jueves, 29 de mayo de 2014

Democracia interna, un objetivo alcanzable

En un acertado artículo escrito en La Voz de Galicia de hoy (ayer cuando lean esto) el analista Quique Souto afirma que hay “un notable malestar en algunos sectores” de las bases de PP y PSOE ante los resultados electorales. Hombre, para estar contentos claro que no son, pero lo que me preocupa realmente no es eso, sino otra atinada frase en que afirma que “a medida que pasan las horas, en las filas populares y socialistas son más numerosos los afiliados y simpatizantes de uno y otro partido que en privado expresan su malestar”.

¿”En privado”? ¿Por qué “en privado”? Eso es lo realmente preocupante. No el malestar sino que encima parece que sea obligatorio “esconderlo” por no incomodar a los príncipes, entendidos en el sentido maquiavélico del término.

Partiendo de la base de que la democracia es fundamentalmente el único sistema político aceptable de todos cuantos el ser humano ha discurrido, y dando por sentado que su defensa pasa necesariamente por su práctica, es para echarse a temblar que los afiliados de los partidos tengan que temer decir en voz alta sus opiniones dentro de la propia casa.

Yo, personalmente, no soy demasiado dado a esconder lo que opino, y no porque crea que esté llamado a iluminar al mundo sino porque creo que es bueno el debate y positivo el exponer tus ideas para que te las puedan rebatir y, entre todos, mejorar la conclusión. Cuando sólo es uno el que opina tarde o temprano se acaba encerrando en un mundo paralelo en que únicamente su visión es la que percibe sin más apoyos que la pléyade de pelotas que suelen rodear a los altos cargos, no tanto porque éstos los busquen (que también) sino porque los atraen como un imán.

El esquema es el siguiente: una persona inteligente y válida es encumbrada a un puesto de poder, normalmente a través de la designación de un “poder superior” (también llamado “dedo”). Llega con energías e ilusión, pero se suele rodear de gente que no le contradiga demasiado, no sea que le demuestren que hay gente por lo menos igual de inteligente.

Pasado poco tiempo se produce un fenómeno de aislamiento: el supuesto líder sólo empieza a aceptar la compañía de quien no discute sus opiniones, y poco a poco los demás se ponen en un segundo plano… pero sin tampoco atreverse a abrir la boca en las reuniones supuestamente convocadas para contrastar pareceres, no sea que incomoden al mandamás y se vean marginados o sin posibilidades para el futuro, que puede ser más rosa que negro si se ganan unas elecciones y el jefe tiene el poder de dar puestos.

También hay otro perfil, el de la persona fiel a las siglas que, sin estar de acuerdo con el líder, no se enfrenta a él para no traicionar unas ideas que defiende a capa y espada, aun cuando perciba que la cúpula no sigue esas mismas ideas. Es una pequeña contradicción, porque en la práctica defiendes a la figura de la cumbre y no tus ideas, pero nadie es perfecto.

Hablar fuera del partido se considera poco menos que traición. Hablar dentro es ser revoltoso. Eso reduce las opciones a la de no hablar. ¿Es eso democracia? Obviamente no. El primer requisito para la democracia es la libertad de expresión, sin duda alguna. No sirve de nada poder votar si no puedes intercambiar opiniones y debatir ideas.

Observarán que no me he referido concretamente a ningún partido, aunque muchos estarán pensando en el PP. Se equivocan, desgraciadamente el problema es más genérico. Tengo buenos amigos que militan en otras formaciones y el sistema es exactamente el mismo, porque no es un defecto de uno u otro grupo sino de una sociedad que busca un mirlo blanco al que seguir y si no lo encuentra tiñe de albo un cuervo. Sobre todo para no tener que molestarse en dar demasiadas vueltas a las cosas y tener a quien seguir.

Hay excepciones a todo esto. Yo tuve el privilegio de trabajar con una persona que no sólo valora las opiniones ajenas sino que las busca. No voy a dar nombres para que no parezca que le hago la rosca a Joaquín García Díez, pero si hubiera más gente con esa capacidad de escuchar las cosas serían diferentes. Cuidado, he dicho de escuchar, no de dejarse llevar a cualquier sitio. Escuchar, valorar y decidir, ese es el camino. Mi abuela hacía lo mismo y quien dude de su sabiduría tendrá que vérselas conmigo.

¿Por qué hay, entonces, tanto silencio dentro de los partidos? ¿Respeto? Dudoso, porque en los bares se pone verdes a quienes minutos antes se reverenciaba... no sea que ganen ¿Pereza? Es posible que haya mucho de eso. ¿Miedo? Por increíble que parezca tampoco lo veo descartable. 

Pues habrá que cambiar ciertos usos y maneras. Sí o sí. La democracia interna en los partidos no es una utopía, es un objetivo alcanzable siempre que se persiga, cosa que pongo bastante en duda.

1 comentario:

  1. Hace mucho tiempo que esto debiera de ser así. La sociedad como bien dices se ha acostumbrado a este tipo de funcionamiento, pues igual que se ha acostumbrado a esto se hubiese acostumbrado a lo otro. Debemos de hacer todos en general un profundo propósito de enmienda y que de una vez por todas aparezca gente que tenga lo que hay que tener para poner esto en marcha. Nadie se debe apoltronar en un sillón y por supuesto nadie es imprescindible, el saberse retirar es un don que muy poca gente disfruta y que se debería de promocionar e inculcar a todo el mundo en general, no solo a los políticos. Espero que esto cale en la sociedad y sobre todo en los partidos políticos que al final son quienes nos va a representar. No es bueno que aparezcan aprovechados populistas que se aprovechen de la gente como ya tristemente ha sucedido.

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