lunes, 18 de febrero de 2013

Moverse en Galicia

Hay muchos lugares en que tener coche no es opcional. Galicia es uno de ellos. En verano estuve de vacaciones en Italia y no se imaginan ustedes el gustazo que es poder moverte por donde te da la gana en transporte público (tren, que el autobús prácticamente no lo usan) sin tener que volverte loco haciendo sudokus de horarios ridículos en que tienes que hacer noche en Rabanillo del Pinar para ir de Lugo a Salamanca. 

Galicia ha mejorado una auténtica barbaridad en lo que a comunicaciones se refiere. La llegada de la A6 (Madrid-La Coruña) y la A52 (la que comunica con Ourense y Vigo) triangularon lo que hacía falta más urgentemente con la AP9, y ahora es más fácil salir y entrar de nuestro territorio hacia la meseta. Cuando terminen la A8 (y, por cierto, este fin de semana he visto que los puentes ya están terminados, con lo que no creo yo que tarde ya demasiado) nos comunicarán también con el norte, la cordillera cantábrica, con lo que te plantas en Oviedo en un periquete. 

Pero todo esto se refiere a coche, o autobús. De trenes o aviones no hablamos, y curiosamente de Piedrafita para allá lo que se considera transporte público es precisamente eso, el ferrocarril y el aeropuerto. 

Intentar salir de Galicia en tren es una tortura. Creo que algo ha mejorado por el sur, desde Ourense y Vigo hacia Madrid, pero los que vivimos en Lugo tenemos un ferrocarril decimonónico que recuerda a esas imágenes de la India en que la gente se va apartando con calma cuando ve venir la locomotora. Un trayecto nocturno Lugo-Madrid, que encima es carísimo: ida y vuelta durmiendo en una cama (qué quieren que les diga, si sales a las 11 de la noche y llegas a las 8 de la mañana no me veo durmiendo sentado) cuesta 180 euros por persona, casi nada. 

Del avión ya ni hablamos. Tanto aeropuerto y son todos una terminal de pacotilla, con la posible (aunque no probable) excepción de Santiago. ¿No sería más lógico cargarse los de Coruña y Vigo (dejando el primero para aeródromo militar o deportivo, si les hace ilusión, y el segundo para temas de mercancías si hace falta) y concentrar los esfuerzos en promocionar el central? Ya no se trata sólo de rentabilidad, que también, sino de promoción, de sentido común. 

Hoy viene en la prensa que Iberia comienza la mayor huelga de su historia. También viene en La Voz un reportaje sobre la tortura que supone trasladarse en autobús en Galicia. Del tren ya ni se hace análisis porque no hace falta… Recuerdo que no hace tanto (y supongo que sigue siendo igual) cuando iba a Santiago a estudiar en el Freire (la empresa de autobuses que hace el trayecto Lugo-Santiago) de repente de la niebla surgía un paisano con sus gallinas, levantaba la mano y paraba el autobús. Así, sin marquesina ni nada, sin paradas, sin horarios… y así todo el viaje. Dos horas para hacer 100 kilómetros. Y a Foz ya ni les cuento. 

Con este coche me importaría menos, pero no...
Si el tren es casi inexistente, los autobuses son un coñazo y de los aviones cualquiera se fía, ¿qué nos queda? Sacarse el carnet y comprarse un coche. 

Hace poco me puse a echar cuentas de lo que cuesta tener un coche. Es carísimo. Entre lo que cuesta el propio chisme, aunque pongamos uno más o menos barato, el seguro, el rodaje, el mantenimiento y el garaje, sale más o menos por 180 o 200 euros al mes. Imaginen que viviéramos en un sitio con buenas comunicaciones… ¿de verdad necesitaríamos todos tener coche? Pero no vivimos ahí. Vivimos en un rincón de Europa en que nos vuelve locos la idea de tener un AVE a Madrid pero que no tiene ni trenes ni autobuses decentes para ir a Santiago, Coruña, Ribadeo o Chantada. 

Así claro que hace falta coche. En Italia no lo eché de menos.

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