Han pasado diez días desde la última entrada de este blog. ¿El motivo? Bronquitis aguda. Tengo que reconocer que no sólo es la enfermedad, sino el desánimo que lleva aparejada. No sé si es porque el tiempo no acompaña (si hiciera sol tal vez las cosas se verían de otra manera) o porque aún mi cuerpo no acaba de ponerse a funcionar después de tantos días de cama y manta, pero ver que los periódicos siguen hablando de lo mismo, de que las empresas cierran, el paro aumenta, el túnel se alarga y las cosas siguen igual, es decir, regular tirando a mal, no ayuda.
Canalizar toda esta frustración, el descontento reinante, hacia un resultado electoral es lo único que preocupa a muchos: a unos porque la sombra de Zapatero es alargada y no es muy sencillo que recuperen el poder cuando su gran renovación es un tío que estuvo de ministro con todos los gobiernos del PSOE desde que murió Franco; a otros porque las recetas que con tanta fe y ahínco aplican no acaban de ser efectivas; a terceros porque ven que si se apaga el bipartidismo tendrán una brecha donde meterse como la nueva esperanza de un país desesperanzado.
Y mientras tanto en Venezuela lloran a un líder muerto que fuera de sus fronteras pocos veían como una persona mínimamente seria. Lo de ir en chándal con la bandera no ayuda a que te tomen en serio, aunque de puertas adentro por lo que se ve funcionar, funcionaba. Y el Papa ya no está, que se ha retirado, mientras la Iglesia busca elegir un nuevo sucesor de San Pedro, que todos temblamos si es negro por aquello de Nostradamus (aunque creía que ya tenía que ser Ratzinguer el negro), para que luego digan que la superstición no existe en las sociedades civilizadas.
El mundo sigue girando, y diez días de retiro no permiten ver grandes cambios. Los telediarios siguen hablando de Bárcenas, Urdangarín, Chávez… y los únicos cambios son para decirnos que hay más gente sin trabajo y destapar nuevos cirios políticos como el que se ha liado en Ponferrada, en que el voto del exalcalde acosador ha servido para derribar un gobierno. Lo que no pase en España no pasa en ningún sitio.
¿Y Lugo? Lugo sigue igual: con su puente restaurado pero no peatonalizable porque las miras son tan estrechas como el paso que ha quedado, con su gobierno local en descomposición porque cada día parece que se marcha un concejal, con sus gastos en chorradas en un momento en que no se puede gastar ni en lo que es serio, con edificios vacíos que no se sabe qué hacer con ellos…
No, no es un día animado ni optimista. Quizás mañana…
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