La violencia, por justificada que pueda parecer, es violencia... pero es una reflexión no muy llevadera |
Una de las señas de identidad del Estado de Derecho moderno
es el “monopolio de la violencia”, que se supone que sólo puede utilizar
legítimamente la administración si las condiciones se dan para ello, y como es
natural ni siquiera es fácil que, legalmente hablando, pueda hacerse. En los
particulares se exceptúa la defensa propia, pero con matices.
Sólo tienen que abrir cualquier red social para ver el
aplauso prácticamente unánime a Will Smith por la bofetada que le dio al
presentador de la gala de los Óscar por reírse de un problema físico de su
mujer y a la señora que le cortó el pene y los testículos a su pareja porque le
pilló abusando de su hija.
Ese tipo de casos pone a prueba nuestra coherencia, porque
aunque conceptualmente pienso lo que he puesto en el primer párrafo, no puedo
evitar ser uno más de los que se identifican con los casos del segundo.
Smith es el prototipo de “tío guay”, el enrollado del cole,
el que a todo el mundo cae bien y que tiene un magnetismo difícil de igualar.
Si además se pone en plan justiciero y sale a defender a su mujer, por mucho
que se pueda considerar un micromachismo (o no tan micro), es fácil ponerse en
su piel y aplaudir su reacción, aunque no sea lo más civilizado del mundo ni
mucho menos. En el otro caso ya ni les cuento. Lo sorprendente es que dejara al
tipo vivo. Yo no sé cómo reaccionaría, pero ya les digo que bien seguro que no.
Se pone uno en la piel de la señora y lo único que puede pensar es en que ahora
a ver cómo abusas de otra, con esa desconfianza en la justicia que la
experiencia nos obliga a tener.
El problema es que la misma esencia de estos comportamientos
es la que se da en quienes “no tienen razón”. El equilibrio entre “llega un
momento en el que tienes que reaccionar” y el matonismo es dificilísimo de
alcanzar, y en última instancia todo agresor tiene siempre sus supuestos
razonamientos. La diferencia podría estar entre lo que dicta la sociedad y lo
que no, pero eso tiene sus peligros porque no hace tanto que pegar a una mujer
era “normal”, por increíble que pueda parecernos hoy día.
¿Sería lícito que alguien les pegara a los componentes de
Martes y Trece por sus chistes de los años 80, que hoy les llevaría ante un
juzgado? El humor negro, de mal gusto, es marca de este país y salvo el 11-M
aquí se han hecho chistes de todo: desde el asesinato de las niñas del Alcasser
hasta la riada del camping de Biescas. No somos un país muy dado a la mesura
aunque después, a la hora de la verdad, somos muy solidarios. Es llamativo.
Condenar las agresiones implica condenarlas todas. Por
difícil que sea en ocasiones como éstas.
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