Cuando uno es estratega lo es para los tiempos de bonanza y, sobre todo, para las vacas flacas. Eso debe pensar su excelencia el ministro de Fomento, Don José Blanco, cuando pone un claro rumbo a Galicia para su futuro personal. Pobre Zapatero, que me lo dejan solo. Los más fieles entre los fieles ya se vieron descabezados por el jefe haciendo de la necesidad virtud y cargándose el ministerio de Igual-da, enviando a la pobrecilla Bibiana Aido (condecoración mediante) a la ONU como premio de consolación, a un puestazo de esos que en los países civilizados se reservan a ex-presidentes y padres de la patria.
Blanco se viene a Galicia, eso se ve a la legua. Pachi tiene los días contados como cabeza visible de los socialistas gallegos. El ministro anda más por aquí que el agua del Miño y eso no es malo para Galicia, al menos mientras sea ministro. El problema vendrá como se le ocurra aplicar los principios que está usando en el ministerio a nuestra pobre Comunidad: mucho anuncio, mucha cinta, mucha pancarta pero poca chicha. Cuando digo poca chicha no me refiero a que no se hagan obras sino que las que se hacen no necesariamente son las mejores que se podrían ejecutar. Pongamos por ejemplo la obra cumbre del movimiento neo-surrealista: el puente de Lugo.
Inaugurado el viernes pasado a bombo y platillo, creo que la mejor campaña que se puede hacer contra dicho puente es poner autobuses para que la ciudadanía vaya a verlo. Ojo, que cuando digo “contra dicho puente” me refiero a eso, a que me parece una barbaridad ESE puente, no UN puente. No critico el qué, sino el cómo y el dónde. Ya lo he tratado en este blog, pero quiero recordar que el principal objetivo de hacer el puente era jubilar el mal llamado puente romano para poder peatonalizarlo. En eso estamos de acuerdo, imagino. Pues no se va a hacer porque donde han hecho el nuevo puente obliga a dar un rodeo impresionante para ir, por ejemplo, del fluvial al centro. Hagan la prueba.
Ayer por la tarde cogí el coche para ver si la tontería era tal y como me la veía venir, y no sólo es así, sino que es aún peor. En el universo de Blanco la distancia más corta entre dos puntos es una circunferencia de 300 grados. Si uno está en la Volta da Viña y quiere ir al Fluvial puede hacerlo a través (todavía) del puente romano con lo que en 30 segundos está. Si opta por la nueva estructura tiene que bajar a la Nacional VI, cruzar el puente, pasar una rotonda, seguir un tramo de autovía, otra rotonda… para desembocar en la carretera de Portomarín, ir hacia la carretera del cementerio, hacer el STOP y bajar hasta el desvío del fluvial. ¡Comodísimo! Ya veremos cuántos lucenses usan esa ruta este verano para bajar a bañarse.
Feijoo se las va a ver en las elecciones del 2013 con Blanco, eso creo que casi nadie lo duda a estas alturas. Si el PSOE se pega el bofetón que se augura, y que probablemente va a ser mucho más suave de lo que la mayoría piensa (sacarán el “que viene la derecha”, los doberman, los que queden de la ceja y demás) Blanco no se quedará mucho tiempo en Madrid. Volverá a Galicia presumiendo de “sus” obras, e intentará lograr su objetivo dorado que no es ganar las elecciones sino que Feijoo no llegue a la absoluta. Es lo máximo a lo que pueden aspirar, pero lo triste es que son capaces de dar la mitad de un gobierno a quien saca cuatro votos sólo por sentarse en el mullido sillón oficial que toque en cada momento. Miren lo que ha pasado en Lugo.
Contaremos con Blanco, entonces, en breve. Habrá que ver si no le pasa factura el haber estado en pandilla con Zapatero y su pisito de Arousa. Veremos.
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