lunes, 2 de febrero de 2015

¿Es posible apagar el despertador?

A ver qué partido sería capaz de montar hoy algo así
Negar la afluencia de la manifestación convocada en Sol es, como mínimo, sufrir una ceguera selectiva de difícil comprensión, y no escuchar los gritos de decenas de miles de ciudadanos concentrados allí supone una sordera equivalente. Quitarse esto de encima sacándole importancia es un error comparable al de Julio César cuando no se guardó de los idus de marzo.
No soy sospechoso de ser simpatizante de Podemos, pero es cierto que somos una importante muchedumbre los ciudadanos hartos, cabreados y hastiados de tener un día sí y otro también escándalo tras escándalo que nos demuestra que llevan años, o mejor dicho décadas, tomándonos el pelo y robándonos sin molestarse en esconderlo demasiado.

Evidentemente no voy a desvelar ningún secreto masónico si les digo que el éxito de Podemos es precisamente el haber capitalizado como nadie ese sentimiento de rabia y de impotencia. Y también tienen la gran ventaja de que quienes se han echado en sus brazos lo han hecho ciegamente y tienen una muy breve intención de analizar fría y críticamente a dónde se han ido y a dónde nos quieren llevar.

Eso explica que las mismas personas que rinden pleitesía a Pablo Iglesias por sus protestas contra la corrupción no se vuelvan en su contra ante las irregularidades y contradicciones que se están dejando ver últimamente en su propia casa.

Están muy equivocados los que piensan que van a destruir a Podemos con los argumentos de que Iglesias cobraba en negro, Monedero hacía malabarismos fiscales para pagar menos impuestos de su (abundante) dinero traído de Venezuela o que las adjudicaciones de Tania a su hermano son la prueba de una podredumbre enraizada de los que presumían de ser el antibiótico nacional. Así no se va a acabar con efecto Podemos porque no está basado en la lógica ni en la racionalidad, sino en la rabia y el cabreo colectivo.

Sólo esos sentimientos explican que un partido político creado hace dos telediarios y que propone cada día una cosa diferente, desdiciéndose de lo que defendía como piedra angular de sus políticas el jueves pasado, junte esa multitud. Es triste que sea la desesperación lo que hace girar esa rueda y no la ilusión, pero el voto del depresivo vale lo mismo que el del entusiasta. Y gente había, y mucha, y la que no pudo ir pero habría estado de buena gana.

España es un país bastante rarito. Ahora son legión los que afirman que con Franco la gente vivía oprimida e infeliz, pero si damos validez a la manifestación de Sol, también hay que tener en cuenta a las decenas de miles de españoles que acudían a la Plaza de Oriente a vitorear al dictador cuando había cualquier disculpa para ello. Se me podrá decir que iban obligados, pero eso siempre me suena a la sospechosa frase de “yo sólo cumplía órdenes” de los que durante el III Reich eran los más convencidos perseguidores de judíos. No cuela, y si le va mal a Iglesias también serán muchos los que negarán haber estado vitoreándolo en Sol.

Manifestación en apoyo a Franco - 1946
Manifestación en apoyo a Franco - 1975
Así que una de dos: o las manifestaciones son representativas o no lo son. Personalmente yo siempre he dudado de su validez, ya que juntar 50.000 personas implica dejar a los otros 45.950.000 españoles en su casa (suponiendo una población de 46 millones, no se me pongan estupendos que ya saben de qué hablo), pero obviamente sí es cierto que es representativo de una parte de la población, y una parte aparentemente creciente. Además hay algo que nunca he dudado, y es que un argumento no es más o menos válido por el número de personas que lo respalden.

¿Esto quiere decir que noviembre será el fin de los tiempos y que la victoria de Podemos es inevitable? Obviamente no, pero sí es cierto que simboliza que algo tiene que cambiar y que no va a ser fácil que las cosas sigan donde han estado mucho tiempo.

Hay una frase muy buena de un artículo que leí hoy de Miguel Olarte en su artículo de El Progreso: “buena parte del bien que [Podemos] le podía hacer a nuestra sociedad ya se lo ha hecho”.

Podemos le ha puesto voz a un grito común, a un “ya está bien, nos tenéis hasta las narices” (siendo fino). Pero eso no es suficiente para gobernar un país.

Criticar correctamente lo que hay no da validez automática a una supuesta alternativa, al igual que decir acertadamente que una novela es mala no te convierte en un buen escritor. Vamos, que desde la barrera todos somos Manolete, pero habría que ver lo que hacemos con un capote, y más cuando ese capote es el Gobierno de España. Ahí la cornada nos pilla a todos.

Es probable que la política española cambie, y que Podemos haya marcado un antes y un después para despertar a la ciudadanía del cómodo pero peligroso letargo en que vivíamos. Sin embargo cuando uno ya se ha levantado y está en la ducha ya no necesita que el despertador siga sonando machaconamente. Y lo apaga, no usa un timbre estridente para marcar el tiempo el resto del día.

Podemos está cumpliendo una función, y era necesario que alguien lo hiciera. Si no se escucha su grito las consecuencias pueden ser nefastas porque entonces en lugar de hablar si no hay reacción al cabreo colectivo las cosas se pueden radicalizar más aún. 

Pero una cosa es escuchar ese grito y otra muy diferente darles el gobierno del país. 

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