos de libro el de la calle Orense, que nunca he cruzado sin ver coches en doble fila, o Fonte dos Ranchos, donde a la altura del Gadis siempre hay algún vehículo ocupando carriles. Ya les había hablado en una ocasión de un coche que estaba en doble fila… ¡en la Ronda de la Muralla! Y para mayor fantasía parado frente a un hueco por no perder los escasos segundos que le llevaría aparcar bien. 

Esto, que en lugares civilizados es una excepción cuyo abuso acaba en multa, en Lugo es una cuestión que se toma con toda la normalidad del mundo. Si tienes incluso la osadía de decirle algo al conductor encima no sólo tiene más que decir, sino que te pone pingando y poco menos que tienes que pedirle disculpas porque era “un momentito nada más”, aunque el “momentito” dure un par de horas. 

Pero da igual, no pasa nada. Cambian el reglamento de circulación de Lugo para aumentar exponencialmente los motivos por los que nos pueden sancionar pero ¿qué más dará cuántos pongan si no lo van a hacer cumplir? 

Yo, como liberal que soy, no creo en extensas y enrevesadas normas que permiten al agente de turno machacar a un ciudadano cualquiera porque le caiga mal o simplemente porque la mujer lo haya dejado y quiera pagarlo con alguien. No estoy diciendo que sea lo normal, pero todos somos humanos y la Administración tiene que prever la indefensión de sus ciudadanos frente a las arbitrariedades que todos podemos cometer en determinado momento, sean o no intencionadas. 

Las normas han de ser de mínimos, pero se tienen que cumplir. De nada nos vale tener una legislación que ocupa estanterías si sólo se va a aplicar aquello que permita a las administraciones recaudar “sin molestar demasiado”, y como en el tema del volante todo el mundo es muy sensible parece que ahí no quieren meterse a nivel municipal. Sí a nivel nacional con la Guardia Civil poniendo el radar en la recta (no peligrosa) en donde van a cazar a más a 140 que en la curva (donde se mata todo el mundo) porque ahí no se recauda. 

Las normas de mínimos de las que les hablo deben estar enfocadas hacia la mejora de la seguridad ante todo, como segundo criterio el de la fluidez de la circulación (aquí meteríamos la doble fila como sancionable además del “un momentito nada más” frente a vados, en paradas de autobús, plazas de aparcamiento de discapacitados…) y a partir de ahí el resto de criterios. 

No gustaría en principio, eso ya lo sabemos, porque todos tenemos un puntito de “momentitos nada más” que tenemos que corregir, pero también se protestó en su día cuando se prohibió aparcar sobre las aceras en la avenida de la Coruña (manda huevos) y hoy nadie vería razonable encontrarse coches en las aceras… aunque los haya de vez en cuando.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Las piraguas del Rato

Río Rato, espacio ideal para una escuela de piragüismo...
 Que en Lugo hay gente de ingenio es difícilmente discutible. Las cuentas municipales en la época de Liñares, la participación de los afiliados en la vida de los partidos políticos, o las cifras que nos dicen de visitas a museos y exposiciones gratuitos (que caen misteriosa y alarmantemente cuando se cobra entrada, por pequeña que sea) son clásicos ejemplos del ingenio que aflora en la ciudad. 

Pero siempre queda margen para el pasmo. Nos enteramos de que el Ayuntamiento de Lugo propone una escuela de piragüismo en el Río Rato y se quedan tan anchos. ¡En el Río Rato! ¡Donde el agua apenas alcanza para tapar a las ranas la mayoría del año! 


A menos que la medida traiga consigo el diseño, registro de la patente, fabricación y distribución de piraguas “hovercraft”, en las que puedas lanzarte ora por el agua ora por la tierra, no tiene el más mínimo sentido. Me viene a la cabeza una imagen de la muy prescindible “Moonraker”, vergonzosa película de James Bond en la que el agente británico conducía una góndola por la plaza de San Marcos de Venecia… A lo mejor la idea va un poco por ahí. Estamos hablando de un río donde cuando cae un coche no llega ni accidente, se queda en un pequeño susto.

Primeros intentos de crear un aparcamiento para la escuela

Esto tendría su gracia si no fuera porque ese documento va asociado al nuevo Plan General. Ese que la malvada Xunta de Galicia desea paralizar a toda costa para hacer la puñeta al pobre Orozco… Queda un 5% del PXOM por aprobar, y a la vista de esta documentación si yo fuera la Xunta revisaría ya no sólo ese 5% sino el otro 95% con lupa, para ver si me han metido algún gol de ese estilo. 

Declarar el Rato como río navegable, aunque sea para piraguas es tan absurdo como considerar los tulipanes de la Plaza de España “Reserva de la Biosfera”, y si se hace para poder considerar ciertos terrenos edificables el tema empieza a oler… tanto como el Rato cuando va bajo, que es lo habitual. 

Una escuela de piragüismo en el Rato ¡es que aún no me lo creo! Me recuerda a cuando el Alcalde, en una reunión por lo del famoso Plan Estratégico, que costó una millonada y del que no hemos vuelto a saber nada, hablaba de poner metro en Lugo, tranvía y hasta un servicio de teletransporte. No me lo invento que yo estaba allí y lo escuché en primera persona. 

El papel lo aguanta todo.

martes, 7 de mayo de 2013

"Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada"

Cuando a una persona la eligen para un cargo público lo normal debería ser que ejerciese en nombre de los ciudadanos que le dieron su confianza el “civilmente sagrado” deber del voto. Ese voto tiene tres posibilidades: A favor, en contra o la abstención. Lo que significan los dos primeros casos es obvio, pero es más espinoso cuando hablamos del tercero.

¿Qué es la abstención? No me refiero a la ciudadanía que ya pasa de todo y no va a votar, sino a la “abstención activa”, es decir, el acto de levantar la mano en un foro público (pleno municipal, sesión del Congreso o del Senado…) cuando se da esa opción. Es un tema que creo interesante. 

La primera lectura es que la abstención es una declaración de que no se tiene opinión sobre un asunto. Si se propone, por ejemplo, derribar la Muralla de Lugo y un grupo se abstiene reflejaría, según esta teoría, que le resulta indiferente que tumben o no dicho monumento. Es un ejemplo así que no se me alarmen que hace años que nadie propone cosa semejante.

El segundo supuesto que justifica la abstención es que no se está de acuerdo con algún punto de la propuesta pero sí con otra parte, con lo que ni se puede votar a favor ni en contra. Esto es bastante habitual porque muchas proposiciones con un buen fondo llevan un punto de “te la meto doblada” que está pensado para que el partido contrario no apoye la idea, pero sin pasarse que si no lo que consigues es un voto en contra. Por ejemplo, si se propone en un Pleno pedir a RENFE el aumento de frecuencias a Lugo pero en el texto se meten patadas en la espinilla al oponente político, lo normal es que éste no vote favorablemente porque estaría reconociendo esa patada como propia. 

Pero el más común de los motivos, y el más triste, es la aplicación del “ni chicha ni limoná”. Ayer vimos en el Pleno de Lugo algo así. Ese ponerse de perfil para intentar que las balas que silban junto a las orejas no nos den de pleno suele ser no una indefinición o una opinión matizada, sino un acto de cobardía. No estoy diciendo que todas las abstenciones lo sean, pero sí las de este tipo, que por desgracia abundan. Centrémonos en ello. 

Ayer el BNG llevó a Pleno una iniciativa, de la que ya hablamos el viernes, para declarar “non gratos” a los diputados del PP por el tema de las preferentes. Un acto de populismo repugnante ya que ellos apoyaron en su día al gobierno que montó todo este tinglado y ahora quieren lavarse las manos como Pitágoras (ya conocen el chiste, es por quitarle tensión al tema). Nuestros concejales del PSOE decidieron abstenerse, lo cual es difícilmente aceptable cuando en el debate decía el señor Álvarez que “este tipo de proposta non debería ter chegado a este pleno. Son representantes lexítimamente elexidos”. Es decir, que no están de acuerdo con la propuesta pero no la votan en contra. ¿Por qué? ¿Quizás porque queda “feo”? ¿Quizás porque el público estaba lleno de afectados y no querían enfrentarse a ellos? Cobardía, ni más ni menos. 

A un representante político no se le paga para escurrir el bulto y dejar que decidan otros por la vía de la abstención. Vuelvo a reiterar (por si acaso) que no todas las abstenciones entran en esta categoría, pero si van a un par de Plenos sabrán de qué les hablo. Eso de "yo me abstengo y que salga el sol por Antequera" es cómodo, pero inmoral en ciertos temas. "Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada", dice una cita de Edmund Burke. Estoy de acuerdo.

Si yo fuera Jaime Castiñeira presentaría para el próximo Pleno una proposición en que se declare “non grato” al señor Liñares. El tema de este concejal, mano derecha de Orozco durante muchos años y chorizo confeso, me parece inconcebible. Si Rueda, vicepresidente de la Xunta, tuviera la mitad de problemas legales que él toda Galicia pediría la dimisión no sólo de este señor sino de Feijoo, y hasta les daría la razón. Lo mismo le pasaría a Rajoy con Soraya o a cualquier otro jefazo con su mano derecha. Pero a Orozco le sale gratis. Ya dicen que más vale caer en gracia que ser gracioso. 

¿Qué votaría el PSOE en ese Pleno? ¿Tendría la osadía de votar contra la humillación pública de un hombre que arrastra el nombre de Lugo por el fango de los juzgados? ¿O se abstendría de nuevo? ¿Y el BNG? ¿Apoyaría una medida contra un exsocio de gobierno o buscaría una manera de justificar su negativa con argumentos de guardería? 

Sólo lo podríamos saber si el PP presentara un órdago. No creo que lo hagan y, recuerden, "para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada".

lunes, 6 de mayo de 2013

Licores y cuchipandas

La que se ha liado con lo de los gastos del Grupo Municipal Socialista de Orense en pizzas, ron y otras bebidas “espirituosas” (siempre me ha llamado muchísimo la atención la denominación). No lo entiendo. 

Paso a la explicación de por qué no comprendo bien la reacción de “el pueblo”: no me cabe en la cabeza que pasen desapercibidos los gastos de dinero público asignados a “asuntos sociales” u otras concejalías de tipo “humanista” en chocolatadas, bailes, fiestas, diversos jolgorios, licores y cuchipandas, en que se despachan ocasional pero generosamente derivados alcohólicos, pero cuando el bebercio lo paga un grupo municipal se líe parda. A mi me parece mucho más grave lo primero. 

El destino de los dineros públicos debería tener más seguimiento por parte de la sociedad civil del que tiene, y no entiendo que en los tiempos que corren, donde de forma gratuita se pueden colgar en Internet las copias hasta de la última factura del Ayuntamiento (u otras entidades de derecho público) haya esa opacidad. ¿Qué problema hay en que haya un apartado en la web que diga “seguimiento del gasto” y poner ahí un listado de todos los gastos por concejalías hechos con nuestro dinero? 

¿Por qué no puedo yo saber cuánto han pagado con mi dinero por una impresora que cuesta 100 euros en una tienda cualquiera de informática? ¿Quizás porque en vez de pagar 75 al comprar muchas han pagado 150? ¿Tal vez porque el nombre y apellidos del empresario se parecen mucho al del concejal que hace el contrato? Qué quieren que les diga, uno ya desconfía. 

Pero volvamos al tema, lo de los gastos del grupo municipal del PSOE de Orense. El dinero que se asigna a los grupos municipales es libre en cuanto a su destino, salvo, en el caso de Lugo, que no se puede contratar a gente con ese dinero (ahí, creando empleo). Si tenemos en cuenta que el tema de local, luz, fotocopias, material de oficina, mesas, sillas, ordenadores y personal ya lo cubren los presupuestos municipales ordinarios… ¿para qué es todo ese dinero? Pues para gastar en otras actividades. 

Esas actividades pueden incluir “fiestas populares”, en las que, por qué no, se pueden servir licores. No veo dónde está el problema, la venta de alcohol en España es legal… Salvo que reflexionemos que si pueden hacer esos gastos quizás es que les están dando mucho dinero y que habría que bajar la asignación. 

A mí no me acaba de gustar eso de que una vez dado un dinero se decida también el destino. Estoy dispuesto a debatir “cuánto” pero no “en qué”. Si un grupo municipal considera más adecuado imprimir y buzonear un boletín informativo y otro prefiere hacer una churrascada, es cosa de ellos. Es la sociedad la que tiene que valorar qué moviliza más el voto, si la información o el “bandullo”. Quiero pensar lo primero, pero la verdad es que tengo mis dudas. 

Supongo que alguno querrá ver en esto una justificación o una defensa de que se gaste dinero público de forma opaca. Nada más lejos, pero de ahí a montar un escándalo con este tema media un abismo. 

De hecho creo que el control de un dinero que se gasta con fines políticos debería ser político, es decir, que no comparto que deba haber una norma que regule en qué se gastan esos cuartos pero que quizás los grupos municipales deberían ser los primeros en poner en una web pública el destino de ese pellizco (o no tan pellizco) de tesoro público. Que seamos los ciudadanos los que juzguemos si se gasta o no acertadamente.