miércoles, 11 de marzo de 2020

La fábrica de la luz sigue acumulando polvo

Interior y exterior de la fábrica de la luz. Una pena tener este edificio y su entorno vallado y cerrado.
Y encima nos va a costar un dineral para nada.
En pleno debate sobre los edificios públicos lucenses, en que se centra la atención en el Auditorio y San Fernando, dos edificios en que las administraciones han gastado muchos millones de euros sin que estén en uso para la ciudadanía, pasan desapercibidos otros centros que están en casos imilares.

Uno de ellos es el de la fábrica de la luz. Un inmueble impresionante abandonado junto al río Miño y que sería muy útil para casi cualquier uso, ya que las instalaciones dan mucho de sí. La vena hostelera que todavía mantengo me hace convertirlo en un restaurante magnífico en una ubicación privilegiada, con servicios públicos como el merendero que lleva años clausurado y un acceso al río que nos venía de perlas.

Pero como casi todo en Lugo lo de la fábrica de la luz es un sainete de difícil arreglo. A finales de los años 90, hace más de 20 años, una escuela taller del departamento dirigido por la lucense Manuela López Besteiro en la Xunta de Galicia reparó todo el edificio y las turbinas. El entonces alcalde, Joaquín García Díez, completaba así su ambiciosa visión de una recuperación del río para los vecinos, lo que redondeó con la creación del Parque del Miño, probablemente la mejor dotación verde de la ciudad.

La inauguración de la rehabilitación de la fábrica de la luz en mayo de 1.999 con las turbinas funcionando perfectamente.

En 2007 el Ayuntamiento acometió obras en que se gastó más de un millón de euros y un par de años después planteaba un Museo en la fábrica, interactivo por supuesto (aquí todo es interactivo, digital y esas cosas tan modernas). No se hizo absolutamente nada desde el punto de vista del usuario, ya que once años más tarde el edificio sigue cerrado a cal y canto. Llama la atención que hablaba de “rehabilitar” otra vez todo, después de haberlo dejado pudrir por falta de uso tras la restauración que había dejado lista su antecesor. Así se gestiona lo público, sí señor.

Más de un millón de euros para rehabilitar el edificio y luego cederlo a la concesionaria por 450 euros mensuales.
Un gran negocio... pero no para el presupuesto público, claro.

Sacaron a concurso la gestión del chiringuito con un canon mensual de 450 euros al mes para 38 años, un precio totalmente ridículo si tenemos en cuenta el tamaño y la situación del lugar, pero en cualquier caso nos está saliendo carísimo el asunto porque además de los millones públicos gastados en otra restauración que se estará pudriendo como la anterior, sigue cerrado, abandonado y vacío. Pero eso no es todo.

La empresa adjudicataria, Inca, pidió rescindir el contrato y exige una indemnización de casi tres millones de euros. Todo el problema vino de la famosa paralización de la obra de la ataguía (ese tema sigue dando vueltas en los juzgados) y las demoras que entre el Ayuntamiento y la Confederación hubo para las licencias, lo que les impidió ejecutar el proyecto del Museo. Al final de la torta nos va a salir un pan, y nos gastaremos en total cuatro o cinco millones de euros (que ya es pasta) para no tener nada allí, que es lo más grave.

¿Tan difícil era mantener el edificio en las buenas condiciones en que se dejó en los 90? ¿Acaso me están diciendo que la solución para todo es cerrarlo y después gastarse una fortuna en volver a arreglarlo? ¿Qué clase de gestión se hace en esta ciudad?

Es curioso que el vecino municipio de Outeiro de Rei se hayan molestado en poner a funcionar las viejas turbinas, que siguen funcionado perfectamente, y el conjunto esté a día de hoy en estado de revista. Las turbinas son de 1.888 y de 1.929. Las comparaciones son odiosas, pero quizá la diferencia sea el cariño que se pone en cada lugar a la conservación de lo propio.

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