jueves, 6 de noviembre de 2025

Diez años después, el PP reivindica a Cacharro

No es fácil llenar hasta la bandera el auditorio de Veterinaria, y menos aún para un homenaje a alguien que falleció hace una década. Ayer se logró.

Ayer el PP de Lugo cerró, en palabras del hijo de Cacharro, una herida que llevaba abierta más de 10 años. Un homenaje a Francisco Cacharro a los diez años de su fallecimiento fue el símbolo de la reconciliación con la figura de un hombre que fue tan importante para Lugo como polémico (esas dos consideraciones son prácticamente inseparables). Se presentó un vídeo y un libro (en que se me invitó a colaborar, y lo hice con un modesto artículo sobre el protagonista), y hubo buenas, y muy necesarias, palabras sobre Cacharro.

Su familia, compañeros de partido, allegados e incluso muchos de los que fueron adversarios se reunieron ayer para recordarle en el salón de actos de la Facultad de Veterinaria que, casualmente, ayer celebraba los 41 años de su inauguración en gran parte por el tesón, por no decir cabezonería, de un Francisco Cacharro al que Lugo le debe muchos de sus actuales puntos cardinales.

El evento en sí estuvo muy bien organizado, con intervenciones breves. Normalmente estas cosas son un coñazo más o menos encubierto, pero esto no pasó ayer, reconozco que para mi sorpresa. Salvo una intervención un poco histriónica y con un encaje forzado en el evento, el resto fue prudente, razonable y conciliadora, destacando la que Francisco Cacharro hijo hizo en nombre de la familia.

Si hubiera que destacar tres aciertos del homenajeado, creo que serían la llegada de la universidad a nuestra ciudad en las mejores condiciones, la creación de una ambiciosa y amplia red de comunicaciones provincial (ayudando a corregir en parte el eterno déficit de carreteras en Lugo) y el convenio con la Diputación de Orense para poner el foco de atención en la Ribeira Sacra, una zona que un visionario Cacharro apreciaba como lo que era. Son tres de muchas, ya que la Reserva de la Biosfera, la creación del Parque del Rato, el nuevo pabellón del Breogán o infinidad de cuestiones adicionales se deben a su iniciativa, empuje o apoyo.

En cuanto a la politización de su administración, qué quieren que les diga, todas lo están y como se suele decir “otros vendrán que bueno me harán”. Conozco a personas que trabajaban en la Diputación en su época y que no eran ni de lejos simpatizantes de su opción política, pero ayer estaban en el homenaje porque Cacharro nunca se metió en eso y, si hacían bien su trabajo, los apoyaba decididamente. Luego vinieron otros que entendían (y entienden) la Diputación como su feudo e, incluso hoy, marginan a quienes no comulgan con sus ruedas de molino, pero tienen la cara dura de insultar públicamente a sus antecesores.

Pero más allá de la figura pública y privada que se homenajeó ayer, el acto en sí tiene un enorme simbolismo interno para el PP por muchos motivos. Elena Candia, que es una persona hábil e inteligente como pocas veces hemos visto en Lugo, logró, y permitan que recupere de nuevo la expresión de Francisco Cacharro hijo, cerrar una herida que llevaba sangrando más de una década.

Cacharro lo fue todo en Lugo, y sus propios compañeros lo ningunearon y dejaron de lado cuando dejó de serlo. También él se lo hizo a otras personas, pero ver en algunos actos sentado solo a quien tanto ayudó a tantos era una imagen terrible que ilustraba lo cainita que puede ser ese mundillo. Es algo habitual en política, donde los carroñeros abundan, pero no deja de ser triste. Pregunten a Felipe González o a José Manuel Beiras qué opinan sobre esto.

Más allá de los protagonismos, las envidias y el “quítate tú para ponerme yo” dentro de su propio partido, la lucha contra Cacharro dentro de la casa fue la pelea entre dos formas de entender la política: la boina y el birrete, los que basaban su acción en hablar con todo el mundo y los que la creían más adecuada desde una postura técnica, dos posturas que tienen virtudes, pero cuyas perversiones son, respectivamente, el populismo y la arrogancia.

Esto no es exclusivo de un partido. La ciudad de Lugo ha sufrido en los últimos años ejemplos sobrados de gobiernos que destilan soberbia por todos sus poros y que gastaron ingentes cantidades de dinero (y lo que está por venir) en comilonas sostenidas con fondos públicos para pagar favores electorales, y al tiempo en obras absurdas que nadie había pedido, fruto de “opiniones técnicas”, y que no sirven absolutamente para nada. Obras que acarrearán gastos enormes hasta que finalmente alguien tire la toalla y cierre instalaciones inútiles que, como las Caldas, se les había advertido que eran un error manifiesto. Dos ejemplos del populismo y la arrogancia de las que hablábamos.

Elena Candia ha sido sabia impulsando este acto, entendiendo que esa pelea nunca se debió dar porque el truco está en combinar ambas cosas. Ni se trata todo de crear una red de contactos personales ni de buscar gobiernos hechos por sabios. Se trata de equilibrar ambas cosas porque si se pierde el contacto con la gente real no se gobierna para ellos, pero si se ignoran las cuestiones técnicas e intelectuales se hará mal, por mucho que se mantenga “el pulso de la calle”.

Con sus luces y sus sombras (¿quién no las tiene?), Lugo le debe mucho a Francisco Cacharro Pardo. Negarlo es absurdo.

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