Los incendios que asolan Galicia, Asturias y Portugal han arrasado con bosques, casas y, lo que es más grave, personas. El número de muertos final no andará lejos del medio centenar, porque si el fuego no respeta esas fronteras artificiales creadas por el hombre, tampoco deberían hacerlo las valoraciones sobre sus consecuencias. Aún no están apagados todos los focos ni mucho menos, así que es probable que tengamos que ver durante más días consecuencias adicionales. Es el triunfo del cafre, la crónica de cómo los terroristas han logrado su objetivo, atemorizar y crispar a toda una sociedad.
Sin embargo el alivio que siento al ver la lluvia de hoy no hace que me sienta menos triste por otra de las consecuencias de la crisis que vivimos, la constatación de que cada vez sufrimos un mundo más polarizado, más radical y donde la empatía y el respeto por los demás brilla por su ausencia.

Les hablaba ayer de esas largas parrafadas en que nos cuentan detalladamente cómo “el único culpable” de los incendios es el enemigo político (en este caso Feijoo) sin mencionar ni una sola vez a los criminales que han plantado fuego a nuestros bosques es terrible, pero peor aún es la reacción virulenta que alguna gente tiene cuando les explicas que algunas cosas de las que dicen no es que sean opiniones discutibles, es que son mentiras.
Les pongo el mismo ejemplo que les traía ayer, la tontería de que se pueden recalificar los terrenos quemados para hacer viviendas o centros comerciales. Suena muy bien, muy “conspiranoico”, pero es falso, la ley lo impide como ya hemos hablado. Pero cuando explicas eso nadie dice “ah, vale, me alegra que no sea así”. Tampoco te lo rebaten porque es una realidad incontestable… simplemente te insultan. Es la única forma que algunos tienen de defender su radicalidad frente a los argumentos.
Estamos en un “conmigo o contra mí” en que no se acepta la más mínima desviación de la línea de argumentación “oficial” de determinado partido político o ideología. Eres rojo o eres azul, eres blanco o eres negro, eres un 1 o un 0. Llama poderosamente la atención sobre todo en quienes acusan a los demás de estar alienados y engañados por los medios de comunicación y la maquinaria de propaganda de no se sabe quién, pero históricamente es una verdad incontestable que las revoluciones a la larga se tornan en las fuerzas más conservadoras y represivas, con la posible excepción de la americana. Lo demostraron el Terror de la Revolución Francesa, el octubre ruso, o las dictaduras sudamericanas nacidas de las “guerras del Pueblo”.
Pero a lo que iba. Es peculiar que gente que pide democracia solo acepte SU democracia, en la que establece los términos del debate y su punto de finalización. Incluso, aunque me cueste creerlo, hubo quien borraba todos los comentarios que se ponían a continuación de su decisión unilateral de acabar con el tema, en un arranque fascista de manual.

Esta crispación, este asqueroso intercambio de monólogos cada vez más elevados de tono, son herencia de muchas cosas: la falta de educación, la polarización y el extremismo de los partidos políticos, la simpleza de los medios de comunicación, el maniqueísmo de las consignas… y no es ajeno ni siquiera a sus propias víctimas. Por ejemplo, el Presidente de la Xunta no debería decir una palabra sobre la manipulación de la desgracia cuando él mismo hizo exactamente eso contra el bipartito en el 2006. La hemeroteca es terrible, señor mío.
El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, se suele decir, y yo mismo estoy tirándola sin estar totalmente inmaculado. También me he dejado arrastrar en ocasiones a esas discusiones bizantinas en que la cantidad y la repetición sustituye a la calidad y el argumento, aunque “me estoy quitando” tras reflexionar en lo estúpida que es esa actitud.

En cuanto a lo demás, mi recomendación es ser más ligeros a la hora de eliminar de la lista de amigos a quien demuestra que no lo es, e incluso si detectan gente dañina, cuyos muros solo contienen odio y rencor, soy partidario del bloqueo. No necesitamos eso en nuestras vidas, y es el equivalente a la “retirada del saludo” de los viejos tiempos. Por supuesto es una decisión personal. Ustedes mismos.
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