Un registro en la Diputación en 2016 fue una de las imágenes más comentadas, y todo ha quedado en nada. Foto: La Voz de Galicia |
Como pasa tantas veces, no sólo en Lugo sino en muchos lugares (aunque con una mayor incidencia en nuestra ciudad, aparentemente), los ríos de tinta generados por una investigación judicial han quedado en nada. Le pasó a Cacharro con la Operación Muralla y le acaba de pasar a todos los acusados en el caso Pulpo, que se ha archivado judicialmente pero que socialmente tardará en diluirse, si es que llega a hacerlo.
La presunción de inocencia es algo maravilloso pero que se ejerce poco en este santo país, sobre todo con "los otros" aunque se exige para "los propios". Orozco, Besteiro, Cacharro, Fernando Blanco… son cuatro nombres que sufrieron en sus carnes acusaciones que se disolvieron como un azucarillo bajo una lluvia intensa pero que tuvieron consecuencias en sus respectivas carreras políticas, normalmente abandonados por los suyos porque en España una simple acusación es suficiente para convertir a alguien en un apestado.
En este blog siempre he defendido la presunción de inocencia, que sólo puede ser anulada por una sentencia judicial condenatoria. Indudablemente hay otras circunstancias que nos pueden hacer flaquear en nuestra defensa de la inocencia de alguien, como está pasando recientemente con audios en que ministros se reparten putas o hablan de comisiones, pero salvo que existan esas evidencias tan contundentes (y que aún así vayan ustedes a saber) la opinión pública no debería condenar a nadie por adelantado.
Probablemente el caso más sangrante en Lugo fue el del exalcalde Orozco. Si buscan en esta bitácora verán que fui muy crítico con él (como con todos) pero que siempre defendí su presunción de inocencia, como no podía ser menos. Sus socios de gobierno, en cambio, exigieron su cabeza para hacer alcaldesa a Lara Méndez, con el resultado que todos podemos contemplar a día de hoy en nuestras calles. Fue una injusticia tremenda y se condenó públicamente a un hombre inocente, obligándole a renunciar a un puesto que le apasionaba por una acusación falsa.
Pero no sólo se ha dañado a los acusados, sino que incluso a los acusadores se les cuelgan sambenitos falsos para dañarles, y siguiendo la estela del nazi Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Por ejemplo, los anónimos trolls de Internet, cobardes como es habitual, siempre acusan a Elena Candia de dos cosas: de haber presentado anónimos para iniciar la operación Pulpo, y de “dejar Mondoñedo” y venir a Lugo como si fuera algo terrible.
Empecemos por el principio: es falso que Candia presentase anónimos. El escrito que inició todo esto estaba firmado por dos funcionarios (una auxiliar del servicio de protocolo y un administrativo) y se dirigía internamente contra el jefe de protocolo. Eso no es un anónimo. Es cierto que una copia de ese escrito llegó anónimamente al grupo popular dirigido por Candia, pero eso no quiere decir que el papel fuera un anónimo. De hecho, el juez en su auto (según cita hoy El Progreso) indica que el grupo popular, “al no saber si los hechos recogidos en esa copia eran o no ciertos, prudencialmente, presentó una denuncia en la Fiscalía”. De hecho, estaban obligados a hacerlo, como cualquiera que tenga conocimiento de un posible delito, que ya Fiscalía se encargará de investigar.
El otro escrito supuestamente anónimo no lo era tampoco, si bien es cierto que llegó de la misma manera que el primero a manos del PP. Habla sobre la supuesta situación personal de acoso y trato de favor ejercida por el jefe de protocolo y que firmaron dos funcionarias, aunque no se llegó a presentar porque el papel lo iban a presentar tres y una de ellas no quiso firmar y lo rompió. Pero anónimo no era.
No son hojas de papel en blanco sin firma con letras recortadas de periódicos y revistas. Reiterar una y otra vez que se presentaron anónimos para empezar la investigación es mentir. Nadie duda de que esos documentos existían y que estaban firmados con nombres y apellidos (en el segundo caso por dos de las tres personas que iban a denunciar) así que anónimo, lo que se dice anónimo, no es.
Por terminar, el tema de lo de que Candia sea de Mondoñedo. Verán, el primero que criticó eso fui yo, pero no ella, sino porque me resultaba chocante que el PP de Lugo no tuviera un candidato local que presentar. Pero igual que me resulta chocante que ningún alcalde de los últimos 50 años haya nacido en Lugo (tampoco los del PSOE).
Que alguien que dirige Lugo no sea natural de aquí no quiere decir nada, pero que ningún alcalde sea de Lugo de nacimiento es, como mínimo, extraño. Repito, un caso no quiere decir nada: el mejor alcalde que tuvo Lugo, Joaquín García Díez, no es lucense de nacimiento (nació en Ferrol) y ya ven, nos salió buenísimo y en un sólo mandato hizo más bien a la ciudad que otros en 25 años.
Lo raro es que ningún alcalde desde la muerte de Franco haya sido lucense: José Novo Freire nació en Coruña, Vicente Quiroga en Quiroga, Tomás Notario en Argentina, Orozco en Foz, Lara Méndez en Suiza y residió casi siempre en Cervo, y Miguel Fernández es de Ribeira de Piquín. Curiosamente no he visto que a ninguno se le ataque por no ser de Lugo, pero es un argumento que sí usan insistentemente contra Elena Candia, tal vez por ausencia de otras cosas que decir de ella.
El caso Pulpo ha sido archivado definitivamente y los acusados han quedado libres de toda sospecha judicial, pero conociendo a esta sociedad que tenemos y que basa su mirada en “cuando el río suena…” me temo que nadie les resarcirá de los males que han pasado y la sospecha que se ha situado sobre ellos.
La presunción de inocencia es lo más sagrado de un Estado de Derecho, y ejercerla empieza por nosotros mismos.