martes, 28 de abril de 2020

Solo hay un camino hacia la ''salvación'': pruebas masivas a toda la población


En esta época de “cuñadismos” en que todos creemos saber qué sería mejor (tanto los que dicen que se está haciendo todo muy mal como los que sostienen que el Gobierno tiene la Verdad absoluta y jamás se equivoca, obviamente nadie dice algo pensando que no tiene razón) lo único que podemos hacer cada uno de nosotros es aplicar el más elemental sentido común, la lógica basada en los escasos datos que se nos dan y que, encima, tenemos que poner en cuarentena, una palabra que no olvidaremos jamás.

Ayer les explicaba por qué no comprendo que se empiece a hablar de relajación cuando la situación no ha mejorado, solo “empeora más despacio”, como si eso fuera un logro. Hoy me pregunto por qué no es posible hacer test masivos a toda la población. Nos cuentan que España es de los países del mundo que más pruebas hacen, pero qué quieren que les diga, no comprendo que no sean más en todas partes, ¿será que es muy complicado producirlos? No tengo ni idea, pero el camino de la salvación es ese, parece obvio.

Verán, hasta el mismísimo Dios, según el Antiguo Testamento, necesitó que los judíos le señalasen sus casas pintando las puertas con sangre para no llevarse por delante a sus primogénitos en el “contencioso” que tuvieron Jehová y el faraón de Egipto. Obviamente es una metáfora que los nazis convirtieron en una terrible realidad a la inversa con sus estrellas amarillas, que identificaban a los “enemigos del pueblo”.

Como especie siempre hemos tenido la absurda tendencia de separar a “los nuestros” de “los otros” (hoy me voy a quedar sin comillas en el teclado), aplicando criterios más visibles como el color de la piel o menos detectables, como si el lugar de nacimiento está a un lado u otro de una línea imaginaria, la religión o las tendencias sexuales. Algunos defienden esas separaciones como una característica gregaria de defensa de la manada, aunque si les digo la verdad a mí me parece un disparate residual de cuando nos bajamos de los árboles.

Pero si bien es cierto que la separación arbitraria es una barbaridad, en casos como el que nos ocupa, el de una pandemia, es una cuestión de salud pública. Obviamente no estamos hablando de que quien tenga el coronavirus tenga que llevar una esquila o una carraca para identificarse, como los leprosos de la antigüedad, pero sí parece que es de sentido común que todos podamos saber la situación de nuestra salud y tomar las medidas oportunas.

El fondo del asunto es el evidente: hay que detectar dónde actuar y dónde no. Si los test tienen un coste de aproximadamente 10 euros y tenemos 47 millones de habitantes, parece que lo lógico sería gastarse 1.500 millones de euros en test, para hacernos uno a la semana cada uno durante un mes (supongo que harán ofertas por lotes).

Sí, ya sé, no es tan fácil comprarlos. Lo que es preocupante es que el país que presumía de tener “la mejor sanidad del mundo” sea totalmente incapaz de producirlos, al igual que mascarillas y demás material de protección, y los esté importando del país donde, paradójicamente, empezó todo este caos. Claro, al traerlos de fuera ya entras a competir con los demás países y ahí entra la ley de la oferta y la demanda.

Puedo entender que en los primeros días esto no se enfocase así porque había otras urgencias, pero a día de hoy, creciendo el número de infectados (y lo que rondaré, morena, porque cuantas más pruebas se hagan más casos van a aparecer) no me cabe en la cabeza que la prioridad absoluta no sea detectar y aislar a los positivos.

Se nos dice que 15 casos comenzaron con todo este circo, imaginen los miles de ciudadanos que no saben que están contagiados que andarán (o andaremos, quién sabe) por ahí esparciendo el bicho.

Y con esa inseguridad, cuando están empezando a hacer estudios porque no tienen ni idea de por dónde van los tiros, nos hablan de “desescalada”.

lunes, 27 de abril de 2020

La curva que nadie quiere mirar... pero que es el dato fundamental



Decía Conan Doyle a través de su más famoso personaje, Sherlock Holmes, que “es un craso error teorizar sin datos”, ya que invariablemente se adaptan los hechos a las teorías previas en lugar de seguir un proceso lógico. A su más que razonable punto de vista falta añadir que los datos que nos han de facilitar han de ser objetivos y reales, y que no han de estar “cocinados” por los intereses políticos que, sin mentir exactamente, distorsionan la realidad.

Se nos habla de la curva, el “aplanamiento de la curva”, la “mejora de la situación”… y yo no lo veo por ninguna parte. Veamos a qué me refiero, porque el otro día lo puse en Facebook y parece que o no me expliqué bien o la gente no quiere ver la realidad porque es demasiado dura.

Nos están dando los porcentajes de contagiados diarios, y como se está reduciendo el número nos empiezan a hablar de “desescalada” (uno de esos “palabros” que tanto gustan a nuestros dirigentes pero que en castellano no significa nada). Sin embargo la realidad es mucho más dura y más difícil de asumir: no estamos mejorando, solo empeoramos más despacio.

El talón de Aquiles del razonamiento gubernamental está en que toman los datos de los nuevos contagios, pero no tienen en cuenta que hay que sumar los anteriores y restar los curados y los fallecidos. Es decir, lo que tenemos que tener en cuenta es el número de casos activos, el número de personas enfermas, porque es el dato clave en toda esta historia, y lamentablemente no ha dejado de crecer ni un solo día.

Si tomamos los datos oficiales, que además todos damos por sentado que son menos de los reales, vemos que a día 23 de abril había en España 213.024 contagiados, 22.157 fallecidos y 89.250 curados. Eso da un “saldo” de 101.617 personas que están enfermas a día de hoy, es decir, que no se han curado ni han fallecido. Esa cifra se ha ido incrementando desde que empezó todo esto y jamás ha dado un paso atrás. Esa es la única curva a tener en cuenta.

Tomar medidas mientras se ha detectado la enfermedad en más de 100.000 personas es un disparate de marca mayor, porque además hay que sumar los no diagnosticados, los asintomáticos y los que, teniendo evidentes señales, se niegan a aceptarlo y no se acercan a los hospitales porque tienen miedo de ser señalados por esta moderna peste.

No me cabe en la cabeza que, casi dos meses después de empezar a hablarse de este tema, un país que presume de “la mejor Sanidad del mundo” no haya sido capaz de producir test a millones. Solo la detección de los casos nos permitiría atajar esto de forma eficaz, como es de puro sentido común.

Sí, ya sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero cualquier situación se enfrenta haciendo un diagnóstico realista primero, no la versión edulcorada que los gobiernos tratan de transmitir para mantener la calma. Yo, inocentemente, daba por sentado que el confinamiento era para preparar esos test, y que irían permitiendo abrir las puertas según fueran detectando que estás “limpio” o no, parece algo elemental. Pues no.

Ojalá me equivoque, pero creo que están aplicando a este tema un “pensamiento mágico” que no es aceptable en una gestión seria de una crisis como ésta.

martes, 21 de abril de 2020

Los bulos NO son libertad de expresión

El General Santiago la ha liado parada con su supuesto "lapsus", aunque si fuera tal lo habrían corregido y no lo han hecho.

El domingo todos nos quedamos ojipláticos cuando escuchamos nada menos que al Jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil, el General Santiago, decir que lo que dijo pero… ¿qué dijo exactamente? Aunque yo mismo fui de los que puso en redes sociales las palabras del General, también es cierto que desconfío mucho de los cortes abruptos antes y después de las declaraciones polémicas, así que me he molestado en buscar el corte entero. En él dice lo siguiente, textualmente:
Estamos trabajando con nuestros especialistas en dos direcciones, una a través de la Jefatura de Información con el objetivo de evitar el estrés social que producen toda esta serie de bulos, la otra línea de trabajo es minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del gobierno, todos esos bulos los tratamos de desmentir a través de nuestras redes sociales”.
Una vez aclarado esto, vemos que PP, Ciudadanos y Vox han salido en tromba a criticar el supuesto atentado contra la “libertad de expresión”, y ahí han metido la pata. No por hacer una crítica, sino por responder a lo que nadie dijo. El General Santiago no mencionó nada de opiniones, críticas o ataques al Gobierno. Estaba hablando de bulos, como es evidente en el contexto de la frase, y en ese campo las fuerzas del orden tienen todo el derecho del mundo a investigar y perseguir a quienes se dedican a publicar información falsa que lo único que está haciendo es crisparnos a todos y hacer que no confiemos en nada ni en nadie.

¿Hay una más que obvia contradicción en que un gobierno del que forman parte partidos políticos que calificaron de "fascista" la que ellos mismos bautizaron como "ley mordaza" la aplique con tanto ahínco? Pues sí, por supuesto, pero como ya vimos ayer no se ponen colorados haciendo lo que antes atacaban con dureza y aplicando las normas que juraron derogar. Pero esa no es la cuestión, como tampoco lo era cuando se aprobó esa supuesta "ley mordaza", sino la de qué es lo que se va a perseguir.

La Constitución consagra la libertad de expresión (que en realidad es la de opinión) y la de información, pero añade un matiz fundamental: esa información ha de ser “veraz”. ¿Eso quiere decir que ha de ser cierta? No, quiere decir que quien la transmite debe pensar que lo es. Ya sé, es un sofisma, pero no hace falta ser Aristóteles para entender a qué se refiere. Uno no puede inventarse una noticia, así de sencillo. Es un debate interesante y profundo, porque si entendemos que el Gobierno tiene la capacidad de definir lo que es cierto le estamos dando en realidad la herramienta de la censura, pero no van por ahí los tiros. En cualquier caso en nuestro sistema democrático no es el poder ejecutivo el que ha de dictaminar si alguien ha traspasado esa línea sino los jueces, que para eso los tenemos.

¿Esto quiere decir que no haya que criticar las palabras del General? No, por supuesto que no. Personalmente me parece que el problema de lo que dijo está en la escala de valores. Evitar el estrés social y minimizar el clima contra la gestión del Gobierno son, aparentemente, las dos preocupaciones que el Ejecutivo ha marcado como prioritarios en la lucha contra los bulos, pero no olvidemos que estamos en una crisis sanitaria. ¿Qué pasa con todas esas tonterías que se dicen sobre las mascarillas, los remedios caseros y demás? ¿No creen que es fundamental que la información que recibamos sobre temas que afectan a nuestra salud sea fidedigna? Pues se ve que eso no les preocupa, cuando tendría que ser lo prioritario.

Habrían sido buenas preguntas para hacer al General pero la férrea censura impuesta en Moncloa impidió que pasara el "filtro" ninguna de las cuestiones que los periodistas querían plantearle. Y se quejaban del plasma de Rajoy... 

También les diré que muchos de los bulos que andan por ahí son mercancía para tontos. Hay muchísimos tan groseramente falsos, tan fáciles de contrastar que sorprende que algunas personas le den a “compartir” sin el menor espíritu crítico. Normalmente porque quieren creerlos, por terribles que sean, para denostar a un gobierno con el que no están de acuerdo, y esto vale para cualquier "bando".

Recuerden que aquí no hablamos, insisto, de opiniones sino de hechos. Cuando uno comparte un artículo que comienza diciendo “ahora sí que es cierto, que lo he escuchado en la tele”, si no lo ha escuchado en la tele está mintiendo a la persona a la que se lo envía. “Es que me lo mandaron así” dirá el cenutrio… pues macho, lo editas y pones “parece ser que lo dicen en la tele pero vete tú a saber, que yo no lo he escuchado”, porque a estas alturas ya sabemos todos que una cosa es lo que afirma el mensaje y otra la realidad.

Un bulo es un dato falso, una foto trucada, una información desfasada… y a veces son cuestiones que una rápida busca en Google nos ayuda a desmontar sin necesidad de llamar a Sherlock Holmes ni recurrir al laboratorio de física aplicada de Oxford. Cuando le llegue una información “revolucionaria” desconfíe. Cuando le llegue un artículo firmado por un famoso desconfíe. Cuando más intenten justificar la veracidad de la tontería con sellos oficiales y supuestos nombres de cargos públicos desconfíe. Solo los mensajes que tengan enlaces a las páginas web oficiales de los organismos son fiables, aunque ahí entraríamos en otro debate que es el de los “bulos de Estado”, pero eso es otro asunto al que dedicaremos en breve unas líneas también. Quizá mañana.

lunes, 20 de abril de 2020

De EREs, bulos y retrasos


A nuestros representantes les encantan los datos, las estadísticas y las tablas y en ocasiones olvidan que más allá de las estrategias políticas y las ruedas de prensa cada uno de esos números representa a una persona, una empresa, una situación vital específica que se ve muy afectada tanto por sus decisiones como por sus números de circo.

En los últimos días está habiendo una confusión tremenda entre la opinión pública, causada por el cruce de declaraciones, entre otros, de la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, el diputado Gómez-Reino y el Presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, sobre los plazos de tramitación de los EREs (popularmente llamados ERTEs) y sobre quién tiene la culpa de que la gente tarde tanto en cobrar.

Desde la experiencia de las trincheras, lo primero que hay que decir es que es vergonzoso que unos y otros se tiren los trastos a la cabeza con un tema tan serio como el sustento económico de muchas familias. Pero si quieren hablar de culpables, hablemos. El primero de todos es el señor Pedro Sánchez, que aprobó tal cantidad de normas sin orden ni concierto que tiene despistadas a las asesorías particulares e incluso a las mismísimas administraciones públicas.

Sacarse de la manga una reducción de plazos de tramitación de un ERE y pretender que en cinco días se resuelva queda muy bonito y está muy bien si tramitas uno, dos o diez. Pero todo cambia cuando la avalancha es de la magnitud de la recibida y se ha creado tal confusión sobre las situaciones que se pueden aprobar y las que no. Para que se hagan una idea del calibre del asunto, les diré como ejemplo que una provincia pequeña como Lugo, que en los peores años de la crisis económica recibía unos 300 EREs al año, registró más de 4.000 expedientes en el último mes.

Se movilizaron todos los recursos humanos, en Lugo se multiplicó por nueve el personal dedicado a tramitar esta documentación y se trabajó sin descanso haciendo jornadas intensivas incluso en festivos y fines de semana, pero ni así era posible cumplir el plazo exigido por el Gobierno. En esa tesitura la Xunta de Galicia recurrió a un artículo de la Ley de Procedimiento que le permite duplicar el plazo de resolución, pasando de cinco a diez días hábiles, lo que supuso no solo el necesario balón de oxígeno para afrontar este asunto con garantías, sino también que se pueda dar respuesta en plazo. Si la administración no resuelve en el tiempo marcado se considera que hay silencio administrativo positivo, que aunque es favorable no tiene ni la seguridad jurídica ni la transparencia de una resolución. Y eso sin contar que se estaría abriendo la puerta a hacer EREs ilegítimos a quien no tendría derecho a ellos. Eso es lo que se ha evitado con la acertada e imprescindible ampliación de plazos que decretó la Xunta.

¿Ha afectado a muchos expedientes esa decisión? No. De los aproximadamente 3.700 que tenían que ser resueltos en Lugo más de un 80% salieron en los cinco días originales, y de los restantes la mitad solo tardaron uno o dos días más. Otros casos más complejos sí se resolvieron más tarde, pero con la serenidad y el rigor que precisaban.

¿Supone eso un grave retraso en el cobro de las prestaciones? Lo dudo. Incluso agotar esos cinco días hábiles añadidos supondría un retraso máximo de siete naturales, como sabe cualquiera. Incluso nueve si contamos los afectados por los festivos de Semana Santa, pero en ningún caso de quince, un bulo malintencionado que propagaron la Ministra de Trabajo o el diputado Gómez-Reino, que se ve que de tramitación no tienen ni idea.

Me imagino que para mucha gente, a la vista de todo lo anterior, la pregunta es “si me han resuelto el ERE en marzo, ¿cómo puede ser que los trabajadores no cobren sus prestaciones hasta mayo?” Pues porque en el SEPE están sufriendo la misma avalancha a que se enfrentó la Xunta (en eso el Presidente Feijoo se ha equivocado cargando contra la administración del Estado, sabiendo lo que ha pasado en la autonómica) y dar salida a todos esos expedientes es un trabajo colosal que tiene que tener a los compañeros de esas oficinas igual de desbordados que estuvimos los demás. Además el SEPE solo hace pagos una vez al mes, así que los que no entraron para el pago de abril ya quedan para el de mayo. Quizás el Estado podría habilitar pagos extraordinarios según se vayan mecanizando los expedientes para evitar ese retraso, pero en cualquier caso eso no es culpa ni de los trabajadores del SEPE ni de los de la Xunta.

Por último me gustaría señalar la contradicción de que la Ministra de Trabajo y el diputado Gómez-Reino, que tan críticos eran con la reforma laboral que querían derogar a toda costa, estén ahora defendiendo los EREs con uñas y dientes. Ya ven lo que es la vida, una cosa contra la que te manifestabas ahora no solo te la comes con patatas sino que pides más.

Todo el personal de la administración está haciendo las cosas lo mejor que puede. Deberían ver la entrega y la generosidad de mis compañeros, de los que me siento orgulloso porque están trabajando a destajo, conscientes de que de su tarea depende que mucha gente reciba sus prestaciones a fin de mes.

Todo el que cargue contra ellos sin saber de qué está hablando debería avergonzarse.

lunes, 13 de abril de 2020

¡¡¡VOLVEREMOS!!!

Estimados amigos:

Volveremos, es la palabra clave. cuando todo esto termine regresaremos a hacer las cosas que todos echamos de menos. Se incluyen todo tipo de cuestiones, desde las más básicas como pasear por la Muralla hasta cuestiones más relacionadas con las actuaciones del Senado en el Arde Lucus. Esperamos que os guste y, lo que es más importante, que os anime.

Muchísimos ánimos a todos en estos tiempos difíciles.

Pueblo de Lucus Augusti:

En estas horas oscuras vuestro Senatus quiere transmitiros un mensaje de tranquilidad, esperanza y, por qué no, un poco de humor. Todo esto pasará y cuando pase...
¡¡¡VOLVEREMOS!!!



miércoles, 1 de abril de 2020

A pesar de todo, mañana saldrá el sol

Lugo está desierto, pero las calles volverán a llenarse de vida. Cómo sea esa vida depende de nosotros.
Foto: El Progreso
Nadie estaba preparado para la avalancha administrativa que han provocado las medidas tomadas por el Gobierno de España, y mucho menos ante la improvisación y los cambios de criterio que se han venido dando en estas caóticas semanas. La inconsciencia de aprobar un Real Decreto que reduce plazos en unos expedientes cuyos efectos son retroactivos (lo que pone en tela de juicio las prisas) sin dar siquiera un par de días a la administraciones pública y privada para prepararse ha dado como resultado una marea incontrolable de expedientes, llamadas y tensiones no siempre bien resueltas, entre otras cosas porque todos somos humanos y la presión es tremenda para todos los implicados.

Los EREs, conocidos popularmente como ERTEs y recalcando esa T para dejar claro que son medidas temporales y no extintivas, tienen letra pequeña: la obligación de la empresa de que, una vez superado este bache, tendrá que mantener su plantilla durante un mínimo de seis meses. No es una cuestión baladí porque ni sabemos cuándo va a amainar la tormenta ni tenemos la menor idea a día de hoy del escenario a que se enfrentarán las empresas. Tampoco sabemos si ese compromiso afecta solo a los expedientes basados en causas de fuerza mayor o a todos, o qué consecuencias tendría incumplir esa condición. Lo más probable es que fueran la anulación del ERE y el pago de nóminas y cuotas de seguridad social, pero eso lo tendrá que decidir la Justicia cuando toque.

La redacción del Real Decreto tampoco es la más nítida. Hace referencias tan genéricas que es muy interpretable, y deja en manos de la autoridad laboral, previo informe de la Inspección de Trabajo en su caso, esta trascendental decisión. Hay malintencionados rumores generados por algunos gestores que pretenden disculpar así su pésimo trabajo (afortunadamente son contadas excepciones entre los fantásticos profesionales con los que contamos Lugo), según los cuales la Xunta está denegando expedientes que la Inspección informa favorablemente. Esto no ha pasado en ningún caso, ni una sola vez, y de hecho la administración está siendo sensible a la grave problemática y se están autorizando más del 98% de los expedientes solicitados. Confiemos en que la verdad acabe con los bulos que, una vez más, son aún más contagiosos que el propio coronavirus y que solo ponen en ridículo a quienes los difunden.

En cualquier caso la situación es confusa. Lo que antes eran actividades cuya continuación se permitía se han ido sumando a la lista de prohibiciones, y ese inexplicable retraso no ha hecho más que complicarlo todo, porque la Fuerza Mayor que no existía el día 15 sí la hay el 25, lo que redunda en una maraña difícil de desentrañar.

Para quienes el futuro sigue sin estar despejado es para autónomos y pequeños empresarios. Las medidas, una vez más, están diseñadas pensando en las grandes compañías que son las que tienen capacidad de influencia directa porque tienen los móviles de los ministros, y además les cogen el teléfono. El modesto emprendedor sigue esperando que se apruebe algo que le permita respirar con tranquilidad, medidas que le digan qué va a pasar con su alquiler, sus impuestos y sus recibos porque mientras otros sectores se podrán acoger en masa a las ayudas aprobadas nadie parece atender a quienes sostienen la economía de este país y generan no solo la mayor cantidad de empleos sino de mejor calidad.

A pesar de todo, tenemos que ser optimistas. Como Sociedad estamos luchando, con el personal sanitario en primera línea de fuego y con muchos colectivos (como personal de alimentación, transportistas, y fuerzas de seguridad entre otros) que están trabajando duramente para mantener el barco a flote.

Vamos a salir de esto. Mientras en la crisis del 2008 no había un horizonte determinado, en esta ocasión sí habrá una meta, una fecha a partir de la que la situación recuperará la normalidad, quizá no de golpe, pero sí a buen ritmo. Si el 12 de abril se pone fin al estado de alarma el día 13 la inmensa mayoría de las empresas volverán a funcionar y los trabajadores regresarán a sus puestos como si nada de esto hubiera pasado desde el punto de vista legal y laboral. No se les habrá consumido paro y mantendrán intactos sus derechos, así que tenemos que hacer un esfuerzo para no caer en el derrotismo.

Mañana saldrá el sol.

Artículo publicado en El Progreso del 31 de marzo de 2020