Un año girando en torno al coronavirus |
Para mí, hoy hace un año que empezó todo.
Ya sé que a esas alturas todo el mundo “sabía perfectamente” lo que iba a pasar, y que las convocatorias del 8M eran un disparate “evidente” pero yo estaba bastante en la inopia. Preocupado, como todos, por las noticias que nos daban a cuentagotas sobre algunos casos que se habían confirmado, pero hasta esa semana de hace un año yo personalmente no sospechaba, o no quería sospechar, la dimensión real de lo que se nos venía encima. Quería creer las palabras tranquilizadoras del Gobierno (“sólo habrá uno o dos casos”) y quería seguir con mi vida normal. Pensaba que lavarnos las manos con frecuencia y vivir en una ciudad pequeña como Lugo nos pondría a salvo a todos… y no.
De hecho, lo que son las cosas, en este mismo blog se ve la evolución de lo que percibía (los blogs no dejan de ser diarios) y hablaba a finales de febrero de la paranoia por el Coronavirus y recomendaba que dejásemos las mascarillas para quienes las necesitaban (sobre todo pacientes oncológicos). El 10 de marzo ya les decía que era mejor optar por ser prudentes y no caer ni en la histeria ni en la irresponsabilidad pero… “que corra el aire”.
Evidentemente los ciudadanos de a pie tenemos la información que nos dan, pero los gobiernos deberían estar un poco más al quite. Y fíjense que hablo en plural, porque es chocante que quienes ahora aseguran que ya sabían lo que iba a pasar estuvieran convocando reuniones y concentraciones en aquel momento. Consultando el calendario veo que el día 9 de marzo de 2020 hubo un “desayuno informativo” con el Presidente de la Xunta de Galicia en un importante hotel de Lugo, con un montonazo de gente… A mí me habían invitado en representación de Lugo Monumental, pero decliné dicha invitación indicándoles que no me parecía lo más prudente con la situación sanitaria que teníamos en ciernes. Ya ven.
Esa semana fue la del duro despertar. El día 10 de marzo envié un correo electrónico a la plataforma en favor del Museo de la Romanización en San Fernando en que les invitaba a reflexionar sobre la imprudencia de mantener un acto multitudinario que estaba programado para el viernes día 13 de marzo. Hubo una reunión (que me parece recordar que fue ese mismo día o al día siguiente) en que no sólo hubo quien no apoyó nuestra llamada la prudencia, sino que nos acusaron de crear psicosis y de alarmismo. Incluso en una primera ronda de intervenciones se veía que los partidarios de suspender el acto íbamos a perder la votación. Afortunadamente el debate sirvió para algo (mencionar la responsabilidad civil siempre ayuda) y se decidió aplazar la actividad, pero aún hoy recuerdo el malestar de algunos que no muy veladamente me acusaron de querer torpedear la propuesta. Estamos hablando a tres días del confinamiento, recuerden.
Ese viernes la Xunta se adelantó al Gobierno de España y decretó una serie de medidas que el día 14 se consolidaron a nivel nacional con el Estado de Alarma en que seguimos hoy día (bueno, es otro, pero nos entendemos).
Tras doce meses y seis mil expedientes de regulación de empleo tramitados, mi vida ha cambiado como la de todos. Afortunadamente a mí no me ha tocado en primera persona, ni a mi marido, ni a nuestros padres. Sí hemos tenido muy cerca amigos y familiares que han pasado el Coronavirus aunque afortunadamente para todos con pocas consecuencias, al menos si lo comparamos con lo que podría haber sido. No les tocó UCI ni intubación, que ya es mucho decir.
Sí conozco quienes han pasado por el hospital e incluso quien se tiró meses en la UCI (el caso de Fernando Allende, por ejemplo, es muy conocido por todos) y a su pesar ayudaron a concienciarnos de lo que suponía realmente “el bicho”. Bueno, no a todos que sigue habiendo mucho cabestro por el mundo que se va de fiesta en manada.
El coronavirus ha acabado con nuestra normalidad. Recientemente me encontré con una señora a la que aprecio enormemente y que es una lúcida escritora de artículos en El Progreso. Me contó que hacía casi un año que no salía de casa y que estaba pagando un alto precio en salud. Y como ese caso, muchos más sobre todo entre nuestros mayores, que no son las víctimas exclusivas del virus, pero sí sus favoritas.
¿Cuánto va a durar esto? ¿Volveremos algún día a respirar con tranquilidad pero sin mascarilla en sitios públicos? ¿La vacuna será tan efectiva como para erradicar esta pandemia? ¿En qué plazo?
Son las preguntas que nos hacemos todos por salud, pero también por economía. Los que han sufrido las consecuencias sobre sus negocios, sus empleos o su bienestar material también son víctimas de unas medidas seguro que necesarias, pero insuficientemente compensadas.
Hoy para mí hace un año que caí del guindo y entré de lleno en la maldita “nueva anormalidad”.
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