En el año 2.000 el Ayuntamiento tuvo la idea de poner una
ventana arqueológica en la Rúanova. Se gastaron dinero público en la genialidad
y a los pocos meses tuvieron que empezar con las reparaciones porque unos desgraciados
tuvieron la peregrina ocurrencia de tirar una piedra desde la Muralla y
rompieron el cristal, cosa que obviamente es culpa de los vándalos y no de la administración.
Viendo las cifras de gasto (recordemos que hablamos de hace
22 años) no parece gran cosa. 5.000 euros fue el coste de la instalación
inicial, y 2.181 el del cristal (ya podía ser un buen cristal).
Los vándalos repitieron su discutible hazaña al poco tiempo
y para evitar la repetición se colocó una plancha de metal que estuvo ahí años
y más años, para después gastarse otros 7.527,80 euros en volver a repararla
(observen que aquí costó más la reparación que la suma de su construcción y primer
arreglo) y le añadieron… un ventilador.
El cristal elegido se empañaba y la ventilación y la luz
artificial impulsaron el crecimiento de un jardín subterráneo así que metieron
otros 2.900 euros en acondicionar la ventana, acción que se redujo a la
limpieza de los hierbajos que, como era obvio, al poco tiempo volvieron a
crecer.
La lista de gastos ni es exhaustiva ni completa, ya que no
hay ningún tipo de registro por localización que nos diga cuánto de nuestro
dinero se ha metido en una cuestión cuyo mantenimiento no se explica más que por
la más profunda cabezonería.
No recuerdo haber visto más que en contadas ocasiones esa
ventana limpia y con los restos arqueológicos visibles, y hay que decir que los
escasos turistas que personalmente vi que se fijaron en ella le hicieron poco
caso principalmente porque no deja de ser una piedra (con una inscripción
interesante, pero una piedra) que está justo junto a la formidable Muralla
Romana de Lugo, con lo que es difícil que llame la atención.
El cristal estuvo más tiempo tapado, empañado o roto que en
buenas condiciones y 22 años después de su inauguración por fin se dan por
vencidos y tapan lo que jamás debió de mantenerse durante tanto tiempo de una
forma absurda y con un gasto público inconcebible para el fin perseguido.
En el año 2012 en este modesto blog yo mismo propuse lasolución más obvia: echar tierra al asunto, literalmente. Me hacen caso diez años después… y sólo tras la denuncia de una arqueóloga de que en lugar de favorecer la visibilidad de la inscripción se estaba dañando por los gravísimos errores cometidos en las obras allí realizadas.
La última reparación fue del año 2018, y poco después ya estaba rota otra vez. La culpa en eso no es del Ayuntamiento, obviamente, sino de los imbéciles que ven divertido cargarse el patrimonio de todos a pesar de las cámaras de vigilancia que se instalaron (por cierto, en su día denunciadas por ilegales al no haberse registrado) y que se ve que no fueron muy efectivas.
Se cierra esta ventana y se acaba con una larga agonía de una inscripción que, de nuevo, permanecerá oculta para que en el futuro alguien con sentido común busque un sistema por el que se pueda exponer… o no. Todo dependerá del interés que tenga su visibilidad.
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