viernes, 22 de julio de 2022

Hay que dar una vuelta al modelo de las casetas del San Froilán

Si algo identifica el San Froilán son las barracas y el pulpo. De hecho es habitual que en la cartelería haya referencia a ambas cosas y raro es el diseño que no incluye al menos un tentáculo por algún lado. Este año con poner uno llega, porque sólo ha habido un postor para montar las tradicionales casetas de la fiesta… y a ver si no renuncia, que no sería de extrañar.

El problema que está afrontando la hostelería (como muchos otros sectores, por supuesto, pero ahora hablamos de éste) no es menor, y estamos empezando a ver las consecuencias, que probablemente no van a ir a mejor. Cuando para 2023 el Ayuntamiento empiece a restringir las terrazas veremos bofetadas para conseguir tomar un café al aire libre porque, como suele pasar en estas cosas, estoy dispuesto a apostar dinero a que pasarán de la total permisividad a la restricción abusiva, y si no, al tiempo.

Pero volvamos al tema de las casetas. Como saben, el precio de las raciones del pulpo está tasado por el Ayuntamiento, que lo mantiene en los 12 euros por ración, haciendo oídos sordos a la espiral inflacionista. Para que se hagan a la idea es lo que costaba en 2016, y no hace falta ser un genio para entender que los costes no son los mismos. Entre 2016 y 2018 subió un 50% y desde aquella la evolución ha sido la que ha sido.

Esto, sumado a muchas otras cuestiones problemáticas como es el incremento del coste de los materiales (lo que disuade a quien quiera animarse a ensamblar una caseta por primera vez), la escasez de mano de obra para todo lo que es el montaje de la instalación y, por supuesto, el grave problema que hay para encontrar personal, es lo que explica que sólo se haya presentado una empresa al concurso para servir el pulpo en las fiestas.

Como este país es como es, estoy seguro de que hay quien se alegra de esto. Les hablaba el otro día de una palabra alemana que describe la alegría por la desgracia ajena: “schadenfreude”, que no deja de ser un reflejo de esa envidia que es tan propia de los españoles. Hay quien siente un vergonzoso disfrute porque al vecino le vaya mal, y, por la contra, un sufrimiento porque a otro le vaya bien, que jamás he podido comprender. Y más si no son conscientes de que el hecho de que haya menos casetas perjudica a las fiestas patronales de Lugo.

Que haya únicamente una de cuatro casetas implica menores ingresos para las arcas públicas. Las grandes sumas que pagan por instalarse se destinan a financiar las fiestas, así que lo de que no se monten las cuatro casetas va a ir a nuestro bolsillo porque los conciertos y demás gastos se pagarán igual, y si no hay ingresos de otro sitio la pasta saldrá de la buchaca pública, que es la nuestra aunque a veces nos hagamos los locos.

Obviamente lo de reducir el gasto en las fiestas si hay una bajada en la recaudación ni se les pasa por la cabeza, y menos aún en el último San Froilán antes de las elecciones municipales en que todo tiene que ser “lo más de lo más”. Equilibrar las cuentas no es una de las especialidades de nuestras administraciones, y aunque en tiempos las fiestas patronales apenas le costaban nada al Ayuntamiento porque se financiaban casi al 100% con los ingresos de barracas, casetas… y las entradas a los conciertos, hoy es impensable. Al que proponga cobrar por ir a ver a los artistas supongo que lo colgarían de un balcón en la Plaza de España para dar ejemplo a los demás que disientan de la nueva religión del “gratis total” que, sin embargo, nos sale carísima.

Personalmente siempre he pensado que las casetas del pulpo tendrían que ser libres tanto en tamaño como en precio y disposición (cumpliendo las normativas, claro está). No comprendo por qué en todas partes se pueden poner unas lonas con bancos corridos (que, por cierto, hasta tienen más encanto para una feria) y aquí se obliga a montar auténticos restaurantes provisionales con unos costes que no sólo han ido dificultando paulatinamente la participación sino que, como vemos, la ha convertido en inviable.

Lo suyo sería que puedan montarse las casetas que quieran, pagando sus metros cuadrados como los demás feriantes, y que cada uno tenga su estilo, sus materiales… y sus precios. Ah, y por supuesto que estén los días de las fiestas en lugar de mangarse ahí mes y pico, otra cosa que nunca he podido comprender.

Seguramente es el momento de dar una vuelta al modelo de las casetas del San Froilán, pero no hace falta ser adivino para prever que no se hará ningún cambio. Y si no hay casetas, pues no las hay. Con echar la culpa a los hosteleros tenemos hecho el discurso público, y colará.

1 comentario:

  1. Tal cual ,lo normal como en toda partes serian lonas y bancos corridos y punto

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