martes, 28 de julio de 2015

Los Tonetti a la Moncloa

En un Estado de Derecho, eso que decimos tener en España hasta que salta la noticia de que han imputado a fulanito (que entonces se nos olvida la presunción de inocencia y lo hacemos dimitir hasta de la presidencia de la comunidad de vecinos), se supone que lo que manda es la ley.
 
Digo “se supone” porque hay ciertos desvíos, conocidos como delitos, que implican que existe quien se la salta por aquello del latrocinio, el asesinato o la prisa que tenemos todos cuando nos ponemos al volante. Cada cosa en su escala obviamente.

Pero aunque sea comprensible hasta cierto punto el fondo del asunto cuando alguien se salta el mandamiento de “no robarás” o incluso el de “no matarás” (comprensible no es lo mismo que justificable), es mucho más grave cuando hacen esas cosas los que deberían hacer cumplir las normas. Y esto me vale tanto para un Bárcenas que mete mano a la caja como para el que utiliza arbitrariamente las instituciones para “evangelizar” (y volvemos a reiterar que cada cosa en su escala).

En esta España nuestra es habitual que consciente y deliberadamente todo cristo se tome el mundo por montera y haga lo que le sale de los cuernos, y más aún si está amparado por la generosa obtención de votos en las urnas. Aunque hagan el ridículo con ciertas acciones, pensadas más para el aplauso y cachondeo de “los suyos” que para ganarse las simpatías del común de los mortales.

Por ejemplo, eso de que la señora Ada Colau retire el busto del Rey Juan Carlos I de la sala de plenos porque ya no es Rey y ella quiere cumplir la “normativa vigente”, es una imbecilidad. Por esa regla de tres, lo suyo habría sido retirar también el enorme cuadro que preside la estancia, ya que en el mismo están retratados la Reina María Cristina y Alfonso XIII, que hasta donde yo sé, tampoco ostentan la jefatura del Estado a día de hoy. Pero eso no, porque no mola, porque no sería tan “noticia” (bueno, esto está abierto a debate), y porque el salón de plenos del Ayuntamiento de Barcelona se llama, precisamente, “Salón de la Reina Regente” y sería un rollo cambiar todo el papel de cartas y las placas de las puertas.

Si alguien tiene dudas de lo circense de la medida, creo que es bastante prueba saber que el busto se retiró dos veces para que las teles y cámaras de fotos pudieran tomar las imágenes necesarias. Las cosas si se hacen se hacen, pero no para la galería sino porque es lo suyo.
 
La payasada de los concejales del PP, llevando una foto cutremente enmarcada del Rey Felipe VI (la parte trasera con cinta de embalar era un monumento a la chapuza nacional) sitúa el acto de Ada Colau en una mediocre normalidad, símbolo de la política española desde unos lustros a esta parte. También hicieron su numerito, poniendo la foto en una silla de mala manera, y subiéndola, ante las peticiones de la prensa, a un estante del que la bajaron cuando las cámaras dejaron de disparar.

Son las cosas de esta dinámica en la que entramos. Las cosas se hacen pero a medias. Ada Colau deshaucia a Juan Carlos I del salón de plenos pero no se atreve con el cuadro de otros reyes que llevan décadas destronados. Carmena pretende eliminar del callejero a Foxa o Muñoz-Seca, cuyo mayor delito probablemente fuera morir en Paracuellos del Jarama a manos de los republicanos (esa buena gente que no rompió un plato en su vida), pero no tiene el cuajo de atreverse a proponer lo mismo para Santiago Bernabeu…

Políticas cutres, de titular y aplauso fácil. Pero es lo que hemos votado señoras y señores, así que ahora a apandar con lo elegido. Veo a los Tonetti presentándose a la Moncloa. Y ganando.

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