El lunes una señora infartó en plena calle de San Marcos. Alguien avisó al 112 y apareció a toda leche una ambulancia. A pesar de los esfuerzos que hicieron los chicos de emergencias, la señora murió y allí quedó la pobre, tirada en la calle, hora y media hasta que llegaron a hacer el levantamiento del cadáver.
Los esfuerzos, hay que decirlo, tuvieron que hacerlos con la señora tumbada en el frío suelo de la calle, ya que la ambulancia llegó subiendo por la calle del Teatro (antiguo General Franco) para encontrarse con que no podía entrar en la nueva, flamante y horrenda plaza que han hecho frente a la Diputación.

Verán, en la entrada de la calle San Marcos hay un bloque de piedra, seguido del puñetero bolardo, una farola y un seto bajo. Entre la farola y el seto bajo no sólo cabe una ambulancia, sino también un camión de bomberos, la procesión de la Virgen de la Esperanza y la cabalgata de presentación del Circo de los Hermanos Tonetti.

De todas formas, también tengo que decirles que en una emergencia uno pasa por donde puede. En la parte superior de Santo Domingo, justo a la derecha de la entrada del aparcamiento, hay un rebaje en la acera para un garaje. Entrando por ahí y pasando por delante de donde está Zara Home se llega perfectamente al lugar del siniestro en cuestión. De hecho la policía pasa a diario por ese lugar, y el coche fúnebre que vino a recoger a la pobre señora hizo exactamente eso.

Que todos los bolardos sean móviles, además de algo propio de Star Trek, puede ser muy moderno, pero no sé hasta qué punto efectivo en una calle donde no hay ni un triste garaje. Para estas situaciones, si hay una alternativa (que la hay) no le veo la utilidad.
También cuesta entender que en la parte más estrecha de San Marcos se haya puesto una terraza en el medio y medio que deja poco paso, y encima con elementos fijos (una mesa y unas sillas se arrastran en medio segundo, un separador de metal atornillado al suelo es otro tema).
La seguridad tiene dos problemas: el primero que suele ser incómoda, y el segundo que da mucho pie a la demagogia. No estoy diciendo que quienes pidan el bolardo móvil sean unos demagogos, de hecho ya hubo advertencias de la oposición de que ahí podía haber un problema y, por desgracia, han sido clarividentes. Lo que quiero decir es que las cosas se pueden solucionar muchas veces aplicando el más elemental sentido común.
A esta señora ya le llegará tarde todo lo que se acuerde desde ahora. Estas cosas son así, hasta que pasa algo parece que todo da igual. Veremos si los vecinos del Puente consiguen que el romano que se está arreglando deje pasar coches, y cuando atropellen al primero hablaremos de “desgracia”.
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