jueves, 9 de octubre de 2014

Sobre responsabilidades y culpas ¿Debe dimitir Ana Mato?

Hablábamos ayer del ébola y nos toca hoy otra vez. Me temo que seguiremos con el tema una temporada, aunque me niego a dedicarle todos los días los artículos, entre otras cosas porque no sé ustedes pero yo estoy empezando a saturarme de “información”. Lo entrecomillo porque lo que nos llegan son opiniones, gritos, histerias, y mensajes tranquilizadores que tranquilizan bastante poco.

De lo del perro ni hablo. Me niego a centrar esto en el pobre animal cuando hay gente enferma. Lo único que les diría a todos los que defienden que fue un “asesinato” es que piensen en la cara que se les pondría si durante el “aislamiento” que pedían se contagia una sola persona. Una me llega.

La política ha metido su sucia mano en el tema, y en este país donde nos encanta usar cualquier cosa para echárselo a la cara a los que nos gustan poco, se utiliza el tema descaradamente para intentar sacar réditos políticos. Supongamos por un momento que la confesión de la enfermera de que metió la pata y se tocó la cara con el traje es auténtica… ¿seguirán pidiendo aun así la dimisión de Ana Mato los que ahora lo gritan? Supongo que sí, porque dirán que no prepararon bien al personal o que “el protocolo” tendría que prever eso. Vamos por partes.

¿Debe dimitir Ana Mato? En mi opinión sí. No por su responsabilidad en lo del ébola, que la veo bastante escasa, sino porque ella misma pidió que Carme Chacón se marchara por un caso de gripe porcina en un cuartel militar. Decía entonces Ana Mato que “La política es la obligación de intentar impedir que la enfermedad se propague y ellos no lo han hecho. A mí me parece gravísimo y si la ministra no da explicaciones suficientes, debería dimitir”, a lo que añadió que “con la salud de los españoles no se juega, es un tema fundamental para nosotros, y queremos que se tomen las medidas necesarias para que se garantizar la salud de todos los españoles”. Es lo que tiene echar la lengua a pacer, que se te vuelve en contra. Lo mismo le había pasado a Pepe Blanco con los imputados, contra los que cargaba cual Santiago a caballo, hasta que pasó él por el banquillo y vio que las cosas no son tan sencillas. Ana Mato puede salvarse por lo de “las explicaciones”, pero el espíritu de sus declaraciones no dejan lugar a duda. Pues aplícate al cuento, guapa, o haber sido más prudente en su día.

Vamos ahora con las responsabilidades. Se culpa a la enfermera de haber sido la responsable de su propio contagio porque se tocó la cara con el traje. También por no haber dicho en el hospital al que acudió que había tratado a un enfermo de ébola y, tras su inmediata salida del centro de salud, ir a depilarse tan ricamente.

Puede ser culpable, no digo que no, pero eso no sirve para que se le echen encima a los perros. Bastante tiene con lo suyo. No veo que nadie preguntara a los misioneros cómo se contagiaron, si eran responsables o si habían tenido descuidos. Se les trajo, como no podía ser de otra manera, se les trató lo mejor que se pudo y murieron como santos. Esta chica ha hecho lo mismo: cuidar enfermos de ébola y contagiarse por un descuido. Distingamos entre culpa y mala intención.

En nuestra obsesión por buscar responsables subyace un intento de tranquilizarnos. Un pensar que si todo se hace bien el riesgo es cero y que las cosas se pueden controlar. No es cierto, los accidentes ocurren.

Si a una persona por un descuido se le va el coche en la carretera y se mata no se intenta culpar al ministerio de Fomento, pero tampoco al conductor, al que se responsabiliza pero sin hacerlo pecador. Si ese mismo conductor se lleva por delante a otro el descuido es el mismo pero la lectura será diferente, por lo menos para la familia del otro fallecido, que podía ir a 80 y aun así se lo llevan por delante.

La buena de la enfermera, insisto, bastante tiene con lo suyo como para ponernos ahora a culpabilizarla, pero tampoco podemos buscar una responsabilidad más allá de su confeso descuido. No pasa nada, un error lo tiene cualquiera, pero no me vengan con protocolos y chorradas porque no creo que haya que escribir “no te toques la cara con algo infectado”, aunque seguramente lo pondrá en algún sitio. No hay protocolo que evite un error.

Probablemente hace falta tiempo para ver qué ha pasado realmente, pero en esta sociedad nuestra de consumo inmediato no sabemos esperar. La histeria sustituye a la paciencia, e imagino que los que se forraron con los geles de la gripe aviar para lavarse las manos sin agua se estarán frotando las manos.

Iremos viendo.

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