Entiendo el cabreo municipal. Una estructura nuevecita, blanca y reluciente, pretendido icono de la gestión pública, ensuciada por unos gamberros que no merecen otra cosa que limpiar lo que han ensuciado con un cepillo de dientes.
Pero esa condena tan férrea y decidida choca con la triste realidad de una ciudad llena de pintadas por todas partes a las que se hace caso omiso. Hay vías como la Calle Catedral, que parecen un muestrario de colores. Hay menos trozos de pared sin pintar que “decorados”, pero ahí no se actúa ni se hace nada.
¿Será por desconocimiento? Puede ser, aunque es llamativo en el caso de que hablamos, ya que esta calle está en el centro neurálgico del patrimonio lucense, a escasos metros del punto donde convergen nuestros tres Patrimonios de la Humanidad y de la Domus del Mitreo.
¿Puede ser que nuestro Gobierno no sienta como suya la ciudad y sólo se vea dolido por los daños a “sus” obras? Pues puede ser, porque incluso en otras recientes, como el nuevo auditorio, vemos que ni se han molestado en barrer del suelo los cristales de la ventana que lleva meses rota. Menos aún reponerla, como es obvio.
Tal vez sería bueno que esa justa, razonable y lícita indignación se hiciera extensiva al resto de la ciudad, ya que todo Lugo merece ser cuidado y respetado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Derecho a réplica:
Se admiten comentarios, sugerencias y críticas. Sólo se pide cierta dosis de ''sentidiño'' y cortesía.