Aunque ha salido ya en medios nacionales les voy a poner la referencia del primer sitio donde yo lo he visto. Se trata de una de esas historias “virales” que circulan por Internet y con la que si eres un ser humano mínimamente normal es difícil no emocionarse, y es de un perro.
Una familia adoptó hace tres años a un perro, un labrador negro, llamado Duke. Lo cuidaron y mimaron pero desarrolló un tumor que le hizo perder una pata primero y, tras reproducirse, obligó a su familia a practicarle una eutanasia. Pero el último día del animal le hicieron una fiesta de despedida, dándole toda clase de mimos y caprichos para, finalmente, entre cuidados y mucho amor dormirlo para siempre.
Duke |
Les pongo un enlace al artículo donde lo vi para que le echen un vistazo, e incluso si no les apetece leer con que vean las fotos es más que suficiente. Se lo garantizo.
Hay enfermedades terribles en el mundo que hacen que los pacientes terminen sus días entre agonías insufribles, pero aun así los seres humanos nos resistimos a dar la posibilidad a nuestros congéneres de tener un fin hermoso como el que proporcionaron a este animal.
Ya sé que es un tema tremendo, complejo y poco dado a la simpleza, pero creo que precisamente por ello no se puede ni hacer obligatorio ni prohibirlo, como casi todos los dilemas éticos de esta vida. Que cada uno pueda elegir, esa es la cuestión. Si hay algo importante en esta vida es la libertad de cada cual de hacer de su capa un sayo, y si Ramón Sampedro no sólo hizo lo que hizo (si no saben quién es vean “Mar Adentro”) sino que encima públicamente se aplaude su decisión, no entiendo esa hipocresía de que morir bien no sea una opción a escoger llegado el caso.
¿Cuál es el obvio peligro? Que en una depresión una persona se suicide cuando podía, una vez superada su enfermedad, seguir adelante con total normalidad. Pero es que no hablamos de eso, no estamos tratando de gente que “no le apetezca seguir”. Aún les diría más, el caso de Ramón Sampedro me parece muy peliagudo como ejemplo ya que el mensaje último que se transmite es que si eres parapléjico la vida no tiene sentido, y eso es más que discutible. Yo hablo de enfermedades terminales, y de las que hacen que la persona sufra lo indecible.
También se presta que el uso conlleve el abuso, pero es ahí donde habrá que poner el acento, en certificar que una eutanasia es ejecutada por voluntad del paciente y no de familiares “que lo quieren”, que vaya usted a saber. Ante la duda, se paralizaría el procedimiento, pero si no hay duda no veo el motivo.
Como liberal entiendo que el Estado ha de intervenir lo mínimo en la vida de los particulares, y más aún en temas que no están nada claros. Hoy les traigo la historia de la emocionante despedida a un perro. ¿Acaso los humanos somos menos dignos de algo así si es lo que elegimos libre y voluntariamente?
Por cierto, si no les ha venido una lágrima al ver la historia del perro, perdonen que les diga que no tienen corazón.
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