martes, 7 de octubre de 2014

Veiga y el terror

No conozco prácticamente de nada a Antonio Veiga, vicepresidente de la Diputación de Lugo. Coincidimos una única vez en una tertulia de Onda Cero donde estuvimos bastante de acuerdo en varios temas, ya que recuerdo que hablábamos de cosas culturales y salvo su obsesión porque sólo se contraten actuaciones “de noso” en Lugo en lo demás parecía un tío bastante razonable.

Por eso me sorprendió tanto que ayer me llegara un recorte de unas declaraciones suyas en las que sale apoyando en su Facebook al detenido por poner una bomba en Baralla. Me dejó un poco descolocado, imagino que igual que los vecinos del asesino de su mujer que salen en la tele diciendo que “era una gente muy normal” y que “saludaba siempre en el ascensor”, como si los asesinos en ciernes llevaran capa y gruñeran a la gente.

Veo en los medios que se reconoce su autenticidad y que el autor de la “cosa” la retiró del Facebook, probablemente tras recibir algún aviso en plan “macho, ¿pero qué haces?”. También que condenó el atentado, cosa que no veo muy comprensible a menos que sea una pose para intentar paliar lo hecho.

Con el terrorismo no hay medias tintas: o se está con ellos o con los destinatarios de las bombas, que podemos ser cualquiera, de ahí lo de “terrorismo”, porque se intenta crear terror. Que el vicepresidente de una Diputación publique eso sin mayor reacción por parte de nadie me llama poderosamente la atención. A ver si alguien sale hoy a decir algo.

El tal Raúl, al que Veiga trata con tanto cariño, es el detenido por poner la bomba en Baralla en nombre de Resistencia Galega. Tenían tres bombas más listas para utilizar contra cualquiera de nosotros o de nuestros ayuntamientos, o de nuestras instituciones, o contra lo que sea.

Si empezamos a justificar las bombas podemos llegar a cualquier sitio. Y punto.

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