lunes, 11 de febrero de 2013

Extremos tecnológicos

Foto de La Voz de Galicia sobre el suceso
Ayer un señor de Lugo se encontró metido en un zarzal (literalmente, no es una metáfora) por seguir las indicaciones de su GPS, que, de camino a Las Termas (el centro comercial, no los restos romanos del Balneario), le indicaba que girase donde no había camino y él le hizo caso. 

Analicemos el tema con cuidado. Aunque el accidentado no es natural de nuestra ciudad reside en Lugo desde hace años, y el suceso se produjo en uno de los ramales que se meten desde la Nacional VI, cerca del puente nuevo (por “puente nuevo” me refiero al que ya no es “puente nuevo” pero que a falta de nombre le seguimos llamando “puente nuevo”, lo aclaro para evitar confusiones, aunque no lo parezca). 

Una vez sabido esto a mí me asaltan dos dudas de inmediato. La primera es cómo demonios te metes por un terraplén lleno de zarzas por mucho que insista el GPS. La fe en la tecnología no está mal porque es algo evolutivo, pero sin pasarse. Yo, que utilizo el GPS en ocasiones, no siempre le hago caso porque asumo que esos chismes no siempre son palabra de Dios y que servidor, aunque no es paloma mensajera, tiene un sentido de la orientación bastante desarrollado (salvo, no me pregunten por qué, en ciudades como Praga con ríos en curva que me despistan un montón, y es en serio). 

La segunda duda es… ¿alguien necesita un GPS para llegar a Las Termas desde la avenida de las Américas? Además de una fe sin paliativos en la técnica, hay un uso abusivo de la misma. Ya no les digo que vaya en autobús, porque yo mismo jamás lo he cogido para ir a Las Termas, principalmente porque me faltan muchas asignaturas para aprobar la ingeniería necesaria para entender los puñeteros horarios de las paradas. Les juro que los sudokus me resultan más sencillos. Pero de eso a usar un mapa para cruzar dos calles, qué quieren que les diga. Otra cuestión es cuando no conoces el sitio y te tienes que fiar. Recuerdo que en Mallorca le dije al aparatejo que me llevara a un pueblo fortificado y me llevó al monte que estaba enfrente, quizás para que tuviera unas preciosas vistas del lugar. Bueno, pues ahí te cagas en el señor Tomtom y das la vuelta, que es lo que hice yo. 

Yo soy un auténtico fan tecnológico. He cambiado de móvil bastantes veces, principalmente porque considero que es el aparatejo que más se utiliza después del reloj (o antes) porque siempre lo llevas encima, así que me gusta que tenga prestaciones, entre las que están las de entretenimiento (sí, los jueguecitos). Los ordenadores no sólo me gustan sino que me resultan tremendamente útiles para muchas cosas, y me ayudan a superar mi espantosa letra… pero intento no abusar. Por ejemplo, sigo usando agenda de papel, que aunque no pita en las citas me resulta más cómoda. 

Hay un dicho que reza “quizás el progreso haya sido bueno alguna vez, pero ha llegado demasiado lejos”. Tienen razón, a lo mejor no en cuanto al avance en sí mismo, pero sí en cuanto a su utilización. Parece que ahora si no tienes un iPhone o un bicho similar (llámese Android o lo que sea) eres un hombre de las cavernas. Cuando ves un Nokia viejuno, con botones, miras al propietario como si viniera al trabajo a caballo. Ya no digo nada de si no tiene móvil. 

Sin embargo, y a pesar de todos los pros y contras de la tecnología, no se olviden de utilizar la herramienta principal de nuestro software: el sentido común. Por mucho que su GPS les diga que sí, que es por el zarzal, que lo sé yo, ustedes no se metan. No tendré que explicar el porqué, ¿verdad?

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