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Hoy en ASPNAIS se inaugura una escultura dedicada a Conchita Teijeiro, la gran dama de Lugo y alma mater de esa extraordinaria Asociación. Conchita fue el faro que iluminó durante décadas su labor. Su arrolladora energía, su oportuno y siembre justificado descaro en la defensa de los más débiles y su infatigable dedicación se reconocen así desde la entidad a la que dio vida y que hoy tiene, y no exagero, uno de los mejores centros ocupacionales y residenciales del mundo para personas con discapacidad intelectual.
Conchita es una persona excepcional, siempre lo ha sido. Su estado de salud no le permitirá disfrutar el homenaje como se merece, aunque estoy seguro de que sí recibirá el cariño, el respeto y la admiración que todos los que tenemos el honor de conocerla le profesamos.
Probablemente una de las mayores injusticias de esta ciudad sea no dedicarle una calle a quien ha trabajado por los demás de una manera tan tenaz y con tanto éxito. Tenían una magnífica oportunidad de ponérsela cuando se la retiraron a su padre, pero se ve que es más importante la cutre política partidista que reconocer a las personas que trabajan por la ciudad.
En España enterramos muy bien, decía Rubalcaba. El Ayuntamiento de Lugo tiene la irracional costumbre de no poner nombres de calles a los vivos, lo que impide que éstos disfruten del reconocimiento cuando pueden hacerlo. Un error que no tiene sustento normativo y que sólo tiene explicación en que puedan meter la pata y haya que quitarles el honor, como si eso no se hiciera habitualmente por cuestiones tan banales como la tendencia política imperante.
Pocos nombres hay en el callejero actual más dignos que el de Conchita Teijeiro. Va siendo hora de enmendar esa injusticia y ponerle, aunque tardíamente, una calle que tiene más que merecida.
La irracional constumbre de no poner nombre a calles de gente viva, es cuando al ayuntamiento le da la gana, vease la calle Ramos Misione
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