martes, 1 de febrero de 2000

La defensa de los “valores culturales”

Soy uno de los, cada vez más numerosos, españoles que ha vivido sin recordar por propia experiencia la figura de Franco. Sólo conozco por referencia los atropellos que se cometieron contra la cultura gallega durante la dictadura, y por eso no soy capaz de comprender el fundamentalismo cultural que se derrocha cada vez que se toca el tema de la defensa de los valores culturales.

Nunca he podido asimilar la idea de que una cultura se defiende. Por más que lo he intentado no sé en qué se fundamenta semejante idea. Sé que dicho así resultará chocante, pero ¿qué tiene de malo que desaparezca una cultura?.

Me explico: supongamos por un momento que no existe esa respiración artificial a la que están siendo sometidos supuestos valores culturales: es decir, que no se obligue a la gente a utilizar un idioma en particular (a los estudiantes les obligan a utilizar el castellano o gallego, dependiendo de la asignatura y el centro; a los opositores, tres cuartos de lo mismo...). Supongamos, pues, que se pueda elegir.

¿Qué pasaría si todo el mundo eligiera una educación castellanizada, galleguizada o, incluso, americanizada?. Que desaparecerían las demás. Pues bien... ¿dónde está la tragedia?. El latín desapareció de la faz de la Tierra hace muchos siglos (con el permiso del Concilio Vaticano II), pero nadie lo añora.

Las culturas evolucionan, se mezclan, se adaptan, avanzan... y actualmente estamos viviendo una etapa de congelación totalmente artificial de ese desarrollo.

Hay que darse cuenta de un detalle: si todo el mundo opta por una cultura en particular, será porque tiene alguna virtud que las otras no poseen; si por el contrario no hay esa unanimidad, ninguna cultura desaparecerá. Es decir, ¿por qué se establece una dictadura cultural exacta a la que Franco imponía, pero de sentido contrario?.

Si alguien es capaz de razonarme el motivo, le quedaré profundamente agradecido, puesto que creo que el germen que obliga a algunos seres humanos a defender su cultura es el causante de enfermedades como el nacionalismo, que llevado a su última consecuencia da como resultado los campos nazis del Holocausto, los atentados de Argelia, o las acciones de ETA.

Carta al director publicada el 1 de febrero de 2.000 en El Progreso

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