jueves, 12 de abril de 2018

El callejón del pis


La calle, una vez renovada, ahí quedó sin pena ni gloria
Que los recursos son finitos es obvio, incluso los públicos. Por amplios que puedan ser los presupuestos de las diferentes administraciones éstos no son elásticos y llegan hasta donde llegan, por lo que los gobernantes han de gestionar, entre otras cosas, el destino de los mismos y, a poder ser, su correcto y sabio empleo para resolver los problemas de la ciudadanía poniendo en primer lugar remedio a los más graves. Sin embargo esto no ocurre siempre, ni mucho menos.

A cualquiera que se le pregunte le dirá que lo más lógico es cubrir las necesidades básicas y, si sobra algo, acometer cuestiones secundarias. Es lo que la mayoría dice hacer en sus casas, si bien esta afirmación hay que tomarla con cierta prudencia porque no es la primera familia que pide un crédito para irse de vacaciones y luego come de aquella manera para cubrir gastos.

Teniendo en cuenta esas excepciones lo habitual es que la gente gestione mejor sus cuartos que los de los demás, y como la administración está encabezada por gente que se dedica precisamente a gastar dinero que no han ganado nos encontramos más frecuentemente con situaciones difíciles de entender.

Improvisado urinario público
Una de ellas es la renovación que se llevó a cabo en el callejón del hospital. Supongo que ese nombre no les dice nada, a mí tampoco me sonaría si no hubiera buscado su denominación oficial. Todos lo conocemos por “el callejón de detrás de las monjas de Santo Domingo”. Pues bien, tras gastarse ingentes cantidades de dinero, ese callejón solo tiene dos usos relevantes: ser escenario de botellones y urinario público. Es el callejón del pis, un lugar que encima cuenta con recovecos creados por los contrafuertes del propio convento de Santo Domingo que parecen diseñados para aliviarse sin la molestia de soportar miradas de reproche.

Si les soy sincero no creo que sea un comportamiento digno de aplauso, pero como en esta ciudad no tenemos baños públicos desde que años ha cerraron los quioscos de Plaza de España, Santo Domingo y Milagrosa, gestionados por una entidad social que se fue al tacho, tampoco es que los ciudadanos con necesidades fisiológicas tengan muchas opciones. Vale que pueden ir a una cafetería, pero qué quieren que les diga, si no van a tomar nada tampoco es muy normal que los locales tengan que servir para cubrir las vergüenzas de la administración.

Para mayor desidia, hace meses que una tapa de alcantarilla está rota en esa plaza, y cualquier día hay un disgusto a pesar de las vallas que se pusieron en ese punto y que la mitad del tiempo están por los suelos.

En fin, volviendo al tema, el plan Urban, que financió parcialmente esas obras, se diseñó para “crear ciudad”. Dudo muchísimo que facilitar que la gente mee por la calle fuera una de las líneas de actuación que tenían en mente sus creadores.

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