Hay cosas que son opinables. Otras no tanto. Por ejemplo, que la estrategia que está siguiendo Rajoy desde el Gobierno para evitar que esto se acabe de hundir es la acertada o no es cuestión de puntos de vista. Unos cuantos millones de españoles (tampoco tantos como en otras ocasiones) votaron al PSOE, que fue el que colaboró activamente en este tremendo desaguisado, mientras que unos cuantos más (más que en otras ocasiones) apostaron por Rajoy.
Obviamente habrá un nutrido grupo de votantes del PP en las últimas generales que hoy no lo harían… o sí, que diría don Mariano. Lo que está pasando en Chipre, con sus corralitos, sus quitas a los depósitos, su crisis bestial que tiene a la gente metida en sus casas… es un ejemplo de lo que podría haber pasado en este país si nos hubieran intervenido, cosa que mucha gente decía estar deseando.
Tal vez fuera porque estamos mal acostumbrados, que muchos pensaban que la intervención era recibir unas pocas órdenes desde Bruselas a cambio de una lluvia de millones, como los que nos cayeron para “formación” todos estos años y de los que no se ha sabido gran cosa. Pero no, no es así. La intervención es mala, amigos míos, algo a evitar, y no una especie de maná divino que venga a sacarnos las castañas del fuego a cambio de nada. Si les parece que los ajustes han sido duros, miren a Grecia o Chipre y luego hablamos.
El otro gran frente abierto que tiene Rajoy es el de Bárcenas y sus chanchullos, que vienen a dar un paso más hacia la desconfianza ciudadana cuando ya parecía que lo del Gürtel estaba más o menos amortizado. Pues no, esto repunta, y la única estrategia acertada creo que es la de Feijóo y Esperanza Aguirre (extraño verlos de la mano en algo): depurar responsabilidades, cesar a los que hayan metido mano a la caja de forma irregular, y pedir disculpas a los españoles por hacernos pasar esta vergüenza tanto a los que son afiliados al PP como los que no.
Yo, personalmente, me pongo colorado de sólo pensarlo porque es un tema que da auténtico asco. No me vale el “y tú más”, que cada vez se pone más complicado al escalar los escándalos de magnitud, o el “y tú también”, que es a lo que vamos. Los EREs de Andalucía no anulan lo de Bárcenas, por mucho que se intente, y a lo máximo que vamos a llegar así es a reafirmar ese “todos son iguales” que tanto éxito de público y crítica tiene en nuestros mejores teatros.
Me deja perplejo el caradurismo de algún dirigente del PP que dice que Griñán estaba al tanto de lo de los EREs sin la más mínima prueba en favor de tal afirmación. Haciendo un ejercicio de lógica aristotélica, entonces Rajoy estaría al tanto de los sobres de Bárcenas, de la trama Gürtel y de un concejal de Rabanillos de la Higuera (espero que no exista el pueblo, que me meto en un lío) que aparcaba en una plaza de minusválido (perdón, discapacitado).
No se puede exigir control absoluto de una organización por parte de su dirigente, porque hay sinvergüenzas que lo primero que hacen es esconder sus actividades de quienes les pueden echar a la calle, y lo de “es que usted lo fichó” haría que el presidente del grupo Carrefour se fuera a la trena cada vez que en un cajero de su cadena nos diera mal el cambio. Hay que ser un poquito más proporcionales.
Parece que no aprendemos. Pepe Blanco dio la pista de lo que te puede pasar cuando pones en marcha un ventilador lleno de porquería sin calcular que a lo mejor te pone perdido el traje de Armani. Seguimos igual, sólo que ahora del lado de estribor.
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