miércoles, 1 de marzo de 2006

Presidente inocente

Todos los que nos consideramos personas normales teníamos una clara esperanza de que Zapatero tuviera razón, al margen de discusiones políticas o de que pensáramos que era muy complicado que así fuera, aunque no es momento de ponerse con el “te lo dije, te lo dije”. La cuestión que tenemos hoy sobre la mesa no es esa, sino la de la confianza en el criterio del Gobierno.

Como cualquier persona que viera lo que pasaba con el terrorismo callejero, las cartas de extorsión, y la chulería de Otegui y compañía, yo quería creer que el Gobierno no reaccionaba porque sabía algo que los demás no sabíamos. Que tenían algún tipo de poderosa razón para ignorar esas acciones como si fueran parte de un montaje de ETA para tranquilizar a sus sectores más duros pero que en realidad escondía una negociación o un proceso real de desarme. Como ZP decía públicamente que había verificado la intención de ETA le dimos una mínima credibilidad, porque oye, es que es el Presidente del Gobierno quien habla y se entiende que debería saber de qué habla.

El gran problema del atentado, además obviamente de las víctimas, no es la rotura de un proceso de paz que se ha demostrado inexistente, sino la pérdida de confianza en la palabra del Gobierno, que ha hecho un papel que no puede hacer esa institución en un país con cuarenta años de terrorismo: el de inocentón.

Han liquidado el Pacto Antiterrorista, han permitido las manifestaciones de Batasuna y se han reunido con ellos públicamente, han llevado el tema al Parlamento Europeo nada menos, y todo eso para nada. Siempre se han escudado en que tenían “datos” que invitaban al optimismo, pero al final lo que se ha demostrado es que sabían lo mismo que el resto: nada. Entonces, ¿en qué han basado su empecinamiento en seguir adelante con ese paripé contra toda lógica?, ¿en que querían que las cosas fueran de determinada manera?. Es curioso que un partido que se considera ateo tenga semejante confianza en la Fe.

La culpa del atentado es de ETA, eso nadie con dos dedos de frente lo discute incluso en un país en que se culpó públicamente al PP del 11M, pero el Gobierno lo ha hecho de pena. Creo que es hora de que los españoles se pregunten quién nos está dirigiendo y con qué criterios. Gobernar no es hacer la carta a los Reyes Magos, y no se pueden llevar las riendas de España como si fuera el país de Nunca Jamás. No todo es rosa ni los enemigos se pueden convertir en amigos dándoles unas palmaditas y sentándose a hablar. Se puede dialogar con cualquiera aunque no se esté de acuerdo en nada, pero jamás con unos señores que pretenden liquidar a quien no les deja hacer lo que les da la gana.

Señor Zapatero, bienvenido al mundo real. Sé que no le gusta, pero es el que tenemos, y su obligación es gobernar aquí, no en Fantasilandia, y si no le gusta la perspectiva deje paso a quienes, en su propio partido, por desgracia saben por dónde van los tiros, literalmente hablando.

Artículo del 1 de marzo de 2006 publicado en la sección de Cartas al Director de El Progreso