lunes, 18 de diciembre de 2017

Transparencia y subvenciones, o cómo intentar evitar el saqueo



Los recientes problemas que se han dado en diversas asociaciones y entidades sin ánimo de lucro de la ciudad ponen sobre la mesa un principio básico de difícil discusión: la cuestión es siempre la gestión del dinero o, quien dice dinero, dice recursos. ¿Cómo podemos evitar o minimizar estas crisis? Es muy sencillo, siendo lo más transparentes que se pueda, y esto gracias a Internet es más que fácil.

En mi opinión el tema de la transparencia sigue siendo la gran asignatura pendiente de España. Nadie publica sus cuentas al detalle como sí ocurre, por ejemplo, con la Casa Real Británica, de la que podemos saber el gasto en bolígrafos o el coste de mantener la carroza dorada de la reina. Aquí lo que se hace es, como mucho, poner en la web las cifras en partidas genéricas y decir que se ha gastado en “mantenimiento de vehículos” x miles de euros, pero seguimos sin saber si han pagado 5.000 euros por cambiar una rueda de un coche corriente.

Con esos mimbres, mal cesto podemos hacer. Los partidos políticos, por ejemplo, que son los que mandan tiene muy complicado exigir a los particulares que reciben subvenciones que publiquen sus cuentas al detalle cuando ellos mismos escaquean todo tipo de control y seguimos sin poder saber en qué se gastan los muchísimos miles de euros del presupuesto municipal que se destinan a los grupos políticos del Ayuntamiento de Lugo, por no irnos más lejos. Son una especie de “fondos reservados” como aquellos que tanta fama dieron a Roldán. De ahí luego salen los problemas, porque si nadie sabe a dónde va el dinero no podemos estar seguros de si han destinado esos euros a comprar carteles para una campaña informativa o se lo ha llevado crudo el caradura de turno que se pega mariscadas a cuenta del administrado.

De la misma forma en las asociaciones pasa algo parecido. La opacidad solo conduce a la discutible gestión del dinero, y aquí podemos distinguir dos niveles, el público y el privado.

Una asociación, por definición, es una entidad privada, formada por particulares y personas jurídicas aunque últimamente vemos que la administración usa esta fórmula para ciertas cuestiones, que creo sinceramente que no deberían, ya que tienen otras herramientas que recoge la legislación más adecuadas a los fines públicos. Pero a lo que íbamos, si un grupo de personas se une para lograr un determinado fin, lo lógico es que la directiva de turno explique de forma detallada a los asociados a dónde va hasta el último céntimo de su dinero. ¿Tienen obligación de exponerlo al público, a terceros? En mi opinión no, ni legal ni moralmente están atados a eso, aunque es un sano ejercicio pero no hay nada que les imponga esa condición.

La cosa cambia cuando reciben dinero público. Ahí creo que todas las entidades tendrían obligación de exponer sus cuentas. Todas. No me vale que solo digan a qué destinaron las subvenciones porque es una forma como otra cualquiera de hacer trampa. Vamos con un ejemplo. Si yo tengo de presupuesto 5.000 euros propios de los que pago por ejemplo viajes a la costa, y la administración me “ayuda” con otros 5.000 para el mismo fin, ¿qué me impide usar esta última cifra para cubrir el coste de las excursiones y embolsarme lo anterior? Sería igual que echar mano del dinero que me otorgan las administraciones. Inaceptable.

La legislación actual habla de transparencia desde el punto de vista del que otorga el dinero, publicando las concesiones de ayudas y subvenciones, aunque lo hacen torpedeando en la medida de lo posible una posible investigación por cualquier interesado. Supongamos que yo quiero saber cuántas subvenciones cobra una federación, asociación o cualquier entidad de esas que viven de nuestro dinero sin presentar jamás un resultado. No puedo hacerlo. Podré encontrar quizás algún euro por ahí en las subvenciones nominativas (las que se publican con nombres y apellidos) pero por supuesto no habrá una base de datos que me explique en qué “campañas” se ha “ayudado” o qué “convenios” se han firmado a mayores. Todo interesadamente confuso para desanimar al posible investigador.

Lo normal sería que la concesión de subvenciones tuviera como condición la publicación en la web oficial de la entidad no solo de todas las ayudas recibidas desde cualquier fuente pública, sino incluso las privadas y el destino del dinero, es decir, un balance de ingresos y gastos completo que incluyera, además, la justificación documental de esos gastos, las facturas.

Esa sería la única forma de que podamos controlar lo que ocurre con nuestro dinero. Si la entidad no recibe dinero público lo suyo es que esa información la envíen a todos los asociados (un pdf no cuesta dinero, así que no me vengan con los costes de impresión) y si tiene colaboración pública tendría que estar a disposición de cualquiera, porque ese dinero es de todos.

Confiesen en que están pensando en alguna entidad. Esa federación, esa asociación o esa organización que recibe dinero de toda fuente posible y no explica a dónde va, cuyo presidente tiene coche con chófer mientras sus asociados llegan a fin de mes como pueden y que ni siquiera saben cuánto cobra el mandamás por hacer un "trabajo" que se supone sin ánimo de lucro. Pero esto va más allá aún.

Esto que les cuento es tan ambicioso que soy consciente de que no se hará, pero sería lo suyo aunque afectaría a prácticamente todo el mundo en un país que está acostumbrándose cada vez más a vivir de la subvención. Asociaciones, federaciones, agrupaciones, partidos políticos, sindicatos, clubes deportivos, organizaciones varias, confesiones religiosas e incluso empresas que reciben nutridas partidas tendrían que explicar al público en qué lo gastan. Y si no quieren hacerlo son muy libres… pero entonces no recibirían dinero público. Así de sencillo.

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