San Vicente ha vuelto. Corona de nuevo la fuente de la Plaza del Campo de donde tuvo que salir a una UVI para monumentos tras que unos cafres la tirasen al suelo en un triste concepto de diversión que les ha salido gratis, ya que no hemos sabido quién fue, al igual que nunca se averiguó quién atropelló al señor aquel que falleció junto al vaso de la misma fuente.
Hay que felicitar a Lara Méndez y al Gobierno Local. Han sido rápidos y lo que es más importante han sido eficaces. La estatua presenta un extraordinario aspecto, como si hubiera sido tallada ayer mismo en lugar de hace doscientos años. Se ve que cuando quieren ser diligentes lo son, y no han tardado ni seis meses en hacer que una de las piezas más emblemáticas de la ciudad volviera a su lugar, lo que es algo digno de aplauso.
Sin querer menoscabar en lo más mínimo su actuación en cuanto a la restauración, sí que la veo incompleta porque nada impide que esta noche, o la del próximo sábado, o en una aglomeración algún gracioso se quiera llevar a su casa de recuerdo un dedo del santo, o la mano entera. De hecho la que tiene ya no es original porque la del santo probablemente esté adornando el estante de algún mendrugo que consideró una proeza robarla.
Aunque no soy amigo del “Gran Hermano”, creo que sí sería importante proteger esa zona y otras sensibles de la ciudad con cámaras. Ya sé que no es fácil, que tiene una larga tramitación y que hay muchos impedimentos, pero quizá debería haberse comenzado ya a dar los pasos para salvaguardar nuestros monumentos. No sólo San Vicente, sino los herrajes de la Catedral que se van deteriorando por guarros que allí mean, u otros puntos conflictivos. Es algo engorroso y complicado, pero si otras ciudades tiene vigilancia me pregunto por qué Lugo no puede hacer lo mismo.
Hace falta concienciar y educar, sí, pero tampoco es mala política complementaria la de vigilar y en su caso sancionar. Lamentablemente a veces es lo único que funciona.
Artículo publicado en La Voz de Galicia del 14 de junio de 2017
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