miércoles, 27 de febrero de 2013

Pero la culpa es del bolardo...

El lunes una señora infartó en plena calle de San Marcos. Alguien avisó al 112 y apareció a toda leche una ambulancia. A pesar de los esfuerzos que hicieron los chicos de emergencias, la señora murió y allí quedó la pobre, tirada en la calle, hora y media hasta que llegaron a hacer el levantamiento del cadáver. 


Los esfuerzos, hay que decirlo, tuvieron que hacerlos con la señora tumbada en el frío suelo de la calle, ya que la ambulancia llegó subiendo por la calle del Teatro (antiguo General Franco) para encontrarse con que no podía entrar en la nueva, flamante y horrenda plaza que han hecho frente a la Diputación. 

Como no podía ser menos, se lio parda y empezó un debate sobre los bolardos que vedan el acceso a las zonas peatonales en Lugo. Que si tienen que ser móviles, que si los fijos son un peligro, que qué pasaría si hay un incendio… Un debate un tanto extraño si uno se acerca al lugar de autos (nunca mejor dicho) y echa un vistazo. 

Verán, en la entrada de la calle San Marcos hay un bloque de piedra, seguido del puñetero bolardo, una farola y un seto bajo. Entre la farola y el seto bajo no sólo cabe una ambulancia, sino también un camión de bomberos, la procesión de la Virgen de la Esperanza y la cabalgata de presentación del Circo de los Hermanos Tonetti. 

El problema no es el bolardo, ni la farola, ni el cubo de piedra, el problema es que desde prácticamente la entrada del aparcamiento subterráneo hasta el semáforo es todo ello una zona de carga y descarga, con lo que en cualquier momento el acceso queda cortado por coches que están legítimamente aparcados (unos minutos, eso sí, pero en esos casos la cosa se cuenta en segundos) con lo que el absurdo queda servido una vez más en la ciudad de las murallas. 

De todas formas, también tengo que decirles que en una emergencia uno pasa por donde puede. En la parte superior de Santo Domingo, justo a la derecha de la entrada del aparcamiento, hay un rebaje en la acera para un garaje. Entrando por ahí y pasando por delante de donde está Zara Home se llega perfectamente al lugar del siniestro en cuestión. De hecho la policía pasa a diario por ese lugar, y el coche fúnebre que vino a recoger a la pobre señora hizo exactamente eso. 

Supongo que cuando uno conduce una ambulancia está a lo que está, a llegar rápido y no a darle vueltas a la plaza para encontrar un hueco por donde meterse, pero creo que es obvio que la ambulancia podría haber entrado. Otra cosa es si habría servido para algo, pero eso ya nunca lo sabremos. 

Que todos los bolardos sean móviles, además de algo propio de Star Trek, puede ser muy moderno, pero no sé hasta qué punto efectivo en una calle donde no hay ni un triste garaje. Para estas situaciones, si hay una alternativa (que la hay) no le veo la utilidad. 

También cuesta entender que en la parte más estrecha de San Marcos se haya puesto una terraza en el medio y medio que deja poco paso, y encima con elementos fijos (una mesa y unas sillas se arrastran en medio segundo, un separador de metal atornillado al suelo es otro tema). 

La seguridad tiene dos problemas: el primero que suele ser incómoda, y el segundo que da mucho pie a la demagogia. No estoy diciendo que quienes pidan el bolardo móvil sean unos demagogos, de hecho ya hubo advertencias de la oposición de que ahí podía haber un problema y, por desgracia, han sido clarividentes. Lo que quiero decir es que las cosas se pueden solucionar muchas veces aplicando el más elemental sentido común. 

A esta señora ya le llegará tarde todo lo que se acuerde desde ahora. Estas cosas son así, hasta que pasa algo parece que todo da igual. Veremos si los vecinos del Puente consiguen que el romano que se está arreglando deje pasar coches, y cuando atropellen al primero hablaremos de “desgracia”.

martes, 26 de febrero de 2013

Toni Cantó y el maltrato

Si hay algo por lo que felicitar a UPyD sin duda alguna es por el fichaje de Toni Cantó. No porque diga cosas muy sesudas, sino porque nos da algo de lo que hablar y escribir a media España cuando en la escena política parece que todo se reduce a la contabilización de chorizos ajenos con la esperanza de que sean más que los propios. 

El señor Cantó (me llama profundamente la atención que un diputado mantenga su nombre artístico en las noticias que salen sobre el Congreso) dijo ayer que “La mayor parte de las denuncias por violencia de género son falsas. Y los fiscales no las persiguen. Las estadísticas son sesgadas”… y, como no podía ser menos, la lio parda nuevamente, que parece estar convirtiéndose en su especialidad. 


He de decir que estoy de acuerdo con dos de sus tres afirmaciones, lo cual no es poco. Imagino que alguno se estará asustando con lo que lee, pero vamos a ver con cuáles estoy de acuerdo y con cuáles no. No estoy de acuerdo con la primera. Decir que “la mayor parte” de esas denuncias son falsas es, además de una temeridad, una afirmación que hay que tener muy bien atada con datos reales antes de dejarla salir. No sé de dónde ha sacado los datos el amigo Toni, pero hoy ya se retractó así que la fuente debía ser tan fiable como la de aquella candidata del BNG que basó su discurso en “un powerpoint que me llegó por email”. Así le fue en las elecciones. 

Sin embargo sí estoy de acuerdo con las otras dos afirmaciones. Creo que la fiscalía no persigue adecuadamente la falsedad en las denuncias y que las estadísticas que se hacen sobre el tema están claramente ideologizadas por la esclavitud de lo políticamente correcto. 

Buscando información he llegado a un informe de Francisco Pérez Fernández y Beatriz Bernabé Cárdaba, de la Universidad Camilo José Cela, en que se denuncia precisamente la falta de información al respecto que existe, la opacidad en los datos y el oscurantismo de una realidad que está ahí y que, tozudamente, no va a desaparecer porque no nos guste. 

El problema de Toni Cantó ha sido ese “la mayor parte”. En el año 2012 se registraron 30.895 denuncias por maltrato doméstico. ¿Alguien se cree que responden a 30.895 situaciones reales? ¿De verdad consideran imposible que al menos una de esas personas haya puesto una denuncia falsa? Recuerden que hablamos, en muchas ocasiones, de situaciones límites en lo personal, con o sin maltrato de por medio, relativas a separaciones, divorcios, disolución de sociedad de gananciales… Llegado ese punto es muy tentador utilizar una herramienta que tienes a tu disposición desde hace algunos años y no seré yo quien ponga la mano en el fuego afirmando que nadie la ha usado incorrectamente. 

Toni Cantó sacó un tema importante a la palestra, y la cagó vilmente por creer que había encontrado una mina de oro. Se pasó de frenada. Denunciar la existencia de denuncias falsas es poner en el tapete una situación real que sufren muchas personas día a día (por “muchas” entiendo una o más). El problema de la ley que regula este tema es que traslada la carga de la prueba al acusado, cosa que me parece de una inconstitucionalidad difícilmente rebatible: es muy complicado demostrar que uno es inocente, por no decir imposible. Nadie tiene coartada las 24 horas del día. 

Si hubiera dicho eso, si se redujera a hablar del drama que puede sufrir un inocente al que le hunden la vida cuando es falsamente acusado por una persona, quizás despechada, quizás enfadada, o quizás porque simplemente es una mala bestia (noticia de última hora: la igualdad implica que hay tanto porcentaje de mujeres malas como de hombres malos, no sé si se habían percatado). 

Toni Cantó tendría que haber hablado de eso, de la presunción de inocencia, que es el pilar más básico que puede existir en una sociedad civilizada. El Estado de Derecho se basa en que uno es inocente hasta que no se demuestre lo contrario, salvo en este caso, donde las medidas de prevención son tan grandes que suponen una indefensión absoluta del acusado. 

¿Propongo que se derogue la ley? No. Propongo que se modifiquen algunas cosas. No parece razonable que se condene a alguien sin prueba de por medio, ni mucho menos que si se demuestra que alguien pone una denuncia falsa tenga unas consecuencias en absoluto proporcionales. Lo razonable sería que se siguiera con el sistema actual de prevención y protección, pero dando también seguridad jurídica a los acusados y, por supuesto, aplicando severas, severísimas penas a quien acuse en falso, porque no está dañando a su pareja o expareja, está dañando la credibilidad de un sistema que se diseñó para proteger a la parte más débil. 

Eso sí, lo más importante es que todo el mundo siga saludando a los vecinos en el ascensor para que luego puedan decir en el telediario que “era una persona de lo más normal”. Parece que sólo nos fijamos en eso.

lunes, 25 de febrero de 2013

La Pantoja debería buscar marido en la Casa Real

La infanta libra por ahora. Es que ni como testigo será citada a declarar en los juzgados lo que hace pensar a muchos españoles, entre los que me incluyo, que va a ser verdad eso de que la justicia no es igual para todos. 

El pasado 23 de octubre declaraba como imputada Isabel Pantoja por blanqueo de capitales de su exloquesea, Julián Muñoz. Nadie dudaba entonces de la procedencia de que la cantante diera explicaciones de muchas cosas, entre ellas de los ingresos que tenía y que se achacaban al del bigote. Por su parte, ayer nos dicen su señoría José Castro, anticorrupción y la acusación particular que no hace falta que la Infanta pise el juzgado, a pesar de haberse demostrado no sólo que recibía ingresos de la fundación que está en el ojo del huracán, sino que es copropietaria con su marido de la empresa Aizoon a donde éste, presuntamente, desviaba los fondos públicos que están encima de la mesa. 

Con estos antecedentes, si yo fuera la Pantoja, me buscaría un marido vinculado a la monarquía. Al príncipe ya no lo pilla, pero a lo mejor algún primo que tenga por ahí se animaría a compartir mesa y mantel con la de Marinero de Luces. Parece ser que eso es más efectivo que un buen abogado, lo cual es para echarse a llorar en un supuesto Estado de Derecho.

A Isabel Pantoja no la han metido en el juzgado por echar mano a la caja, ni por participar en el saqueo del Ayuntamiento de Marbella, sino simplemente por, en teoría, recibir dinero de Julián Muñoz, lo mismo que ha hecho la Infanta Cristina, pero ésta, ya no sólo no es llamada como imputada sino que ni siquiera tiene que acudir como testigo, lo cual es como mínimo llamativo. Que conste que estoy más de acuerdo con que si la regla es que no habiendo pruebas directas no se llame a declarar a alguien como imputado no se le llame, pero como testigo... eso es diferente. Tampoco me gusta el cambio de criterio dependiendo de quién esté al otro lado de la mesa.

La inmunidad que reconoce la Constitución al Rey hace que éste sea impermeable a cualquier tipo de demandas, ya sean penales como civiles. Ha habido casos de demandas para que reconozca alguna paternidad que han acabado archivadas por el artículo 56 de la Constitución que nos dice que la persona de El Rey es inviolable. Sin embargo esa inmunidad (jurídicamente muy, pero que muy cuestionable) no alcanza a toda su familia, o al menos no debería. 

Los españoles somos un pueblo bastante rarito: pasamos del amor al odio con la misma facilidad con que se enciende o apaga la luz de la cocina. Desde que tengo memoria, y recuerden que yo no conocí a Franco (ni ganas), la familia real ha sido un asunto intocable periodísticamente hablando. Esto, en otro país, podría haber tenido como consecuencia que se diera a la monarquía un halo de misterio y distanciamiento, pero en el nuestro lo único que se consiguió es alimentar rumores y más rumores. 

Todos hemos oído hablar de la aventura del conductor que pinchaba y que un tipo en moto lo ayudaba a cambiar la rueda con el casco puesto y que, al marcharse se lo sacaba y era el Rey. Otras presuntas anécdotas son menos amables, y nos cuentan desde que en Mallorca se celebraban dos cumpleaños (uno al que iba la Reina y otro al que iba la otra) hasta inclinaciones de diversos miembros de la familia real. En España el silencio lo único que hace es que la gente piense fatal. 

Ahora va a pasar lo mismo. El silencio de la infanta en el juzgado no hará más que acrecentar sus probabilidades de condena, no judicial que esa parece que la tienen más o menos encarrilada (no olvidemos que todas las sentencias se dictan “en nombre del Rey”, vamos, “dice tu padre” en este caso), sino pública. 

Las inmunidades y prebendas no tienen por objeto crear una casta superior, sino proteger a quienes están más expuestos de los ataques de los enemigos que, por razón de su cargo, puedan generar por intereses políticos o lo que sea. Sólo desde ese punto de vista estoy dispuesto a admitir que haya “tribunales especiales” para determinadas personas. 

Pero eso no justifica que esas mismas personas no tengan que pagar las multas de tráfico, o que su comunidad de vecinos tenga que ir al Supremo porque el diputado de turno no paga las cuotas de la comunidad. José Blanco no será juzgado en Lugo por el caso Campeón, sino en el Tribunal Supremo por su calidad de Diputado, pero eso es una clara perversión del sistema. 

Sus señorías deberían renunciar a su aforamiento cuando se trate de causas que nada tienen que ver con su actividad pública. Con más motivo la Infanta Cristina no sólo no debería ser llamada como testigo, sino que ella misma debería dar un paso adelante y defender, si es cierta, su inocencia. 

Meterse debajo de las mantas con el escudo real como defensa no le hace ningún favor a la monarquía, que ya vive horas bajas pero que aún pueden empeorar.

jueves, 21 de febrero de 2013

El imperio de la ley

Creer en la ley es un estado binario: o crees, o no crees. Yo soy de los primeros. 

Ahora viene el matiz. Creer en la ley no quiere decir que piense que porque una cosa viene recogida en un texto legal esté bien o sea positiva, a lo que me refiero es a que creo en el imperio de la ley, en el gobierno de la sociedad por unas normas de obligado cumplimiento, sin excepciones. Si las circunstancias hacen que un comportamiento que en un momento es percibido como algo “malo” se transforme en algo “aceptable” o viceversa, para eso están los parlamentos, para modificar la legislación. 

Hoy vienen varios asuntos en la prensa que nos valen de ejemplo para tratar este tema, el de la confianza en la legalidad, veamos un par de ellos: 
  • El “abuelo coraje”, el octogenario que se cargó a un vecino porque entró en su casa violentamente, ha sido absuelto porque el jurado popular considera que actuó en defensa propia y por un temor razonable a que este tipo le hiciera algo a él o a sus nietos.
  • Los vehículos aparcados en el margen de la Nacional VI durante el congreso del PP reciben denuncias. Entre estos coches había muchos de asistentes a la manifestación frente al congreso del PP para pedir servicios para el HULA. PSOE y BNG critican las multas y alguno de los colectivos convocantes asegura que es por “venganza”. 
Bien, aquí tenemos dos situaciones diferentes. En el primero se incumplió la norma que dice que no se puede matar a alguien, pero se apreció que este principio, que parece tan obvio, puede tener excepciones (que se llaman “atenuantes” en un juzgado) por las que se dan casos extremos en que se pueda aceptar un comportamiento ordinariamente condenable. ¿Actuó de acuerdo a la legalidad el “abuelo coraje”? Pues parece que sí, según el tribunal, ya que lo absolvió de los cargos. Otra cosa es que no tenga un juicio civil que le obligue a indemnizar a la familia del fallecido, pero eso es otro cantar. 

En nuestro segundo ejemplo se multó a los vehículos estacionados en la orilla de la Nacional VI. Se nos asegura que las denuncias son una “venganza” por reclamar servicios para el HULA frente al congreso del PP, pero si les soy sincero no acabo de verlo claro. Si algún asistente al Congreso aparcó allí, ¿no lo han multado? ¿Cómo diferenciaban los coches de unos y otros? ¿Había algún distintivo con gaviota? Porque si a los manifestantes que aparcaron bien imagino que no les multarían, digo yo, con lo que el hecho causante de la sanción no es la protesta, sino aparcar mal. 

Se me puede decir, que es razonable, que quizás las fuerzas del orden fueron mucho más “diligentes” que en otras ocasiones en que hay ferias en el Pazo y no se multa. Si les soy sincero no tengo datos, quizás habría que mirar eso antes de echar la lengua a pacer (a favor o en contra de la medida) pero en todo caso, si es verdad, les diría que lo reprobable en mi opinión no es haber sancionado en esta ocasión, sino no haberlo hecho en las otras. O se puede aparcar ahí o no se puede. No hay vuelta de hoja. 

Otra cosa sería si la multa fuera por la protesta en sí. Les voy a poner un ejemplo: multar a una manifestación legítimamente autorizada por ir en grupo (les recuerdo que nuestra nueva normativa municipal de tráfico lo prohíbe, como en tiempos del generalísimo). Eso sí sería una multa con mala leche porque la esencia misma de la manifestación es agrupar cuantas más personas se puedan. Pero que los asistentes dejen el coche donde no deben no es un “derecho constitucional” a manifestarse, sino simplemente aparcar mal. 

¿Y ahora qué? ¿Se les sacan las multas por eximente de “buena intención y pancarta”? ¿Y si alguno de los congresistas del PP fue multado también se la quitarían por solidaridad? ¿O esos tienen que joderse (con perdón)? ¿No se cargaron a un subdelegado del Gobierno por sacar multas? Ya saben aquello de que cuando veas las barbas de tu vecino pelar… 

Soy un defensor a ultranza de la sociedad civil, cosa que en España no sabemos lo que es. Creo que la política es un camino para cambiar el mundo, el más importante, pero no el único. Veo vital que las personas se organicen no sólo en partidos, sino también en asociaciones o agrupaciones que sean una estructura que pueda dar la réplica a las elecciones “regladas” y que haya un movimiento cívico que represente intereses públicos más allá de los escaños. Pero eso no quiere decir que esas organizaciones puedan incumplir la ley, como tampoco deben hacerlo los partidos aunque en este momento sea raro decirlo así (ustedes ya me entienden).

miércoles, 20 de febrero de 2013

El copago y el liberalismo

Hay un tema del que se lleva hablando mucho tiempo y que les juro que me cuesta muchísimo entender: el famoso “copago” o “repago” o como lo quieran llamar. Verán, el tema es que se ha puesto de moda “denunciar” que la sanidad que “ya pagamos” con nuestros impuestos se nos “vuelve a cobrar” con lo de pagar una parte del medicamento o un euro por receta. Hoy casi me quedo sin comillas, pero es lo que hay. 

De repagos está el mundo lleno. Les voy a poner varios ejemplos para que nos entendamos. Hace unos meses, en que fui con mi hermana a Segovia, iba a entrar en la catedral de la ciudad que tenía una pinta fantástica. A la entrada, una taquilla en que te cobran una entrada de la que no sé el importe porque me niego rotundamente a pagarla si no se me aclara quién será el perceptor de la “ofrenda”. Les puedo jurar que no es tacañería, porque de hecho al Alcázar sí entramos (y no es excesivamente barato) o en los museos también estoy dispuesto a abonar la entrada. Con las iglesias y catedrales reconozco que es diferente, porque quien cobra no es el Estado sino una entidad (en este caso la Iglesia) que ya recibe una barbaridad de dinero para mantenimiento y reparación de bienes de interés cultural y cosas así. 

Pero este ejemplo, muy del gusto de la progresía, no es el único ni muchísimo menos. El cine español, por ejemplo, tarifa en taquilla lo mismo que el que hacen por el mundo adelante, cuando una parte muy importante está pagada con “subvenciones” o “con la colaboración del Ministerio de Cultura”, además de los chiringuitos varios de las comunidades autónomas, preferentemente la catalana que es muy de meter millones que no tiene en producciones en la lengua autóctona. Por gastar a lo tonto les diré que hasta ganó un premio a la “mejor película en catalán” Blancanieves, que es muda, lo cual tiene su coña. Pero a lo que íbamos, si ya pagamos la película, ¿por qué hemos de pagar la entrada? Al menos que nos hagan un descuento presentando la declaración de la renta. 

Hay mucho más. En todas las administraciones hay tasas: por dar de alta una Asociación, por cambiar su junta directiva o incluso por matricularse para unas oposiciones te cobran. ¿Acaso no pagamos ya mediante nuestros impuestos al personal y los gastos generales? Las autopistas que están construidas con dinero privado, pero que también reciben subvenciones, ¿no deberían rebajar o eliminar los peajes?... 

¿Por qué la sanidad? Quizás porque te pilla en momentos bajos. Nadie va al médico si se encuentra perfectamente, y obviamente es una necesidad más básica que entrar a visitar la Catedral de Segovia. Pero el principio básico es el mismo. 

El liberalismo no es la bestia negra que muchos quieren que creamos, sino la solución a la absurda espiral de déficit y de despilfarro en que nos encontramos. El problema es que hay mucha gente chupando de esta teta, y que no quieren que se seque. El liberalismo no tiene por qué acabar con las ayudas públicas más necesarias, como por ejemplo la emergencia social o la asistencia a personas en situaciones de necesidad, ya que hoy nadie medianamente serio habla de un sistema liberal puro (un “sálvese quien pueda”). Tampoco hay gente seria que defienda ya el comunismo como forma de organización de la sociedad. 

El liberalismo supone el fin de las subvenciones a colegios y hospitales privados pero también a sindicatos, partidos políticos, entidades de dudosa “utilidad social”…, la separación tajante entre público y privado, entre Iglesia y Estado, la simplificación de la maraña normativa en que nos movemos (menos normas, de mínimos, pero que se hagan cumplir), en definitiva, el fin de la “sopa boba” de la que muchos se alimentan año tras año a base de mantener puestos de trabajo totalmente obsoletos a precios desproporcionadamente altos. 

Pero si esto fuera adelante existiría la oposición de los propietarios de colegios y hospitales privados, pero también de sindicalistas, partidos políticos, gestores de entidades de dudosa “utilidad social”, la Iglesia y todos aquellos que ven posibilidad de seguir viviendo del cuento. 

Me sorprende enormemente cuando nos dicen que estamos en una sociedad “neoliberal”. Pero por el amor de Dios, ¡si tenemos subvencionados hasta los bolígrafos de los bancos! El dinero público no sólo llega a todas partes, sino que se ha convertido en la sangre del sistema, y eso es para echarse a temblar. Que la contracción del gasto público pueda poner en peligro la economía de un país es una barbaridad a la que nos hemos acostumbrado en un sistema “social-demócrata” que está igual de obsoleto que el Comunismo del que procede. 

Alguno me acusará de incoherente, por ser funcionario y defender lo privado, pero es que no es eso lo que estoy diciendo. Estoy defendiendo la separación entre una cosa y la otra, y la reducción de la presencia del Estado en la vida diaria de las personas salvo los mínimos indispensables de servicios comunes, mantenimiento del orden público, y aprobación de ciertas normas básicas que no se nos echen al cuello a la mínima. Pero también defiendo la existencia de una administración pública, de servicios públicos, sólo que entre éstos no incluyo una sociedad para “gestionar” el Camino de Santiago (ya me dirán qué hacen todo el año) o que se subvencionen los bodrios que nos ponen en los cines y que sólo sirven para que al premiarse unos a otros venga una pija (que anunciaba bancos y a El Corte Inglés) a hablar de las vergüenzas del capitalismo. 

El copago, señores, no es liberalismo, es justamente lo contrario.

martes, 19 de febrero de 2013

Dice el (presunto) ladrón...

Que dice el (presunto) ladrón del Códice que en la Catedral de Santiago hay sexo y robos día sí, día también. Como noticia morbosa no está nada mal, imagino que el 90% de los lectores, siendo optimista, ahí sí pasará de leer el titular para zambullirse en el contenido del artículo, porque no hay nada que llame tanto como el sexo y la bajeza moral, y más si es entre miembros del clero o la política. 

Pero rascando un pelín más allá, me pregunto yo: ¿y eso qué tiene que ver con el fondo del asunto? Es decir, nos cuenta la abogada del presunto chorizo que se llevó (presuntamente) el Códice y los más de dos millones de euros que robó (presuntamente) porque estaba muy trastornado por lo que veía en la Catedral. El deán le daba palmaditas en el culo y se propasaba verbalmente con el señor, por lo que se ve. 

Suponiendo, que es mucho suponer, que sea cierto lo que dice este señor ¿es que los traumas se curan echando mano a la caja? Vale que el refranero nos dice que “las penas con pan son menos”, pero no es disculpa para agenciarse ese pan si uno no se lo gana. 

La táctica del calamar, que da tan buenos resultados procesales por lo que se ve, también es conocida como la del ventilador (no me hagan profundizar en la analogía que me da asquete) o la de “tirar de la manta”. “A río revuelto, ganancia de pescadores”, nos cuenta también el recopilatorio de frases hechas. Parece que si implicas a veinte o treinta tipos lo tuyo es menos grave o, al menos, entra dentro de un “lo hacen todos” que por lo que se ve ayuda a salir a la calle como hicieron algunos conocidos ricos de nuestra ciudad. 

Alguien debería analizar por qué se le da tantísima credibilidad a gentuza como Bárcenas, el electricista presuntamente ladrón, el no presunto sino confeso ladrón Dorribo, el otro autoinculpado delincuente Liñares, o el socio de Urdangarín, que no sólo ha dicho un “si caigo caes conmigo” sino que hoy nos enteramos de que mete directamente al Rey en los manejos de su exsocio, el Duque “em palma do” (a ver, tampoco es que el chico fuera una lumbrera cuando lo casaron con la infanta, no le pidamos chistes muy sesudos). 

El absurdo de que un acusado de un delito pueda mentir sin que eso sea punible es lo que hace que se enrede más la madeja. Como testigo no puedes mentir, ya que incurres en el delito de perjurio, pero como acusado puedes decir que se te apareció Satanás y te obligó a llevarte el contenido del cepillo a casa, que aunque se demuestre que es falso (lo cual es complejo en temas de apariciones) no te pueden ni toser. Eso, que es una anécdota, tiene consecuencias muy graves para quienes son apuntados por el feo dedo del reo confeso para implicarlos en sus manejos porque saben que aunque mientan no se les puede hacer nada, pero al tercero le puede hundir la vida en un país en que ni el Pupas sabe lo que es una imputación. 

Por supuesto, otra cosa sería que lo que nos cuenta el presumible ladrón le exonerase, en plan “es que a mi me mandó el deán llevarme el libro a casa”, pero no habla de eso. Suena más a un “pues ahora sus vais a cagar” que a otra cosa. Eso, aunque puede que venda muchos periódicos, que nos vamos conociendo, como defensa tiene más bien poca base… O no, visto lo visto.

lunes, 18 de febrero de 2013

Moverse en Galicia

Hay muchos lugares en que tener coche no es opcional. Galicia es uno de ellos. En verano estuve de vacaciones en Italia y no se imaginan ustedes el gustazo que es poder moverte por donde te da la gana en transporte público (tren, que el autobús prácticamente no lo usan) sin tener que volverte loco haciendo sudokus de horarios ridículos en que tienes que hacer noche en Rabanillo del Pinar para ir de Lugo a Salamanca. 

Galicia ha mejorado una auténtica barbaridad en lo que a comunicaciones se refiere. La llegada de la A6 (Madrid-La Coruña) y la A52 (la que comunica con Ourense y Vigo) triangularon lo que hacía falta más urgentemente con la AP9, y ahora es más fácil salir y entrar de nuestro territorio hacia la meseta. Cuando terminen la A8 (y, por cierto, este fin de semana he visto que los puentes ya están terminados, con lo que no creo yo que tarde ya demasiado) nos comunicarán también con el norte, la cordillera cantábrica, con lo que te plantas en Oviedo en un periquete. 

Pero todo esto se refiere a coche, o autobús. De trenes o aviones no hablamos, y curiosamente de Piedrafita para allá lo que se considera transporte público es precisamente eso, el ferrocarril y el aeropuerto. 

Intentar salir de Galicia en tren es una tortura. Creo que algo ha mejorado por el sur, desde Ourense y Vigo hacia Madrid, pero los que vivimos en Lugo tenemos un ferrocarril decimonónico que recuerda a esas imágenes de la India en que la gente se va apartando con calma cuando ve venir la locomotora. Un trayecto nocturno Lugo-Madrid, que encima es carísimo: ida y vuelta durmiendo en una cama (qué quieren que les diga, si sales a las 11 de la noche y llegas a las 8 de la mañana no me veo durmiendo sentado) cuesta 180 euros por persona, casi nada. 

Del avión ya ni hablamos. Tanto aeropuerto y son todos una terminal de pacotilla, con la posible (aunque no probable) excepción de Santiago. ¿No sería más lógico cargarse los de Coruña y Vigo (dejando el primero para aeródromo militar o deportivo, si les hace ilusión, y el segundo para temas de mercancías si hace falta) y concentrar los esfuerzos en promocionar el central? Ya no se trata sólo de rentabilidad, que también, sino de promoción, de sentido común. 

Hoy viene en la prensa que Iberia comienza la mayor huelga de su historia. También viene en La Voz un reportaje sobre la tortura que supone trasladarse en autobús en Galicia. Del tren ya ni se hace análisis porque no hace falta… Recuerdo que no hace tanto (y supongo que sigue siendo igual) cuando iba a Santiago a estudiar en el Freire (la empresa de autobuses que hace el trayecto Lugo-Santiago) de repente de la niebla surgía un paisano con sus gallinas, levantaba la mano y paraba el autobús. Así, sin marquesina ni nada, sin paradas, sin horarios… y así todo el viaje. Dos horas para hacer 100 kilómetros. Y a Foz ya ni les cuento. 

Con este coche me importaría menos, pero no...
Si el tren es casi inexistente, los autobuses son un coñazo y de los aviones cualquiera se fía, ¿qué nos queda? Sacarse el carnet y comprarse un coche. 

Hace poco me puse a echar cuentas de lo que cuesta tener un coche. Es carísimo. Entre lo que cuesta el propio chisme, aunque pongamos uno más o menos barato, el seguro, el rodaje, el mantenimiento y el garaje, sale más o menos por 180 o 200 euros al mes. Imaginen que viviéramos en un sitio con buenas comunicaciones… ¿de verdad necesitaríamos todos tener coche? Pero no vivimos ahí. Vivimos en un rincón de Europa en que nos vuelve locos la idea de tener un AVE a Madrid pero que no tiene ni trenes ni autobuses decentes para ir a Santiago, Coruña, Ribadeo o Chantada. 

Así claro que hace falta coche. En Italia no lo eché de menos.

viernes, 15 de febrero de 2013

El "haiga" más grande del mundo

El “haiga”, en principio, era un coche. Sus característica fundamental era ser ostentoso, para poder presumir de lo bien que le iba a uno, cuando el resto estaban pasándolo mal, incluso hambre. Fue muy característico entre los nuevos ricos, iletrados y emigrantes retornados y su nombre viene, según se dice, de que iban al concesionario y pedían el coche más grande “que haiga”. 

Pues en Lugo tenemos el “haiga” más grande del mundo. No es un coche, que es un puente. Un puente blanco, como el apellido de su promotor, grande como el ego de alguno, e inútil como… bueno, esto me lo voy a callar. Destaca por ser una aberración urbanística en un entorno que hasta ese momento era un remanso de paz y belleza bucólica, lo cual tiene mérito estando pegado a la Nacional VI. 

También es llamativo su gran tamaño, un tema del que Freud (el de la psicología, no el de los supermercados) podría hablar largo y tendido, porque algo raro hay ahí, si no no se explica que para conectar una carretera de dos carriles de difícil - por no decir imposible - ampliación (nacional VI) con otra que apenas llega a tenerlos (carretera de Portomarín) monten una estructura de cuatro carriles, con voladizos y bancos para que se sienten los ratones. Ese puente es para una autovía, no para lo que se necesitaba aquí. Pero hicieron “el más grande que haiga”. 

El tema del tamaño en las obras tiene su guasa. También tenemos en Lugo la rotonda más grande del universo, al final de la Avenida de Madrid, tan grande que hasta se está estudiando construir una especie de coliseo en el círculo que deja en medio. O eso o un centro comercial de esos con cines y pasillos vacíos, no saben muy bien aún. Caber cabe de todo. 

El nuevo puente, que no “puente nuevo” (el “puente nuevo” sigue siendo el de la carretera de Santiago) no sirve absolutamente para nada, y la demostración empírica está en que no cumple la principal función para la que se suponía que se iba a construir: jubilar el llamado “puente romano”. Se entendía que nos íbamos a gastar chorrocientos millones en hacer una estructura que permitiera peatonalizar el más veterano de nuestros viales supramiñenses, pero hete aquí que nuestros convecinos del barrio de A Ponte (nombre que simboliza como nada su vinculación al viaducto) dicen que nones, que de eso nada, que por ahí van a seguir pasando coches porque si no es la ruina de sus negocios. 

Pero ahora viene la novedad. Con las modificaciones que le están haciendo al puente romano, de más que dudoso gusto, lo han estrechado una barbaridad, por lo que no caben un coche y un peatón al mismo tiempo. ¿Cerrarán el puente al tráfico peatonal? ¿Harán una pasarela paralela para que crucen los viandantes? No se extrañen, cosas más raras se han visto en Lugo. Lo más gracioso es que hace dos mil años ese puente tenía 7 metros de ancho, el doble de lo que tiene hoy día. Es algo a meditar. 

No sé cómo quedará la obra finalmente, así que voy a abstenerme de opinar hasta que la terminen, pero como no cambie mucho de tercio lo que están haciendo con ese puente va a conseguir que echemos de menos las aceras de metal cutre que tenía antes. Por lo que he visto hasta ahora están metiéndole unos muretes de piedra pequeña que parecen los paseos que hay en la costa de Lugo, esos de piedra color tierra, que quedan preciosos junto al mar pero que sobre unos sillares de granito centenario son feos como un pecado. 

Imagino que lo mejorarán al final, quizás pintándolo de verde marujita, o de rojo pasión. La modernidad es lo que tiene, que si no haces que una cosa llame la atención no sales en la prensa y parece que no te has ganado el sueldo. 

Pero Lugo está contento. Tras muchos años de cachondeo con los retrasos del puente finalmente se construyó, y aunque sólo es una cosa que está ahí, y por la que pasa un número ridículo de usuarios, es grande, es blanco y luce cantidad. Ya de gastar, “que se note, Juan, que se note”. Si en el fondo nos encantan los “haigas”.

jueves, 14 de febrero de 2013

¿Derechos de los animales?

En el debate de ayer del Congreso sobre la iniciativa legislativa popular (en el más amplio sentido, ya que además de las más de 500.000 firmas se añadió el apoyo expreso del PP) para declarar la fiesta de los toros como de “interés cultural”, el diputado (quién lo iba a decir) Toni Cantó la lió parda al afirmar que los animales no tienen derechos. Como se suele decir últimamente cuando la gente comenta en Facebook y Twitter “las redes sociales ardían” con estas declaraciones. 

Enlace al vídeo de la intervención de Su Señoría Toni Cantó
Me tomé la molestia de buscar el vídeo en Youtube, que es importante saber lo que dice un señor para criticarlo, y aunque tengo que decir que Cantó me pareció que se liaba bastante y que creo que aún no domina el miedo escénico en la tribuna (curioso, dado su profesión) me parece haber captado lo que quería decir, y no creo que esté exento de razón. No voy a decir que esté de acuerdo con Toni Cantó, pero estoy de acuerdo con lo que le entendí a Toni Cantó, que no es lo mismo. Es lo que tiene hablar en chiquitistaní, que cada uno entiende lo que le da la gana. 

La postura que entendí que tomaba el ex-actor ahora metido a político (lo digo con todo el respeto) viene a decir, resumidamente, que los animales no tienen derechos porque éstos son sólo exclusivos de los seres humanos pero que, desde este punto de vista, el maltrato animal no ha de ser condenado por las consecuencias para el bicho, sino para nuestra propia humanidad. Una persona que maltrata conscientemente a los animales está atacando su propia humanidad, es lo que nos viene a decir esta idea. 

El tema de los derechos de los animales se puede enfocar de miles de maneras, y llevan dando la matraca con eso desde que el mundo es mundo. No es un tema menor, ya que las consecuencias de tirar hacia uno u otro lado son incalculables. Evidentemente esto surge con los toros, ya que se considera una aberración el maltrato a un noble animal en plaza pública con aplauso y complicidad de un público entregado, pero el tema no se queda ahí. 

Supongamos ahora que damos la razón a quien considera que los animales tienen derechos. ¿Cuáles les otorgamos? El primero de los derechos humanos, el más importante de todos, es el derecho a la vida, como es evidente. ¿Qué pasaría si reconociéramos derechos a los animales salvo este? ¿Todos vegetarianos? Porque les recuerdo que tan animal sujeto de derechos en ese caso sería un pollo como el toro de lidia. ¿Defendemos la vida del toro pero no la del pollo porque nos gusta mucho en pepitoria? 

Otro derecho básico de la humanidad es el de la vida en libertad. Visto el ejemplo de la India con las vacas (sagradas), ¿nos ponemos en ese plan y llenamos nuestras calles de bichos en libertad? ¿Y en Asia dejarán a los tigres andando tranquilamente por los colegios? Se me dirá que la libertad en este caso sería matizada, como ocurre con las personas, que tampoco pueden andar por donde les dé la gana pero, ¿cómo le matizas a un tigre? ¿Le pones un cartel en “tigrés” con una señal de dirección prohibida? 

Una opción sería hablar de seres con derechos “limitados”, que es lo que se dijo de los indígenas americanos durante la Conquista. De hecho los españoles tuvimos la curiosa idea de parar la conquista de América para decidir si los señores que andaban por allí eran o no seres humanos (por tanto, titulares de derechos) y aunque se decidió que sí, que lo eran, ostentaban una condición inferior, como de “humanos de segunda”. Algo similar a lo que decían los nazis sobre judíos, eslavos u otras razas. Hasta el famoso Bartolomé de las Casas que creó la “leyenda negra” española, defendía la esclavitud de los africanos (sería que eran más oscuros y le parecían menos “como él”). 

Entonces, ¿defiendo que los animales no tienen derechos? Pues francamente, como tales no me queda más remedio que decir que no los pueden tener. Verán, somos muy dados a dar derechos a todo últimamente: “derechos de los territorios”, “derechos de la cultura”, “derechos de las lenguas”… Hay que tener un poquito de cuidado con lo que se dice. Los titulares de derechos, por definición, son los seres humanos, las personas. Una lengua no puede tener más derechos que una piedra, ya que ambos son elementos que las personas utilizan para determinados fines (en ambos casos pueden ser usadas para tirar a la cabeza del adversario, ora literal, ora metafóricamente). Arrogar derechos a un trozo de terreno, por grande que sea, o a una expresión oral es una barbaridad. Otra cosa es si hablamos de los derechos de los habitantes de tal zona o de los hablantes de tal idioma, pero el titular del derecho es el conjunto de humanos, no el bien que los une. 

¿Eso quiere decir que se pueden maltratar alegremente a los animales? Desde luego que no. Tampoco considero que tenga derechos la Catedral de Lugo y no por eso admito que se pueda mear contra sus paredes. Un bien (y los animales, en mi opinión, jurídicamente han de ser necesariamente un bien) no tiene derechos pero eso no implica que se desprotejan. Se pueden proteger perfectamente ciertos aspectos sin otorgar a los animales la humana categoría de sujetos titulares de derechos. También se protege a la Mona Lisa y no por ello decimos que tiene “derecho” a nada. 

Ya les hablé en alguna ocasión de un precioso Golden Retriever llamado Mambo que tengo medio “apadrinado”. A causa del divorcio de sus propietarios ahora casi no lo veo, pero sigue siendo para mí un destinatario de mi cariño más sincero. También tengo grabada a fuego en mi memoria una preciosa hembra de pastor alemán llamada Lúa (nombre tan común como Pichi en los canarios) que tuvimos en casa durante años cuando era pequeño. 

No soy sospechoso de no adorar a los animales, particularmente a los perros que me enloquecen y que no poseo porque creo que no puedo cuidarlos adecuadamente tal y como vivo. Pero no son personas. Sé lo que es querer a un perro, he vivido su amor incondicional, la alegría que sientes cuando estás triste o de mal humor y se acerca simplemente porque quiere estar a tu lado, y he sufrido el dolor de su pérdida. Pero no son personas. Creo que sería capaz de liarme a puñetazos con alguien a quien viera maltratar a un perro. Pero no son personas. 

¿Libertad para los pollos?
Cruzar la línea que separa el amor a los animales con su humanización es una locura colectiva. ¿O es que sólo los animales “monos” tienen derechos? ¿Excluimos a los de consumo humano? ¿Vacas, terneras, pollos, cerdos… no tienen derechos? Porque visitar una granja de pollos y no vomitar es un logro difícilmente igualable, así que no me digan que sólo los toros son una barbaridad. La única diferencia es hacer un espectáculo de ello, pero, y volvemos al principio, la barbaridad no está en cómo se mata al toro, sino en la sed de sangre del público. 

Yo, y ya lo he dicho más de una vez, no he ido jamás a los toros. Ni conozco ni aprecio ese arte aunque reconozco el valor de ponerse delante de una locomotora de carne con mala leche. Pero no ataco el arte del toreo por lo que sufre el animal (aunque no me guste) sino por lo poquito que creo que dice de nosotros como personas. Disfrutar de la tortura y muerte de un bicho, por agresivo que éste sea, no lo acabo de entender, pero desde un punto de vista humano. Lo mismo me pasa con las peleas de gallos o de perros, que no entiendo qué diversión puede tener ver a nada destrozarse mutuamente.

¿Derechos para los animales? En mi opinión no. ¿Torturarlos? Tampoco. ¿Y los toros? Si nadie va a verlos desaparecerán por sí mismos, pero yo no los prohibiría.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La Iglesia otra vez

Hay veces en que sería mejor no escribir, y hoy es una de ellas, porque sé que mucha gente me va a interpretar fatal. Esto es como lo de Casandra, la figura griega de la sacerdotisa que tenía el don de la profecía pero que nadie le creía. Lo mío es parecido (salvando las distancias): sé que cuando escribo algunas cosas algunos se pueden ofender, pero si les soy sincero no escribo para esas personas, sino para los demás, para quienes buscan rascar un poco más de lo obvio. 

Todos los medios coparon ayer sus portadas con la renuncia del Papa, a la que no sé por qué le dan tanto bombo si ya hubo otra a principios del siglo XV… vamos, ni que fuera algo novedoso. Lo que me llama la atención es que con la poquita gente que va a las iglesias, cada vez menos, el asunto de la elección papal y su renuncia (los papas no abdican ni dimiten, renuncian, a ver si nos vamos enterando) llene tantas portadas, tantas horas de telediario y tantas ondas de radio. 

No les voy a decir que sea algo que deje indiferente a nadie, sino al contrario. Hay una serie de personas, bastante numerosas, que tienen como afición el ataque a la Iglesia en todos sus frentes. Ya sea por los grandes errores de ésta, que los hay a punta pala, como por una mal entendida generalización de los pecados de algunos de sus miembros, que también los hay. Pero es sorprendente el insulto generalizado, el chiste fácil y la burla desconsiderada hacia quienes, dentro de la propia Iglesia, son personas decentes, honradas, trabajadoras, generosas y espirituales, que son muchos más que los otros. Yo he conocido a mucha gente que ha renunciado a su vida en favor de los demás porque lo consideraban su obligación por su fe. 

También he conocido a gente que no entraba en una iglesia ni por motivos culturales (lo cual, dicho sea de paso, me parece un absurdo) pero que cree en la existencia de “energías”, espíritus, rencarnación, chacras y cosas de esas. No digo que estos temas sean chorradas, sólo que me sorprende creer en la telepatía animal y negar el dogma católico por absurdo. 

Ayer en una tertulia en una cadena privada de tendencias poco amistosas con la Iglesia (no lo nieguen, están dudando si fue en Cuatro o en La Sexta) había la típica charla sobre el tema de la renuncia del Papa, y de los cuatro tertulianos (la “moderadora” opinaba como los demás, así que la incluyo) había una que se declaraba católica practicante. Le cayó un chorreo de los gordos, y había un cachondeo generalizado sobre si al Papa lo elegía “la paloma” (representa al Espíritu Santo para los que hace mucho que no van a la iglesia) o la política. La mujer católica les dio una contestación que me sorprendió por contundente y razonable: “si yo fuera musulmana no os atreveríais a reíros de mí así”. Más razón que un santo, como se suele decir. 

Porque ese es el dogma del siglo XXI. Atacamos a la Iglesia con todas nuestras fuerzas por machista, retrógrada, dogmática, manipuladora, corrupta y lo que ustedes quieran, pero ¡cuidado!, a las “religiones” (se llama religión a cualquier creencia que no sea la católica, que es casi una secta) hay que respetarlas. Si compran un garaje para dar misa vendrán inspecciones de todo tipo para ver si el local es adecuado, pero ¡ay si es una mezquita!... Entonces lo dejamos estar porque hay que “respetar” la libertad de culto. 

En Cuatro creo que fue, emitieron el otro día un programa llamado “palabra de gitano”. Hablaba de la vida y costumbres del pueblo gitano, como es obvio, y salía una mujer diciendo que su hija se iba a casar con otro gitano “como debe de ser”, porque ya está la sangre “muy diluida” por los matrimonios mixtos con payos y hay que defender “nuestra cultura”… ¡¡Tócate los pies!! Dice eso un caucásico (vamos, un payo) y le plantan la esvástica en la frente por nazi y xenófobo… y con razón. 

Hay ciertos colectivos que tienen patente de corso para hacer y decir lo que les venga en gana, y otros que sufren justo lo contrario, la persecución y la crítica gratuita sea cual sea la circunstancia. Amancio Ortega dona nosecuantos millones de euros para caridad y es un cabrón. Salen los del top manta en la prensa ofreciendo imitaciones ilegales y son unos pobres benditos.

Pues miren, a mi el Papa ni me va ni me viene. No estoy defendiendo la carta blanca para la Iglesia, ni mucho menos, sino justo lo contrario, la crítica razonada pero sin contemplaciones con cualquier colectivo  que atente contra las más elementales normas de la convivencia y la humanidad aunque parezca algo "políticamente incorrecto" cuando lo aplicas a algunos. Sobre la Iglesia, por ejemplo, me preocupa su influencia en zonas que lo están pasando mal y a los que no ayuda el rollo de “el condón es pecado”, o su obsesión con dejar a las mujeres en segundo plano dentro de la organización eclesiástica. Pero también me ofendo cuando el mundo musulmán condena a una lapidación a una chica por ser violada, y aunque se condena por todo el mundo, veo que no hay una generalización hacia esa religión como hacia la católica por los casos de pederastía, por poner un ejemplo que todos tenemos en mente. Tampoco creo que sea lo más de la modernidad la prueba del pañuelo, que nos quieren decir que hay que respetar por ser unas "idiosincrasias culturales".

Asociar curas a pederastía es como hacerlo con los boy scout o hablar de la corrupción en política: es mucho más frecuente de lo que nos gustaría (que nos gustaría que fuera cero), pero no es motivo para condenar a todo un colectivo dedicado a algo noble. Si caemos en ese error también tendremos que admitir las generalizaciones sobre funcionarios, fontaneros, gays, abogados, españoles, gallegos o cualquier otro colectivo que se nos ocurra. 

Seguro que todos están en algún colectivo atacado injustamente. Piénsenlo antes de meterse con otro, y no me vale lo de que “es que en ese caso es cierto”.

lunes, 11 de febrero de 2013

Extremos tecnológicos

Foto de La Voz de Galicia sobre el suceso
Ayer un señor de Lugo se encontró metido en un zarzal (literalmente, no es una metáfora) por seguir las indicaciones de su GPS, que, de camino a Las Termas (el centro comercial, no los restos romanos del Balneario), le indicaba que girase donde no había camino y él le hizo caso. 

Analicemos el tema con cuidado. Aunque el accidentado no es natural de nuestra ciudad reside en Lugo desde hace años, y el suceso se produjo en uno de los ramales que se meten desde la Nacional VI, cerca del puente nuevo (por “puente nuevo” me refiero al que ya no es “puente nuevo” pero que a falta de nombre le seguimos llamando “puente nuevo”, lo aclaro para evitar confusiones, aunque no lo parezca). 

Una vez sabido esto a mí me asaltan dos dudas de inmediato. La primera es cómo demonios te metes por un terraplén lleno de zarzas por mucho que insista el GPS. La fe en la tecnología no está mal porque es algo evolutivo, pero sin pasarse. Yo, que utilizo el GPS en ocasiones, no siempre le hago caso porque asumo que esos chismes no siempre son palabra de Dios y que servidor, aunque no es paloma mensajera, tiene un sentido de la orientación bastante desarrollado (salvo, no me pregunten por qué, en ciudades como Praga con ríos en curva que me despistan un montón, y es en serio). 

La segunda duda es… ¿alguien necesita un GPS para llegar a Las Termas desde la avenida de las Américas? Además de una fe sin paliativos en la técnica, hay un uso abusivo de la misma. Ya no les digo que vaya en autobús, porque yo mismo jamás lo he cogido para ir a Las Termas, principalmente porque me faltan muchas asignaturas para aprobar la ingeniería necesaria para entender los puñeteros horarios de las paradas. Les juro que los sudokus me resultan más sencillos. Pero de eso a usar un mapa para cruzar dos calles, qué quieren que les diga. Otra cuestión es cuando no conoces el sitio y te tienes que fiar. Recuerdo que en Mallorca le dije al aparatejo que me llevara a un pueblo fortificado y me llevó al monte que estaba enfrente, quizás para que tuviera unas preciosas vistas del lugar. Bueno, pues ahí te cagas en el señor Tomtom y das la vuelta, que es lo que hice yo. 

Yo soy un auténtico fan tecnológico. He cambiado de móvil bastantes veces, principalmente porque considero que es el aparatejo que más se utiliza después del reloj (o antes) porque siempre lo llevas encima, así que me gusta que tenga prestaciones, entre las que están las de entretenimiento (sí, los jueguecitos). Los ordenadores no sólo me gustan sino que me resultan tremendamente útiles para muchas cosas, y me ayudan a superar mi espantosa letra… pero intento no abusar. Por ejemplo, sigo usando agenda de papel, que aunque no pita en las citas me resulta más cómoda. 

Hay un dicho que reza “quizás el progreso haya sido bueno alguna vez, pero ha llegado demasiado lejos”. Tienen razón, a lo mejor no en cuanto al avance en sí mismo, pero sí en cuanto a su utilización. Parece que ahora si no tienes un iPhone o un bicho similar (llámese Android o lo que sea) eres un hombre de las cavernas. Cuando ves un Nokia viejuno, con botones, miras al propietario como si viniera al trabajo a caballo. Ya no digo nada de si no tiene móvil. 

Sin embargo, y a pesar de todos los pros y contras de la tecnología, no se olviden de utilizar la herramienta principal de nuestro software: el sentido común. Por mucho que su GPS les diga que sí, que es por el zarzal, que lo sé yo, ustedes no se metan. No tendré que explicar el porqué, ¿verdad?

viernes, 8 de febrero de 2013

Comida en spray

Hay noticias que se conectan solas. Van cerrando los grandes “restauradores” (no, no hablamos de muebles, sino de restaurantes con un nombre raro) como El Bulli o Marcelo, el del restaurante de Santiago donde, según tengo entendido, comías lo que a él le daba la gana y, a cambio de eso, pagabas una generosa factura (le dieron una estrella Michelín, osea, tía, lo más). Por otro lado, sale la comida en spray. Por un tercer lado quieren cerrar la churrería don Pepe, la caravana ubicada en Rodríguez Mourelo (Los Tilos para entendernos). 

¿El nexo común? La alimentación, obviamente, pero también la economía. No conozco en profundidad el caso de Marcelo, pero sí sabemos que El Bulli y otros muchos “pioneros” de la hostelería tapaban con jugosísimas subvenciones su falta de rentabilidad, ya que por una chorrada con un nombre bonito te cobraban como si te estuvieras comiendo a Picasso en persona. Por darles alguna cifra, el BOE del 31 de octubre de 2009 recogía la concesión de una subvención de 7 millones de euros a los siguientes “cocineros”: Pedro Subijana, Andoni Luis Aduriz, Juan María Arzak, Martín Berasategui, Eneko Atxa, Hilario Arbelaiz y Karlos Arguiñano. Salen a millón por barba, no está mal. 

La comida en spray también nos sale por una pasta. El gobierno vasco de Patxi López, siguiendo la estela de los 7 millones dados por su compañero ZP, le cascó 4,8 millones de euros de subvención a la empresa que mete en bote masa de tortitas, tortitas y masa de churros. 

Y hablando de churros nos venimos a Lugo. Una pequeñísima y modesta empresa, una caravana en la calle, que lleva ahí desde la época de María Castaña, que no vive del cuento como otros, que lucha contra el frío todos los días… A estos en lugar de subvencionarlos los quieren largar de allí. Cerca de cinco mil personas han firmado contra esa medida. Yo no porque no he visto las hojas pero cuando las tenga delante contarán con mi firma. 

¿Me parece estética la caravana? No, la verdad es que no. Me parece espantosa y que es un pegote en ese sitio. Pero esa no es la cuestión. Si lo que nos molesta es la forma, todo es hablarlo y tal vez en lugar de tener esa estructura se puede montar otra más estable y estética, en plan kiosko, y seguir manteniendo la actividad de esta buena gente. 

Tampoco le gustaba al Alcalde la cafetería del parque y se gastó un montón de nuestro dinero (660.000 euros que sepamos) en hacer una nueva, por el precio que a un particular le costaría un palacete. Pues quizás hacer un kiosko estético a cuenta del churrero (concediéndole el espacio en vía pública como hasta ahora) o del ayuntamiento con el correspondiente alquiler, sería una forma de evitar el problema. Pero no comparto cargarse un negocio que funciona y menos para engrosar las listas del paro, ya de por sí abultadas. Vale que la administración no ayude, pero al menos podía tener la decencia de no estorbar. 

Pero quizás el error sea de Don Pepe. Su problema quizás ha sido vender churros de los de toda la vida. Si los hubiera metido en Spray no vendería ni uno, pero no le haría falta porque podría vivir de las subvenciones. Otro camino podría ser hacer la receta de siempre pero cambiarles el nombre y ponerlo largo y enrevesado, tipo “delicias de esencia de trigo elevadas sobre una cama de reducción de olivas”. Como la receta es sencilla tampoco se me ocurre mucho más, pero bueno, no es que tenga que defender el tema frente a grandes lumbreras.

jueves, 7 de febrero de 2013

¿Tocará volver a los juzgados?

Viene hoy a toda página en la prensa local un resumen la entrevista que Paco Rivera le hizo ayer a José Luis Otero en Punto Radio. Para no perderse una coma. 

El tema empezó por la desaparecida matrona de la que les hablaba ayer, que sabe dios dónde anda, pero derivó en una crítica sin paliativos a varias personas del Ayuntamiento de Lugo, empezando por su alcalde e incluyendo en el saco al exconcejal Piñeiro. Les acusaba, entre otras lindezas, de ser corresponsables de la quiebra de Fundiciones Pardo, pero la cosa no quedó ahí.

Imagino que los juzgados de Lugo están bastante sobrecargados, pero aun así no habrán pasado desapercibidas las declaraciones de Otero en que asegura tener documentación sobre el caso Campeón “y de otros” y amenaza con que “cualquier día empiezo a largar”. 

También nos cuenta Otero que las farolas que él hacía a 18.000 pesetas la unidad fueron compradas en Madrid por Piñeiro, de forma reiterada, a 180.000 pesetas. Han leído bien, 10 veces el precio. ¿Alguien se imagina los motivos que podrían llevar a buscar una empresa de fuera de Lugo que cobra una farola al precio de diez de la ciudad? Otero hace referencia a que él no pagaba “mordidas”… ¿tendrá algo que ver? Lo dejo a su inteligente criterio. 

Creo que ha llegado el momento de plantearse ciertas cosas. Quizás debería haber un listado de precios en que las administraciones pudieran consultar lo que cuestan las cosas que pagan para que las empresas pudieran hacer ofertas. Ya sé que hay unos procedimientos, que si el concurso, que si la licitación y todo ese rollo pero los hechos demuestran que no funcionan. 

Yo les propongo lo siguiente: el ministerio correspondiente, que podría ser tanto Hacienda como Administraciones Públicas, podría sacar un listado de precios base para los productos, desde los folios hasta los bancos de la calle, y en base a ese listado de referencia se harían las ofertas ante las administraciones. Cualquier rebaja sobre ese precio se entendería como una mejora de la licitación y un aumento haría perder puntos. 

Ya está bien eso de que “como es para la administración y el dinero no duele le calco el doble”, o diez veces más por lo que veo. Hay que tener en cuenta que un bolígrafo vale lo mismo para el Ayuntamiento de Lugo que para la Xunta, e incluso hacer “juntas de compras conjuntas” para abaratar sería una idea. No es lo mismo pedir ofertas para 100 paquetes de folios que para 100 millones. 

Pero volviendo al tema local, Otero hizo acusaciones muy serias que imagino que podrá demostrar, y que implican tanto a Piñeiro, que aparentemente contrató a cuenta del presupuesto municipal cosas muy subidas de precio teniendo ofertas más bajas en Lugo, como al Alcalde, que por lo que dice José Luis Otero era conocedor y cómplice del asunto, ya que no le puso coto. 

La Justicia deberá intervenir, otra vez, lo cual les puedo jurar que no me hace ninguna gracia. Dentro de poco haremos como los americanos y elegiremos a los jueces en las urnas. Después de todo están teniendo más influencia en la vida política que cualquier concejal.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Pérdidas históricas

Cuando uno pierde las llaves suele buscar en determinados sitios: los bolsillos de los abrigos, la bandejita de la entrada, la mesita de la sala… y a veces las encuentra dentro de la nevera, debajo de la cama o en cualquier otro lugar inverosímil. Otras veces pasa por delante del llavero diez veces antes de verlo. Confieso que a mi alguna vez me ha pasado buscar las gafas teniéndolas puestas, lo cual es vergonzoso pero lo comparto con la confianza que tenemos ustedes y yo a estas alturas. 

Fuente original en la Plaza de España
Al Ayuntamiento de Lugo le pasa algo parecido, pero con una estatua de bronce de dos metros, que tiene mérito. No saben dónde está. No es que sea importante, sólo es la matrona que desde 1861 formaba parte de la fuente que estuvo en la Plaza de España y que es uno de los monumentos más conocidos de Lugo. Pero a lo mejor está debajo de la cama. 

La historia es bastante peculiar, como casi todo lo que pasa en Lugo. Originalmente se hizo una fuente en la Plaza de España, en la que estaban los cuatro leones originales realizados por Sargadelos y la figura de la matrona coronando el conjunto. Posteriormente esta fuente se despiezó y se colocó por partes: los leones adornaron durante muchos años las escalinatas del fondo de la Plaza de España y la matrona se fue al Parque de Rosalía. Las piezas de piedra de la fuente se las quedó el constructor al que encargaron cargarse la fuente. Tuvimos la suerte de que este señor, que era el muy conocido Varela Villamor, tuvo el sentidiño de almacenar las piedras y, cuando hace unos años quisieron reunir nuevamente el conjunto, la familia fue generosa y la regaló al Ayuntamiento. 

Los leones de la Plaza de España que todos recordamos
Pero las piezas de bronce original no se colocaron en la fuente, que hoy está en la plaza de Avilés (frente a los juzgados), sino que se pusieron réplicas. Que se hicieran copias de los leones podría tener algo de lógica (aunque no demasiada) porque había que hacerles una buena restauración y por lo visto el agua no les viene bien, pero que se colocara una copia de la matrona personalmente no lo comprendo, ya que esta estatua está en un pedestal y la fuente ni la huele. 

Los leones están localizados, aunque su restauración está en el juzgado. Resulta que la empresa que la hizo, la extinta Fundiciones Pardo, ha tenido que irse a ver la réplica para entrar en el juzgado a demandar al Ayuntamiento porque no les quieren pagar los 28.000 euros que costó la restauración. El entonces concejal Piñeiro asegura que creyó que lo harían gratis, a pesar de que firmó la aceptación del presupuesto y los albaranes, pero por lo que se ve no tenía muy claro qué estaba firmando (Dios nos coja confesados). 

Pero la matrona no está. No aparece por ningún sitio, y como Fundiciones Pardo se fue a la porra y sus bienes fueron subastados, no podemos descartar que la matrona haya sido vendida a tanto el kilo como chatarra. Esto es Lugo, no se puede descartar ninguna barbaridad. 

Última foto conocida de la matrona de bronce
Hace unos años se aprobó en el Pleno del Ayuntamiento una iniciativa por la que se almacenarían los bordillos de piedra y otros materiales nobles que había en muchas calles antes de que les metieran la piqueta para poder reutilizarlos y no tirar el dinero. Fíjense que hablamos de bordillos. ¿Y creen ustedes que se van a fijar en eso cuando se les ha despistado una pieza importante y que debe pesar sus buenos quintales? 

Esa estatua, igual que los leones, ya de no estar en su sitio, que es la fuente original, debería estar en algún museo. Quizás el MIHL como tenían pensado sea una buena ubicación, pero creo que nadie pensaba en el vertedero. 

Sólo espero que aún estemos a tiempo y que el juzgado pueda seguir la pista a la matrona de forma que se recupere. Sería tremendamente triste que se fundiera para hacer cualquier cosa, aunque acabara como medalla de los Juegos Olímpicos. El pasado no tiene precio y esto es historia de nuestra ciudad, aunque también lo es ver cómo se hacen las cosas.

Eso sí, luego nos gastamos una fortuna en poner vídeos del pasado de Lugo, mientras nos cargamos las piezas. No me sale otra frase: ¡hay que joderse!

martes, 5 de febrero de 2013

Mejor no meneallo

Enfrentarse todos los días a una página en blanco no es tarea fácil. Hay días que uno está más perezoso que otros y lo normal es que eso se refleje en lo que escribes. Les voy a desvelar un secreto… aunque parezca muy disciplinado a la hora de darle a la tecla no siempre me acuerdo de los temas que durante el resto del día me vienen a la cabeza, así que tiro de agenda y voy apuntando las cosas que se me ocurren para ponerlas aquí al día siguiente o cuando cuadre. Cuando veo que no hay temas de interés o que me tienen aburrido (léase la política nacional) tiro de listado y saco artículos de ahí. Hoy es uno de esos días. 

La política es entretenida, es una de mis pasiones, pero como últimamente estamos centrándonos en la de nivel nacional y esa me aburre mortalmente (lo mío es Lugo y lo relativo a Lugo, sólo hay que ver el título del blog) pues como que voy a pasar de darle más vueltas a lo mismo. Así que tirando de agenda les voy a hablar de algo que no tiene nada que ver con lo que he hablado los últimos días. Les voy a hablar de Star Wars. Sí, es un buen cambio de tocata, lo sé, pero así es más divertido. 

El otro día (no recuerdo exactamente cuándo, hará una semana escasa) pusieron en la tele “El retorno del Jedi”, la última de las tres películas que se hicieron en los años 70/80 (esta es de 1983) sobre la historia de Darth Vader y sus amigos y enemigos. Luego, más recientemente, se hicieron otras tres películas pero esas son dignas del más absoluto desprecio, con lo que no hablaré de ellas. 

Estaba viendo (otra vez) esta película, a pesar de que lo mío es más Star Trek, cuando empecé a ver cosas que no me cuadraban. Salían naves que no había visto nunca, las explosiones brillaban de una forma extraña, ciertas imágenes no me sonaban de nada… ¡¡porque han cambiado la película!! Han metido ordenador hasta en la sopa y han modificado notablemente muchas de las cosas que salían en la original. 

¡Si hasta nos han cambiado a Yoda, que en la original era una marioneta o algo así por un Yoda digital, que no pega ni con cola!. E incluso han cambiado al bueno de Darth Vader, lo cual tiene que ser una marranada para el actor, que se pasó tres películas detrás de una máscara para salir sólo un par de minutos al final como fantasma y van y lo quitan para meter al niñato que hace el papel en las nuevas tres películas.

Los que somos fans de la ciencia ficción, incluida la que ya peina canas, asumimos las limitaciones que la tecnología tenía en hace 40 años para poder mostrarnos lo que la imaginación del escritor, el director, o quien demonios fuera tenía en mente. Es parte del encanto de estas cosas, el que se hicieran con los medios de entonces y que no se redujera todo a que los actores dijeran sus frases ante un fondo verde al que después se añadirían un montón de cositas que nunca han existido, ni siquiera en cartón-piedra. 

Ver los escenarios cutres de Star Trek, los monstruos de goma, los trajes “espaciales”, las armas “energéticas” y esas cosas es parte del encanto de estas cosas. Hoy día vale que se hace todo mucho más creíble, más vistoso y más dolby sorrund envolvente con 3d, pero son cosas diferentes. El intentar coger una película clásica, y encima tan conocida, y querer darle una vuelta de tuerca para, imagino, vender unos cuantos miles o millones de copias comercialmente será una cosa muy rentable, pero es como desenterrar un cadáver para hacerle un lifting y que luzca mejor en la tumba. Hay cosas que no se deben tocar. 

Otra cosa es si hablamos de los “montajes del director”, que suelen ser versiones de una película a la que se añade metraje que, por razones normalmente de tiempo, se cortaron en la versión original. No se añade nada digital, sólo se meten unos minutos que nunca se deberían haber eliminado. Estoy pensando, por ejemplo en la versión del director de “Amadeus”, una de las más grandes obras de arte que ha dado el cine para mi gusto. 

Lo digital no siempre mejora las cosas. Hay otra cosa que me pone del hígado y que es el tema de las voces. Imagino que será por pasar del estéreo al home cinema 5.1 o lo que cuernos sea, pero me mata comprar un DVD con una película que me gusta y encontrarme que la han vuelto a doblar. Cuando uno tiene metida en la cabeza la voz de un personaje es muy complicado que te la cambien, y además a mi los doblajes que se hacen ahora me suenan fatal incluso en películas nuevas. 

¿Que no vale el doblaje viejo para aprovechar bien las cosas nuevecillas? Pues pongan dos pistas, como si fueran dos idiomas, en plan “doblaje clásico” y “nuevo doblaje”, pero no me estropeen lo que ya conocía hombre, que me hacen la puñeta. 

Tal vez la tecnología sea buena, no lo niego, pero hay cosas que es mejor no “meneallas”.

lunes, 4 de febrero de 2013

Necesito creer a Rajoy, y encima le creo

Igual que cuando Felipe dijo que no tenía nada que ver con los GAL, o cuando el Rey aseguró no ser el “elefante blanco” del 23F, hay veces en que es necesario confiar en nuestros gestores, incluso a riesgo de que se nos engañe. No hay confianza más digna que esa, la que se deposita en alguien conociendo las consecuencias de que lo que nos cuentan no sea cierto. Pero ¿Qué alternativa nos queda? ¿En qué clase de país viviríamos si no damos un pequeño salto de fe y rompemos una lanza a favor de la presunción de inocencia? 

Pincha en la imagen para ver la comparecencia completa
El sábado Rajoy salió a la palestra y habló a calzón quitado durante 15 minutos sobre el tema de Bárcenas, los sobres y el supuesto dinero negro que circulaba alegremente por el PP. Tengo que reconocer que pensé que se iría un poco más por las ramas, pero no veo que dejara ningún cabo suelto, e incluso llegó a poner la mano en el fuego por “los dirigentes del PP”, lo cual es un acto de valentía como pocos, porque en este momento es complicado fiarse hasta de tu sombra como para arriesgarte a apostar públicamente por la honradez de un grupo más o menos grande de gente. Liquidó el tema de las acusaciones con contundencia: “No voy a necesitar más de dos palabras: Es falso”. 

Rajoy tocó todos los temas espinosos. Incluso el del formato de su comparecencia, ya que a mi, personalmente, me llamó mucho la atención que tuviera papeles en la mano para tratar un tema en que debería quizás hablar con menos formalidad y más pasión, pero lo explicó: “Lo estoy leyendo porque no quiero pronunciar una palabra más alta que otra”. A mi me costaría ser tan comedido, pero eso va en el carácter de cada uno. Para ser Rajoy, que es un tío frío en sus maneras en plan Vicente del Bosque, se le notaba cabreado, lo cual es un alivio. Si te acusan de una falsedad tu primera reacción es empezar a bajar santos y mentar a la madre del acusador, como mínimo. 

Tampoco ha reducido la dimensión del problema: “Se ha provocado un escándalo de grandes dimensiones […] y que por incluirme a mí alcanza a la Presidencia del Gobierno”. Vamos, que no se ha andado con paños calientes diciendo que el tema no es para tanto. Es consciente de la gravedad del asunto. 

Escuché el otro día que no había tocado el tema de los sobres, que sólo había hablado del dinero negro, y no es cierto, vaya si habló de todo: “En este partido no se pagan cantidades que no hayan sido registradas en la contabilidad del partido ni que de cualquier otra manera resulten físicamente opacas. Eso no se hace. No es cierto que hayamos percibido dinero en metálico que hayamos ocultado al fisco. Todas nuestras retribuciones se han ajustado a la más estricta legalidad a lo largo de todos estos años”. Si a alguien le quedan dudas que relea el párrafo. Otra cosa es que te lo creas, pero que nadie diga que ha sido poco claro. 

Llegó a tratar el tema de sus finanzas personales con claridad, explicando que no está en política por dinero: “A los 23 años era registrador de la propiedad”. “No quisiera tener que decirlo pero me están obligando: yo sé ganarme la vida. Yo he trabajado fuera de la política. Yo ganaba más dinero en mi profesión que como político. Nunca he presumido de ello y me da cierto pudor decir esto, pero entenderéis que hoy debo hacerlo”. Un toque bastante evidente a quienes nunca han demostrado saber agenciarse un duro por méritos propios fuera del mundo de la política, y una diferenciación entre los trepas y quienes se dedican al tema por vocación de servicio. 

Me gustó también la defensa de la política como una dedicación noble, es importante que se diga, y que se reivindique públicamente el papel de los gestores de lo común porque la alternativa es el caos. 

Empecé diciendo que quería creer a Rajoy, y lo repito. Necesito creer que hay gente honrada al frente del Estado, y que la presunción de inocencia no sólo vale para el carterista o el banquero, sino incluso para el Presidente del Gobierno. “Ahora las infamias se disfrazan de presuntas”, dijo Rajoy, y hay que darle la razón. Una acusación no puede jamás ser una condena salvo que en medio haya pruebas y un juzgado que lo certifique, porque si damos rienda suelta a nuestras sospechas y actuamos en consecuencia esto se convertiría en la peor de las dictaduras. 

No temo a la verdad”. Me alegra saberlo, porque en este momento la necesitamos como el agua en medio del desierto. También les diré una cosa, aunque siempre quedará quien crea que es culpable (probablemente ya lo pensaba antes de empezar todo esto) si Rajoy supera esta crisis saldrá reforzado de ella. 

Pero el gran problema de todo esto es el siguiente ¿cómo se demuestra la inocencia? La culpabilidad es fácil, basta con poner una prueba contundente ante las narices del juez, pero ¿qué prueba puede haber de que no se ha cobrado dinero negro? Es totalmente imposible y por eso el Estado de Derecho, base de la democracia, se fundamenta en que el peso de la prueba recae en los acusadores, no en los acusados. 

Si ustedes no confían en la palabra de Rajoy, lo cual es comprensible tal y como está el tema, les voy a proponer dos cosas. La primera es que vean el vídeo de su comparecencia, porque casi apostaría a que no lo han visto más que en cortes de telediario o en titulares de prensa (¿me equivoco?). La segunda es un ejercicio mental: párense un momento y piensen en la posibilidad de que sea inocente, sólo como teoría. ¿Qué tendría que hacer para convencerles de eso? ¿Existe algún modo de que disipe cualquier sombra de dudas? ¿Negarlo no sería lo primero? Piensen en ello, en qué necesitan para que los convenza o en si realmente desean pensar que es un corrupto y da igual cómo se lo plantee. 

Nadie puede demostrar lo que no hace, y no podemos bajo ningún concepto caer en la tentación de pretenderlo, porque esto nos convertiría en un Estado arbitrario, con una presión inaceptable sobre sus ciudadanos. Ni siquiera en 1984 (el libro, no el año) se contemplaba tal escenario. 

Creeré a Rajoy mientras no me demuestren lo contrario, igual que creí a Orozco, a Besteiro, a Fernando Blanco o a cualquier otro acusado que no haya sido condenado mediante pruebas fehacientes. 

Insisto, es que además necesito creerle.