Tras trece años de espera y uno y medio de solicitudes, se consiguió que volviera a Lugo el “Milagro” de San Vicente, en que manó vino la fuente. Aunque este blog es una cuestión personal mía en que no me gusta mezclar cosas de la asociación Lugo Monumental, el hecho de que sea yo quien la está llevando hace que en ocasiones los temas de ésta se reflejen en esta bitácora. Sin embargo quiero dejar muy claro que lo que escribo aquí lo hago a título puramente individual, sin representar a nadie más que a mí mismo. Lo aclaro por si las moscas.
Hay honrosísimas excepciones como el servicio de protección civil, al que se pidieron unas vallas para hacer un “margen de seguridad” alrededor de la fuente y que además de cumplir con la petición lo hicieron con una amabilidad y una diligencia dignas de mención. Pero eso es porque son unos buenos profesionales que hacen su trabajo como se debe hacer.
No es el caso de un gobierno que se resistió durante 18 meses a dar un permiso para una actividad que sólo puede traer cosas buenas a Lugo. Si fueran un poco más espabilados, habrían utilizado esta fiesta para publicitar Lugo por algo bueno, que buena falta nos hace, y para atraer turistas a una localidad que está cayendo en el abismo en cuanto a visitantes se refiere (diga lo que diga la concejala de turno) e incluso habrían potenciado en la medida de lo posible la ocasión para situarnos en el calendario festivo veraniego de Galicia. Pero eso es mucho pedir para quienes sólo ven fantasmas y enemigos donde debieran ver colaboradores de buena fe que luchan por su ciudad.
Lugo es ignorado por las fiestas populares desde Arde Lucus hasta San Froilán, en una comunidad autónoma que cuenta con cientos de fiestas que atraen a gente a millares. Desde el desembarco vikingo de Catoira hasta el globo de Betanzos, pasando por el San Roque de Viveiro o la fiesta del albariño de Cambados, propios y extraños disfrutan durante dos meses de una apretada agenda marcada sobre todo por conciertos y citas basadas en la gastronomía.
La iniciativa privada ha demostrado, una vez más, que no hacen falta subvenciones para hacer las cosas, que se pueden sacar adelante con la colaboración de personas como Pepe, de la bodega Val de Quiroga, que buscan no una publicidad o un lucro, sino colaborar generosamente en la promoción de lo que es de todos.
Qué quieren que les diga, así sí es bonito hacer cosas, con colaboradores como él, como los locales de la zona que echaron más que una mano (el Antas, la taberna Daniel, el Tosar, el Verruga, Vanity Cakes, la cervecería Lúa…), con una madrina como la extraordinaria Noemi Mazoy, que lo pasó pipa repartiendo vino a los lucenses…
San Vicente es el santo de la fuente de la Plaza del Campo pero su onomástica cae bastante mal, en abril. Pero como el 29 de julio es la patrona de la hostelería, utilicemos esa fecha para darle brillo a nuestra ciudad en pleno verano. Si todo sale bien, el año que viene volveremos.