Intentemos quedarnos con lo bueno. P.D., del rayo verde ni rastro... |
Incluso en los lugares más paradisíacos tenemos la
sensibilidad en ya saben dónde y da igual que estés en la Playa de las
Catedrales o en los Ancares, hay quienes van dejando su basura por cualquier
sitio y les importa un pepino si eso es, además de una guarrada, un atentado
visual.
Este fin de semana estuve con mi familia en Finisterre, y
como no podía ser menos, nos fuimos a ver la puesta de sol en el mar, que es
como ver el Coliseo en Roma o la Muralla en Lugo, algo que hay que hacer.
Allá nos subimos al faro, y a pesar de que el sitio es
impresionante, con unos acantilados que acogotan al más pintado y una ventolera
que no ayuda a la tranquilidad, también tuvimos que soportar la nota negativa:
basura y más basura entre otras lindezas, porque hay quien eligió ese precioso
lugar para dejar allí sus restos más fisiológicos, de los que no voy a poner
fotos porque me parece una ordinariez.
Envoltorios de comida (no me explico por qué motivo tanta
gente sube allí a comer mientras ve la puesta de sol… ¿no pueden ir cenados?),
excrementos, latas y un montón de botas, que por lo visto es típico que los que
acaban el Camino de Santiago sigan hasta Finisterre (lo que me parece muy bien)
y dejen allí el calzado (lo que ya no es tan razonable).
Sí, todos esos restos te estropean la puesta de sol. Un
entorno natural y magnífico se ve groseramente insultado por los guarros que no
tienen otra cosa mejor que hacer que ir allí a dejar su basura. Y eso que con
el viento que hace sólo permanece en el sitio la más pesada, no me quiero ni
imaginar la cantidad de desperdicios que acaban en el mar.
En todo caso y a pesar del entorno, la experiencia es
magnífica. Quizá si tuviera que volver no iría justo al faro, sino a otro de
los puntos que hay por allí y donde se puede ver lo mismo, pero sin tener que
soportar lo que parecen restos de un botellón continuo.
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