jueves, 6 de junio de 2019

Sí a la reducción de horarios en hostelería

El problema de los horarios es una espiral que hay que romper

En el mundo de la hostelería es aún más complicado que en otros sectores aunar los intereses de empresarios, empleados y clientes. Lo que beneficia a unos perjudica a otros, y cada cual busca satisfacer su propio interés. Sin embargo, un grupo de hosteleros de Lugo, formado por diferentes profesionales de reconocido prestigo y larga trayectoria, ha lanzado una propuesta valiente y muy interesante que pretende romper ese círculo vicioso atacando a la raíz del problema: los terribles horarios que tienen los restaurantes. Proponen cerrar las cocinas a las 15:30 a mediodía y a las 23:30 por las noches, y que la clientela se acostumbre a respetar unos horarios razonables y civilizados.

He estado muy vinculado a la hostelería toda mi vida y sufrido las consecuencias de un mundo en que la gente ve normal ir a comer a las cuatro de la tarde, mostrado una nula empatía con la vida familiar del personal de los restaurantes. Es un sector con unos horarios difíciles, pero muchas veces forzados por una clientela que no acepta que le tasen los tiempos y que ven la solución sencilla (como lo son todas desde fuera) en “poner más camareros”. Eso sí, tampoco quieren que les suban los precios para pagar esos sueldos, con lo que la cuenta no sale.

Es un sector que ya de por sí complica la conciliación familiar, ya que por su propia naturaleza se trabaja cuando los demás están de vacaciones, sobre todo los niños. También son los que pringan cuando el resto disfrutamos de las fiestas familiares: Navidad, fin de año, Semana Santa, fiestas patronales… hay que tenerlo en cuenta cuando se nos pide un mínimo autocontrol horario.

Y no, no hablamos de perjudicar al turismo, ya que normalmente los visitantes son los primeros en ir a comer porque habitualmente han madrugado. El cliente tipo que va tarde es el autóctono, el abusón que después está dos horas de sobremesa porque considera que es obligación del restaurante mantenerse abierto hasta que a ellos les dé la gana. Curiosamente esa misma gente va a comprar a las grandes cadenas de ropa y ni se le pasa por la cabeza entrar cinco minutos antes del cierre y quedarse una hora probándose chaquetas, principalmente porque saben que los echan y porque socialmente solo está bien visto avasallar a la hostelería.

No se trata de cargar contra el cliente, sino contra el cliente que abusa, que es una minoría. Si usted va a horas razonables a comer y a cenar esta medida no le va a afectar en absoluto y estoy seguro de que redundará en su beneficio porque todos estaremos más satisfechos de trabajar en mejores condiciones. El personal que nos atiende y que cocina para nosotros merece que respetemos sus horarios y que valoremos su trabajo.

Artículo publicado en El Progreso del 6 de junio de 2019

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