martes, 7 de junio de 2011

¡Que se joda el empresario!

Cuando piensan en un empresario a muchos se les viene a la cabeza la imagen del señor de traje y corbata, preferiblemente con puro en la mano (a menos que esté en un restaurante) y reloj de oro, con un Mercedes negro en el garaje y unos hijos que van a pasear en yate lo más cerca del Fortuna que puedan. Es normal que sea esta la imagen, ya que la tele manda, y en la tele quienes salen son los Botín y los Ortega de turno. Sin embargo la mayoría de los empresarios no es esa. Esa es la “élite”, muy entre comillas, que se habla de tú a tú con el Gobierno y le dicta algunas normas y muchas actuaciones, es la que da una imagen poco seria habiendo mantenido al frente de la organización que los representa a un señor que no hacía más que quebrar sus empresas.

España es un país de autónomos y pequeñas empresas. Personas que tienen su negocio, su tienda, bar, pastelería, mercería, taller o despacho del pan. En realidad hablar de empresarios en este caso es casi insultante, porque la mayor parte de estos trabajadores por cuenta propia son más esto último que otra cosa, pero se les mete en el saco de las grandes fortunas. Nadie asume que no es lo mismo hablar de El Corte Inglés que del taller de un sastre o hablar de la Volkswagen que de un taller de reparación de vehículos.

Es a las grandes empresas a las que se les ayuda cuando están pasando malos tragos (traducidos en beneficios de “sólo” unos millones de euros): se les conceden subvenciones millonarias, prejubilaciones y EREs que les permiten cargarse a gran parte de la plantilla a costa de nuestros impuestos y, encima, son los únicos a los que se escucha en las mesas de negociación. Nadie le da una subvención o una ayuda a una pequeña empresa. Ni siquiera un crédito en este momento.

debt_270x250 Mucha gente no tiene ni zorra idea de lo que es sacar un pequeño negocio adelante, y estas micro-actividades son, precisamente, las que crean la mayor parte de los empleos de este país. Y lo que es más importante, son empleos de mejor calidad, más estables. Un señor que tiene una tiendecita con dos empleados no los cambia “de departamento” cada seis meses ni los mueve por una oscura red de empresas, todas con la misma dirección y sede, para no hacerlos fijos. Normalmente tienen una relación más cercana a la familia que a una relación contractual.

Pero estas personas con iniciativa, estos héroes de la economía, son maltratados públicamente. “Los empresarios” tienen la culpa de todo, junto a los bancos, frente al pobre trabajador, desvalido y acuciado por las deudas. Ese pobre trabajador que puede dejar colgado a su jefe sin penalización alguna, la madre de todas las desigualdades. Si un empresario quiere que un señor deje de trabajar para él tiene que pagarle una indemnización, como si no le hubiera pagado un sueldo durante toda su relación contractual; por el contrario, si al trabajador le sale un tema más interesante puede dejar colgado al jefe sin penalización alguna, y a todo el mundo le parece normal.

Les parece “normal” porque no están pensando en el empresario “normal”, sino en la gran empresa. A Carrefour puede que le de igual que un reponedor no vaya a trabajar mañana, pero si tienes un único empleado, o dos, o cinco, a ver cómo te apañas. “¡Que se jodan!”, dirán muchos iletrados que sólo tienen una visión parcial porque no lo han vivido de cerca. Yo sí, y sé lo que es que un camarero deje colgada a la jefa a diez días del verano y de las fiestas.

¿Qué más da? Hay gente para trabajar a punta pala en este momento ¿verdad? Siempre habrá otro que cubra el puesto, es la teoría reinante. El problema es que no se dan cuenta de que esa persona tiene que adaptarse al sitio, al puesto, y aprender cómo se trabaja en esa empresa y eso lleva tiempo. Y tampoco se dan cuenta de que el pequeño empresario no tiene nunca la seguridad de poder hacer una vida mínimamente normal. Amancio Ortega no se pone a la caja del Zara de Pontevedra si le deja colgado un empleado, pero el propietario de una tienda con tres empleados sí. Y como no hay penalización alguna, nunca sabes cuándo te van a hacer la puñeta. Pero les va en el sueldo, son empresarios. ¿Qué más da que no sepan cómo van a pagar a sus empleados a final de mes si las cosas van mal? Ya sacarán de su saco de oro, ganado con el sudor de la frente de sus empleados, el dinero que haga falta a esos explotadores malvados. ¡Que se jodan!

Otra de las grandes mentiras es que se hacen ricos cerrando sus empresas. Eso puede pasar a los grandes niveles, donde ejércitos de abogados y especialistas cortan toda atadura entre la empresa y sus directivos, que se llevan un montón de millones cuando cierran el chiringuito. Un pequeño empresario habitualmente ata su patrimonio personal a su empresa, y si se hunde el barco se lo lleva con él. ¡Que se jodan!

Lo que no acabo de entender es que, si tan fácil y tan chollo es ser empresario, ¿por qué la gente busca trabajo? Que monten una empresa y ya está, se hacen todos ricos.

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